Siendo sincero, yo deseaba escribir un sencillo artículo sobre una experiencia personal que tuve en la sede del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (SAIME), y hoy finalmente tuve un poquito de tiempo disponible, para compartir con los venezolanos mi verídica reflexión social.
Renovar la cédula y sacar el pasaporte, son los dos principales y anhelados requisitos legales, que todo venezolano necesita para cumplir con el soñado proceso de migración, que supuestamente permitirá mejorar la calidad de vida, para no seguir sufriendo la gran crisis económica y política de nuestra Venezuela.
Uno de los estados venezolanos con mayor índice de migración es Zulia, porque los arrechos zulianos llevan más de una década sufriendo graves problemas en los servicios públicos, y es que sin agua potable para bañarse, sin energía eléctrica para ver televisión y sin plata para comprar un miserable pastelito, es lógico que el zuliano haga sus maletas y migre para romper el caluroso maleficio.
Cuando comprendes que tu vida no tiene futuro, también comprendes que solo hay dos mundanas alternativas en el camino. La primera alternativa es aprovechar el puente sobre el Lago de Maracaibo, para lanzarte al olvido y cometer suicidio. La segunda alternativa es migrar fuera de Venezuela para comenzar una nueva vida, en cualquier otro país donde se pueda respirar la paz.
Escuchando una y otra vez la canción "Torn in Two" de la banda Breaking Benjamin, yo comprendí que emocionalmente estaba "partido en dos", porque una parte de mí, deseaba terminar la crisis existencial con un suicidio maracaibero, pero otra parte de mí, deseaba luchar y empezar de cero muy lejos de Venezuela.
Supongo que por instinto de supervivencia, yo elegí caminar el camino de la segunda alternativa, sabiendo que debía renovar mi cédula de identidad en las oficinas del SAIME, para empezar a soñar despierto con una nueva y mejor vida.
Yo decidí ir hasta la sede del SAIME ubicada en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, estado Zulia, Venezuela, y como lamentablemente era predecible, una ensordecedora muchedumbre yacía alrededor del SAIME, y como los peores animales de la selva de concreto, los usuarios venezolanos gritaban, peleaban, se quejaban, amenazaban, maldecían, e insultaban con palabras groseras a los funcionarios públicos del SAIME, quienes también respondían groseramente a todos los insultos de los usuarios, siendo un deprimente espectáculo de animales.
Con mucho enfado, yo exclamé interiormente: ¡Dios qué estoy haciendo aquí!
Yo sabía que la arrecha gentuza zuliana me estaba contaminando espiritualmente, por lo que me puse en la cola de los usuarios que deseaban renovar la cédula, le puse más volumen a la canción Torn in Two de Breaking Benjamin, que yo estaba escuchando con los audífonos de mi teléfono celular, y mientras me sudaba la ropa en la callejera cola para entrar en el SAIME, el desorden público estremecía a los diez dedos de mis pies, que se entumecían y se encalambraban.
En un lapso de tres horas, yo logré renovar mi cédula de identidad, y estoy seguro que la fotografía de mi rostro demostraba que estaba partido en dos, más sin embargo, el funcionario público me dijo que debía regresar a la oficina del SAIME en ocho días, para retirar personalmente mi nueva cédula de identidad.
¡Qué soberano fastidio!
¿Acaso el SAIME no podía entregarme de una vez mi nueva cédula?
Cuando yo saqué mi primera cédula en el año 1996 del siglo XX, me la entregaron de una vez, pero ahora en el año 2022 del siglo XXI, hay que esperar una eterna semana de mundana vida venezolana, para recibir el legalista papelito.
Mis hermanos, Venezuela está involucionando como un tren sin las vías del tren.
Tan solo pensar en regresar el próximo jueves, a ese arrecho manicomio callejero zuliano llamado SAIME, me hizo sentir que estaba a punto de partirme en tres, y tuve que buscar el santo consuelo de la Santísima Trinidad, para no ahogar mi vida en las aguas del Lago de Maracaibo, sin una gota de dignidad humana.
Cuando regresé a mi casa, yo decidí leer mucho el Antiguo Testamento de la Santa Biblia, intentando sacarme el amargo trauma del SAIME, y aunque yo tengo dominio cristiano de los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, debo reconocer que me faltaba conocimiento del Antiguo Testamento, porque como millones de venezolanos, yo también crecí con el miedo de leer las historias de un Dios malo, injusto y vengativo, que maldecía y mataba a la gente del pueblo.
