Boves: Bocachica y Valencia (VII parte)

En el capítulo anterior, se dejó aparte las acciones que se libraban en los Valles del Tuy, para no extender más la entrega. Sucedió que Francisco Rosete había incursionado nuevamente los valles mencionados, con intención esta vez, de invadir finalmente a Caracas. Bolívar regresó a los hombres de Montilla, para auxiliar al tío, pero en la capital la situación no estaba como en la anterior. Ribas había enfermado seriamente y delegó a Arismendi acabar con el canario. En Potrerio esperó encontrarlo, pero esta vez, fue emboscado bastante más acá, salvándose no más de 250 hombres de los 700 que llevó. El torpe canario –menos mal-, no dio gran persecución, dándose festín con la única victoria que lograba. Esto fue el 12 de marzo de 1814.

El frigio caraqueño reunió entonces otro contingente, con los que traía Montilla. Se lo llevaron en una camilla la que se peleaban sus hombres por cargarla. El 20 de marzo, un mes exacto de su anterior victoria sobre el canario, Ribas sorprendió y fulminó a las avanzadas. Arremetió con vigor inusitado y dispersó por todos lados a los hombres de Rosete, infligiéndoles muchas bajas. La persecución fue implacable.

Impuesto Mariño sobre el encuentro, envió a Francisco Bermúdez tomar los Valles del Tuy para frenar a los fugitivos que se vinieran por su camino. Resultó que el fugitivo no fue otro que el mismo Rosete a quien Bermúdez atacó en Los Pilones el 22 de marzo, desbandando literalmente la amenaza. Se encontró más adelante con el propio Montilla, quien se vendrá con los orientales, para poner al tanto a Mariño de cuanto acontecía.

Volvamos a San Mateo. En efecto, tal cual lo observara Boves, a Bolívar le preocupaba la carencia de parque, y ahora, Valencia, amenazada de los ejércitos realistas de occidente que iban contra ella. El mensajero de Urdaneta le insta que no puede esperar, ya que se le hará imposible entrar a la ciudad, una vez la sitie el enemigo. Y con la misma, el Libertador le responde en una misiva, imborrable para la posteridad: "Ciudadano general, resistireis hasta morir, pues estando en Valencia nuestros recursos más importantes, está allí la suerte de la República", asimismo le garantizó, vía el mensajero, marchar en su auxillio apenas saliera del asturiano.

El posta entró con la orden capital justo momentos antes de que se presentaran el nuevo capitán general, general Juan Manuel Cagigal al frente con Ceballos su segundo y el ejército de Sebastián de La Calzada, sucesor de Yáñez, un total de 4000 hombres con todas las ganas de caerle a la ciudad que sabían ahora era con Caracas, el alma de los republicanos. La defendían Rafael Urdaneta y Juan Manuel Escalona con 1500 infantes, la mayor parte milicianos con la reserva del Valencia. 300 jinetes y 10 piezas de artillería. Las mujeres cumplirán las faenas de logística como pocas veces, también recordadas en nuestra historia. Se abastecieron lo más que pudieron de agua y carne seca. Para el 29 de marzo el enemigo tenía casi todas las fuentes de agua. La pólvora del fuego inclemente de lado y lado, resecó antes de tiempo las gargantas de los sitiados. Se batían por el agua. El día 30, el enemigo a punta de artillería, se adueñó de todas las fuentes de agua. Los sitiados reducen el perímetro.

