Se pudiera decir sin razonamientos convincentes que, Amaranta ama a Pascualina Curcio, por ser su tabla de salvación que le suma puntos de lectores en Aporrea, por lo que su burra tacarigüera le mueve la colita con agrado para espantar las moscas de la picardía que le fastidian su deleite de sabelotodo en su vaivén de indiferencia entre una y otra.
Amaranta quizás dirigida por hilos invisibles por otro personaje no tan personaje que digamos, como una ventrílocua de charlatanes especializada en el Norte, la ponen a finiquitar enmiendas tan estúpidas para reírse solo cuando a su ego le inquieta que otros surjan no por envidia solapada, sino tiránica de egocentrismos extremos, pero lo importante no es eso, sino la rapidez del ataque como una estirada macaurel margariteña para que no se contagie el ambiente si de esperanza se trata, aunque lo fuerte de Amaranta en sí es lo vulgar y chabacano sin enmienda de sus opiniones sobre otros, el hazme reír sin anteojos, porque le quedan grande frente a Pascualina que analiza y convence siempre con datos, mientras Amaranta trata de extirpar lunares enjutos de sus arrugas políticas con antifaz en su luna conuquera que ni engordan ni enflaquecen a su público lector
Ella parece ser que todavía cocina a leña a gusto de sus lectores tratando de no contaminar sus ideas para que el fogón de sus enmiendas se mantenga caliente con su fogaje de entretenimiento que, por lo general si a ver vamos no hay mucho que escarbar por lo menos para matar el rato, tan superfluo como montarse en su burra a recorrer caminos conuqueros, que pertenecen más al pasado de mente infantil que al presente, pero como ella es bizca de sudores fríos come lo que le tiren que contradiga en grado sumo a los demás como su pasatiempo favorito como si el tiempo no pasara que los caminos acá ahora son pocos, pero algo hay que decir para no morir de aburrimiento, ni tampoco de soledad, porque lo que ayer fue se lo tragó la memoria y solo los recuerdos extasian un momento y, vaya momento.
Mientras Pascualina dice, Amaranta desdice y no sé si alguna vez contradice con mérito propio para matar sus antojos de pueblerina con su taconeo de agua fiesta, pero todavía los chupa flores revolotean en su imaginación que hasta economista se cree con posgrado en El Maco de sus ambiciones, aunque los números le quedan grande y no hay razones para pensar lo contrario como zapatero a su zapato.
A veces, una leche de burra viene bien antes de diciembre, porque el burrito sabanero encaja en ese mes y es más peludo que Amaranta tras de una consecuencia que no atrapa su vista sin ser machorra que son entornos de otra encomienda y hasta pensará que, si Pascualina baila tangos, ella baila joropos y sus animales la consienten, me refiero a su selva apologética de su círculo animal a la que enmienda para recriminar defectos que lo mismo da a los efectos masculinos o femeninos, mientras su burrita salta ambicionando tiempos que no volverán, aunque su prisma sea de izquierda sin agarre.
Yo sí, tú no, dirá, y dormirá patasparriba como una buena burra que mira el cielo para contemplar el pasado, que ni con salmuera entra, pero ese es su fin deambular expectativas que otros tienen y expresan, mientras ella aburrada, no aburrida divaga para extraer emociones de purgante ligero del epazotal de sus intrigas y, si Pascualina dice, ella no contradice, ella enreda como se le enreda el papagayo que nunca ha montado al aire y, su existencia es un decir las cosas atípicas, tan repugnante como una emulsión más que no existe sino en su mente.
Pascualina dijo: "Venezuela se está arreglando". A Amaranta no le pareció bien dicho, entonces refutó: "Se está arreglando o se está componiendo..." Y solo ella sabrá a que se refiere.