22-2-22: Día de los cinco "2". Por mensajes que se nos llegan nos vamos enterando, que debido a un derrumbe en la autopista El Vigía-Mérida, han colapsado varias estaciones de gasolina en Mérida. Como vivimos en el mundo de las mentiras estoy tratando de confirmarlo.
Hoy, a las 8:00 hemos bajado hasta el pueblo de Canaguá, porque les corresponde poner gasolina a 160 carros y 220 motos con los terminales de placa 4 y 5.
Al llegar al punto de la carretera, a la salida del pueblo encontramos multitud de motos y una fila de carros, correspondiéndonos a nosotros el número 38, el cual marcaron en el parabrisas y en mi brazo. Aquel trazo en color rojo en la muñeca, me hizo recordar las marcas en los brazos que le ponían a los visitantes de los presos. A mí me correspondió llevar varias veces esos horribles distintivos cada vez que me tocaba visitar un amigo preso, encarcelado en el Retén de Los Teques.
Nos toca esperar a que llegue el camión cisterna con la gasolina, y entre tanto me dedico a deambular de un lado a otro por la carretera, a dar vueltas por la bomba, a mirar y remirar a la misma gente que llega y acaba haciéndosenos tan familiar. Esta gasolina que vamos a poner es subsidiada y alguien por los corrillos va conjugando el verbo subsidiar del modo más peculiar diciendo: "-A mí me suicidan", "A ti ye suicidan", "A todos nos suicidan", "Aquí vamos los que estamos suicidados".
Me pongo a caminar a lo largo de la carretera estrecha y curvera, voy hasta el pueblo y vuelvo, y otra vez cojo por los lados de las cunetas, entre los matorrales y los corrillos que se forman a esperar que la cola se mueva. La gente echa cuentos y se ríe a jeta batiente, otros duermen tendidos en los asientos de los carros o las tolvas de sus camionetas, algunos transan negocios o simplemente se echan embebidos en las dulces montañas o en el río que corre allá abajo. Yo me voy viendo el número rojo, el 38, que llevo en el brazo y recordando que un día que visitaba al prisionero Julián Revete en el Retén de los Teques, uno de los internos lanzó una granada al pabellón en el que me encontraba. Nunca había escuchado un coñazo tan tremendo, y vi que todo el mundo se tiró al piso y el único que no lo hizo fui yo, y la gente me gritaba: "¡Al piso, al piso que lo van a matar!", y seguidamente un tableteo de ametralladora y no supe a dónde fui a parar de un empujón que me echaron, y luego multitud de fornidos tipos casi desnudos temblando de miedo y los escuchaba decir: "- Si entran a este pabellón nos matan a todos". Se trataba de una guerra a muerte entre pranes. Toda esa historia la tengo relatada en el prólogo del libro de Julián Revete, "La fusta del verdugo".
Cuando en esta bomba de Canaguá se echa gasolina, además de la cola de vehículos hay que hacer otras dos que exigen su tiempo: una para pasar por el captahuellas (que en ocasiones no funciona para ciertas personas porque no les pasa la huella) retrasando terriblemente el procedimiento, y luego de este control presentarse a la taquilla donde se debe pagar. Entre estas dos colas uno puede tardarse entre dos o tres horas, y en total, para poder colocar la gasolina unas cinco horas, si se corre con la suerte de que no se vaya la luz. Afortunadamente uno para estas jornadas debe irse preparado llevándose a un amigo o amiga, un poco de café, algo para meterle al "saco". Yo me llevé la novela de Moravia "El conformista" y mi esposa "Cartas desde la tierra" de Mark Twin.
Llenado el tanque, cogimos por la culebrérica cuesta hacia nuestra casita, viendo que ya tenemos asegurado el suficiente combustible para el regreso. Me habría gustado tener un poco de gasolina en una pimpina para tantas necesidades que se tienen en el campo, como para mover ciertas máquinas (la guadaña, por ejemplo), pero el guardia nacional al mando de la estación me dijo que eso estaba totalmente prohibido.
Por la tarde nos viene a visitar Abraham y su hijo José Gregorio quienes llegan cargados con un racimo de cambures y un saco de yucas. Pasamos una agradable velada a la cual se unió Neptalí, y nos dedicamos a hablar sobre plantas medicinales un poco raras, como bay run, dividivi y la caléndula.
23-2-22: lo más maravilloso, de cuanto hemos visto en estos días coromotanos, ha sido el estallido de una rosa amarilla al lado de la ventana de la cocina. Es el colmo de una llamarada lírica y sensual en la que se concentra toda la perfección de la naturaleza. Allí está ella, abierta con sus sorprendentes pétalos, cual suspiro de Dios o como encarnizada metáfora de luz.
Llegan Neptalí y su hijo Toñito, porque hoy quedamos en ir hasta la casa que fuera la bella posada "Las Hortensias", la que ahogó la vaguada de agosto pasado. Vamos hasta "Las Hortensias" a recoger abono en dos carretillas. Llegamos así, pues, al antiguo gallinero y corral de las cabras y con una pala vamos sacando excelente pudre para las matas. Damos un recorrido por aquella casa llena de historia y que le causa tanto dolor a su dueño, Neptalí. Vemos los sembradíos de café, el cañaveral, las matas de tomate de árbol, el nuevo corral donde se tienen a las cabras, los desfiladeros llenos de grava y grandes peñascos que bajaron por la crecida de los callejones. Hay que decir que la mayor ilusión de Toñito es tener un aprisco, y estamos convencidos que lo logrará. Todo aquello tan bello y desolado a la vez. Ahora Neptalí habla de crear una nueva posada en el El Cobre, sitio donde está construyendo una casita, y presentar un proyecto turístico que se llamará "La Ruta del Café". Bajamos con las dos carretillas cargadas de abonos y con ellas le damos más vida a la mata de uva, a las de uchuva, a las de higo, a los nísperos, a los rosales, al jazmín y al cambural, a las auyamas, al manzano y al chirimoyo, al cafetal, al garbancillo, a los pinos, la trinitaria y al huerto con los hinojos, la cúrcuma, el ajoporro, pimentón, céleri, cebollín, ají dulce, al romero, al cilantro, a la ruda, orégano y malojillo, … mientras paleaba, volví a verme en la muñeca izquierda el número "38", difícil de borrar, y volvía a recordar las terribles jornadas de aquellas visitas a mi amigo preso Julián Revete.
Hemos tenido tres días seguidos bastante atoldados, con apenas guiños de solecito por la mañana.
Ha venido la niña Lucía Valentina para que María Eugenia le ayude hacer un dibujo sobre los carnavales, parte de la tarea que le han pedido en la escuela…