Por el otro lado, Mariño, aconsejado por Montilla, forzó a sus hombres para adentrarse en el callejón de La Puerta antes de que Boves lo tomara. El 30 de marzo, durmieron dentro del cañón. Al día siguiente, 31 DE MARZO DE 1814, se avistaron ambas descubiertas a las 11 de la mañana. La incursión de Mariño le cortó a Boves su ofensiva. El encuentro sorpresivo, les esfumó a ambos bandos el estado que traían de cansancio y a las 11:30, se entablaba un duelo a muerte entre estos viejos enemigos en una parte estrecha del cañón que llaman Bocachica. El asturiano ganó un terraplén a la izquierda, que le permitió defenderse y obtener terreno. Un aire imprevisto que comenzó a soplar en dirección de Boves, le brindó a Mariño la ocasión de adelantar la reserva mandada por Manuel Valdéz, suerte de batallón que llamaban de "bachacos", que no eran sino campesinos y pescadores caribeños afros y mulatos con el cabello algunos casi rubios. Fueron arengados en inglés dado que no sabían nuestra lengua. Se adelantaron, le pegaron candela a los pajonales de su frente y se adelantaron acompañándose del humo, fusiles y machetes, sin dar tregua a lo que consiguiesen. La osada treta animó el resto que se abalanzó detrás. No pudieron hacer mucho los de Boves, quedando en el campo un millar de sus seguidores. Se retiraron y Mariño solo des dio persecución no más de una legua por el estado extenuado de sus caballos y hombres. Boves tomó el camino de Villa de Cura y de allí a Valencia, por la vía que le restaba, la de Magdaleno, para unirse a Cagigal. El vencedor oriental, por el camino de Zárate, hacia La Victoria.

En San Mateo, el recelo llevó a Bolívar tomar en lo posible la ofensiva, dada su precaria situación. Envió varios espías la madrugada del 30 de marzo, que determinaron la partida del caudillo enemigo. Bolívar dedujo: ¡Mariño! En el acto preparó a 700 de los de mejor estado y le siguió sus huellas. El 31 a las 4 de la tarde se entera tanto de la derrota de Boves, como de la imposibilidad de los orientales de darle persecución. El asturiano creía que era perseguido por Mariño, porque de otra manera, podía contramarchar y salir nuevamente por La Puerta vía los llanos pero prosiguió, vía sur del Lago de Valencia, donde se enfrentó al propio Bolívar en Yuma, Guaica, Güigüe y Tomás Montilla en Magdaleno, pulverizando lo que le quedaba de ejército. Bolívar entretanto, libertaba en Güigüe un millar y medio de "bestias humanas" porteadoras, salvadas de puro milagro. Tomaron equipajes, dinero de los impuestos, joyas correspondencia que dejaron en el camino los fugitivos. El jefe republicano al llegar a la orilla sur del lago, no soportaba la angustia de saber el estado del sitio, y en lo que oyó los lejanos cañonazos, revivió el estímulo sobre el cansancio de sus hombres, reincorporando a algunos ya encima de las balsas, dormidos del trasnocho bestial que traían. Febrero y marzo de 1814, los meses más encarnizados que jamás hayan presenciado los venezolanos en este encarecido suelo.

Ahora en Valencia, la situación del día 31 había llegado a un estado extremo, causada por la sed. Algunos vecinos se lanzaban a las fuentes de agua, muriendo acribilladas por el enemigo. Otros salían de los parapetos, pidiendo la muerte con los brazos abiertos, hasta que la conseguían. Las alucinaciones de la sed hacían estragos, al punto que en la madrugada del 2 de abril, están resueltos a morir esa mañana, cuando antes del alba escucharon los movimientos en el frente que al percatarlo en detalle no creían en el portento, el enmigo se retiraba. Urdaneta dedujo de inmediato: ¡Bolívar!

Antes de las 7 de la mañana, se fundían en un abrazo la lealtad infinita de ambos oficiales aorillas del lago y a las 10 de la mañana, los vecinos celebraban con sancochos en los jagüeyes del manso Cabriales (los que podían el resto daba rienda suelta a sus ronquidos destemplados), la victoria triple sobre un triple enemigo, en triple frente y cuatro veces superior. En el ánimo de los jefes republicanos no podía caber más dicha.

Otros hechos aguardan a la ciudad de las frutas, granjeándose por fin para la posteridad, el epíteto con que será recordada: Valencia, La Ciudad Heroica.

Próxima entrega: Segunda batalla de La Puerta.


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Arnulfo José Poyer Márquez


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