Para romper ese falso estigma del Antiguo Testamento, yo empecé a leer el llamado Pentateuco de la Santa Biblia, conformado por los sagrados libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, los cuales me ayudaron a comprender mejor el infinito amor de Jehová de los ejércitos, un Padre que siempre escucha mis oraciones, que siempre me protege de los enemigos, y que siempre quiere mi bienestar, pero a cambio de su poderosa intervención en nuestras vidas, Dios exige total fidelidad, respeto y obediencia a su santa Ley.
Pasaban los días con sus noches y sus nichos, y yo seguía leyendo atentamente los bíblicos libros del Antiguo Testamento, siendo Proverbios y Salmos, dos verdaderas joyas poéticas para aprender a confiar ciegamente en el poder de Dios, y para saber que aunque sintamos que estamos partidos en dos, solo Dios Todopoderoso puede reconstruir nuestros cuerpos y almas para su eterna gloria.
En un abrir y cerrar de ojos, se esfumaron los ocho días de espera para recoger mi cédula en la oficina del SAIME, y aunque yo deseaba seguir comiéndome todas las benditas páginas de un santo tesoro llamado Santa Biblia, pues yo también recordaba que tenía que regresar a la mundana realidad venezolana, así que me levanté de mi cama, me cepillé los dientes, me bañé con agua bien fría, me afeité la cara, oré de rodillas por cinco minutos para que Dios bendijera mis pasos, y caminé con rumbo a la traumática y odiosa oficina zuliana del SAIME.
Gracias a la Biblia, yo me sentía muy fuerte espiritualmente, por lo que salí de mi casa sin los audífonos, sin la canción Torn in Two y sin la banda Breaking Benjamin, porque gracias a la Santísima Trinidad no me sentía partido en dos, ya que me sentía en paz y confiado en las promesas de victoria eterna de mi Jehová de los ejércitos, de mi redentor Cristo Jesús, y de mi Santo Espíritu consolador.
Cuando yo llegué a la oficina del SAIME, otra vez me encontré el panorama de mundana arrechera zuliana, porque como cien zulianos estaban atiborrados en frente de la puerta de entrada del SAIME, mientras la mundana gentuza seguía gritando, maldiciendo, ofendiendo, y peleando como los animales en dos patas.
No estaba en la guerra de Vietnam, yo estaba en la oficina del SAIME, pero definitivamente había un clima de tanta violencia social, de tanta transculturación moral y de tanto egocentrismo personal, que me hizo comprender la facilidad que tiene el venezolano para caer en la trampa de Satanás, porque el SAIME es una payasada llena de frivolidad, que termina llorando en un lago de fuego y azufre.
A pesar del caos social frente a la oficina del SAIME, yo logré escribir mi nombre en una lista de ciudadanos que esperaban recibir sus cédulas, y me percaté que habían 71 personas previamente inscritas en la lista hecha por el SAIME, lo cual me hizo pensar que iba a pasar todo el día sudado en la calle, mientras esperaba que el desorganizado SAIME me entregara mi documento.
Como la cola no avanzaba y no tenía a Breaking Benjamin para aislarme musicalmente del Zulia, yo me acerqué a un funcionario público que estaba intentando calmar a la escandalosa gente, pues todos los ciudadanos zulianos reclamaban que llevaban seis horas esperando recibir las cédulas y los pasaportes, por lo que la frustración colectiva generó resentimiento en el prójimo.
El vetusto funcionario público del SAIME, en voz alta exclamó: "Solo Dios es perfecto, estamos teniendo problemas con el sistema, pero se va a resolver".
Cuando el hombre dijo "Solo Dios es perfecto", yo automáticamente grité "Amén", y siendo sincero ni siquiera pensé lo que dije, pues cuando escuché decir que Dios era perfecto, involuntariamente dije amén, y de hecho, yo fui el único de los más de cien ciudadanos que estaban a mi alrededor, que se atrevió a decir amén tras escuchar la sagrada sentencia del funcionario del SAIME.
Yo dije amén sin dudas y con gran entusiasmo, y supongo que fue una reacción natural por haber leído todos los libros del Antiguo Testamento de la Santa Biblia, mientras pasaban los ocho días establecidos por el SAIME para buscar la cédula, y sin darme cuenta, yo tenía a flor de piel el amor y el respeto por Dios, por eso cuando escuché decir que Dios era perfecto, no dudé en decir amén.
Siete minutos después de haber dicho amén, como respuesta a la afirmación de que solo Dios era perfecto, yo divisé a un funcionario del SAIME que se estaba acercando hacia mí, y dijo en voz alta "Carlos Fermín", yo levanté la mano y caminé hasta donde estaba el funcionario, quien de inmediato me entregó mi nueva cédula de identidad, siendo una milagrosa situación totalmente inesperada.
Yo recibí la cédula, le dije "gracias" al funcionario del SAIME, y regresé a mi casa sosteniendo en mis manos, mi cédula renovada, plastificada y cristianizada.
A pesar de que habían más de setenta arrechos ciudadanos zulianos, quienes estaban por delante de mí en la lista, para recibir documentos tramitados por el SAIME, nadie se molestó con el funcionario que me dio la cédula, y nadie se molestó conmigo por recibir la cédula, de hecho, hubo un gran silencio de la gente durante los 30 segundos que transcurrieron, mientras el funcionario del SAIME dijo mi nombre en voz alta, y yo recibí mi nueva cédula de identidad.
Tras recibir la cédula en mis manos, yo pensé que la arrecha gente zuliana me iba a insultar con frases como "Hijo de puta te estás colando", "Qué molleja de rata", "Mama huevo haz la cola", o cualquier otra mundana frase usada vulgarmente por los ciudadanos, para expresar públicamente el descontento ante una situación que ellos consideran injusta, inadmisible, y que debe ser denunciada con ahínco.
Pero la gente guardó silencio frente al SAIME, mientras me entregaron mi cédula de identidad, aunque habían 70 personas delante de mí, que justificadamente, tenían razones para molestarse, pero por algún motivo, se quedaron calladitas.
Ese motivo se llama Jehová de los ejércitos, y es que cuando uno reconoce que solo Dios es perfecto con un potente "Amén", sin miedo de lo que la gente piense y sin miedo de lo que la gente diga, entonces Dios premiará tu fidelidad y te llenará de una gracia santificadora por adorar Su Nombre, lo cual terminará venciendo a la satánica arrechera del prójimo, y fue por eso que la gente zuliana no se atrevió a insultarme, porque los demonios sabían que yo testifiqué a Dios, y debemos saber que contra el infinito poder de Dios, nada puede hacer Satanás.
Mientras abandonaba la entrada principal del SAIME y regresaba a mi casa, yo me sentí protegido por el amor de Dios, y empecé a recordar muchos versículos bíblicos que yo había leído, y que a continuación comparto con mis lectores.
"Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas" Proverbios 3:5-6
"Temer a los hombres resulta una trampa, pero el que confía en el Señor sale bien librado" Proverbios 29:25
"Encomienda al Señor tu camino, confía en él, y él actuará, hará que tu justicia resplandezca como el alba, tu justa causa, como el sol del mediodía" Salmo 37:5-6
"Aún cuando un ejército me asedie, no temerá mi corazón, aún cuando una guerra estalle contra mí, yo mantendré la confianza" Salmo 27:3
"El Señor es refugio de los oprimidos, es su baluarte en momentos de angustia. En ti confían los que conocen tu Nombre, porque tú, Señor, jamás abandonas a los que te buscan" Salmo 9:9-10
"El que atiende a la Palabra prospera ¡Dichoso el que confía en el Señor!" Proverbios 16:20
Si te sientes partido en dos por culpa de la crisis económica venezolana, no pienses que la nueva vida se consigue con un maldito pasaporte del SAIME, pues la nueva vida solo se consigue a través de Cristo Jesús, quien con su preciosa sangre expió el pecado humano en la cruz, y nos dio oportunidad de vida eterna.
La nueva vida del venezolano no se consigue migrando ni a Colombia, ni a Chile, ni a Panamá, ni a México, ni a Ecuador, ni a Australia, pues la abundante nueva vida solo se consigue a través de Cristo Jesús, el único rey del Universo.
Tenga cuidado de no perder los papeles, por culpa de cosas mundanas de la Tierra, que solo te hacen infeliz e incapaz de ver la eterna luz del cielo.
No te dejes engañar por los bombardeos informativos de los medios de comunicación social privados venezolanos, que te manipulan y casi te obligan a que decidas migrar a otro país, llenándote la cabeza de insatisfacciones para que ambiciones el éxodo de Venezuela, aunque solo te usan como una estadística política para desestabilizar al gobierno, y nunca piensan en tu seguridad personal.
Un avión solo empeora la terrible crisis, pero una cruz te hará volar de felicidad.
Estamos seguros que mientras usted hizo la infernal cola en la puerta del SAIME, un niño vagabundo pasó frente a los ojos del prójimo, y usted fue incapaz de regalarle un pedazo de pan dulce, siendo el gran problema de miseria espiritual humana, que por desgracia, no se cura en Venezuela, ni en la China, ni en USA.
Sea humilde de corazón, y la nueva vida llegará naturalmente a tu feliz destino.