En febrero de 1999, Gabriel García Márquez publicó la crónica "El enigma de los dos Chávez". En ella reproduce una entrevista al entonces recién electo presidente de la República de Venezuela (todavía), en la cual el personaje había un resumen de los recuerdos de su vida, su tendencia a improvisar discursos, a elaborar y sostener pequeñas supersticiones personales (como el de su bisabuelo "guerrillero": Maisanta) y sus conspiraciones con todo y sus juramentos. Después de la extensa narración del entrevistado, el notable escritor periodista llegaba a la conclusión de que el sujeto le parecía en realidad dos personas diferentes: "uno a quien la suerte empedernida le ofrecía la oportunidad de salvar a su país; y el otro, un ilusionista, que podía pasar a la historia como un déspota más". Después de 23 años, varias elecciones, dos conatos de golpe de estado, varias situaciones de gran tensión política, al borde de la guerra civil, y la más terrible crisis social y económica, con crecientes índices de desigualdad, una caída que ha significado algo así como la pérdida del 80% del país que había, todavía la duda del desatacado escritor Premio Nobel sigue en pie para mucha gente.
Por supuesto, la mitad del país, contando en él los 7 millones y pico que se han ido, no tienen ninguna vacilación en reafirmar su carácter de tirano. Pero hay otra buena porción que todavía mantiene sus ilusiones que, en parte, reconocen, fueron estimuladas por el gran ilusionista hablador de las cadenas y los interminables "Aló Presidente". Si el 80% de la población cuestiona el gobierno; la mitad de esa proporción todavía tiene buenos recuerdos de Chávez y la fe en que vendrá una nueva oportunidad para salvar al país.
Lo anterior indica varias cosas: a) todavía hay un filón político, un segmento importante del electorado venezolano, que responde emocionadamente a todo lo que les recuerda Chávez en términos de ilusión de oportunidades y salvamiento del país, b) ni el gobierno ni el partido han satisfecho las expectativas y exigencias de ese amplio sector aún ilusionado, c) Todavía las emociones están muy frescas; los sentimientos, demasiado caldeados, como para hacer un juicio histórico razonable y "objetivo" del personaje que desconcertó a nada menos que García Márquez, a más de diez años de su muerte. Ella misma se ve iluminada por ráfagas de teorías conspirativas por las redes sociales, que alimentan nuevos mitos en ese nuevo vecindario chismoso global del nuevo siglo: que si a Chávez lo asesinaron, que si no murió en marzo sino en diciembre, etc. Este "rey de la baraja" requiere muchas jornadas de balance, de ajuste de cuentas, con ponencias muy interesantes y ricas en conceptos y explicaciones, para al fin dejar de pagarle tributo simbólico y descubrir que, al final, no era más que otro de la serie de este país, junto a Guzmán Blanco, Castro, Gómez, Pérez Jiménez, Betancourt, Carlos Andrés; espejo de las expectativas de una izquierda ya marchita y evidencia de que toda la dirigencia del país merecía lo que el pueblo le administró.
Pero hay otro tipo de balances, más allá de los excelentes de lo que destacados estudiosos de nuestra sociedad puedan hacer. Hay un balance implícito y que se revela en el cambio de códigos que se está operando para escándalo de algunos. Hay nuevos hechos, relacionados con políticas de entrega al capital transnacional, de oportunismo geopolítico, de desvergonzada violación de derechos populares que le dan nueva significación a algunos hechos, como la apertura de una tienda de "High Fashion" en las Mercedes, y la venta rápida de 20 ferraris en Caracas. Es como una nueva dimensión de las desilusiones de los venezolanos.
En el último proceso interno del PSUV (el partido que fundó Chávez, fustigando a las organizaciones aliadas y expulsando militantes antes de formar una comisión de disciplina interna) para seleccionar los candidatos a la pasada elección de gobernadores, se suscitó en Carabobo una pequeña polémica acerca de los símbolos propios del movimiento chavista. Uno de los precandidatos trató de convocar a todos los "trasnochados" izquierdistas que todavía se mantienen en las estructuras del gobierno-Partido, más o menos marginados, más o menos reconocidos con sucedáneos de homenajes. El centro de la discusión era la sustitución de los "ojitos de Chávez", por la figura de Drácula e imágenes inspiradas en Batman. No es necesario recalcar la incomodidad que implicaba proclamar la lealtad a Maduro (hoy, un émulo de Superman) y, al mismo tiempo, cuestionar el giro vampiresco del gobernador Lacava. Como era de esperarse, el amigo chavista ortodoxo se quedó solo. De nada le valió insistir en los "ojitos" que veían con expresión dolida, desde el más allá del alto vuelo de los muertos que nunca mueren, Muy pronto los que, en un momento de debilidad izquierdista, se agruparon en torno, aparecieron junto al Drácula haciendo un homenaje a ciertos nombres ilustres, con el aura de haber tenido alguna vez vínculos con la gloria de los guerrilleros de hace tiempo. La liturgia izquierdista (ya saben: gritar "presente" con el puño en alto al mencionar algún muerto heroico, las frases vibrantes de siempre, las consignas rítmicas, la expresión arrobada de los que se saben instrumentos de la Historia con hache mayúscula, etc.) se mezcló con el reggaetón hiperactivo del dinámico personaje de películas de terror.
Como ya comentáramos en un artículo anterior, este nuevo código político del gobierno-Partido-Fuerzas Armadas, reproduce los mismos rasgos coloniales (hay que decírselo a Grosfoguel) de DC, Hollywood y el stand-comedy de Miami: superhéroes con poderes extraordinarios y gran musculatura (Superbigote, el monigote inflable que hasta colocan en efemérides patrias), monstruos que aterrorizan al pobre malandro. Nada que ver con los "ojitos" ni con la foto en contrapicado de Chávez en la lluvia, imágenes que parecían sugerir el refuerzo de un proceso de mitificación popular que, desde los tiempos de Jesucristo, convierte a lideres políticos (como lo fue claramente aquel que pretendía ser rey de un pueblo marginal en pleno dominio del Imperio Romano) en dioses de otro mundo. Algo debieron revelar las encuestas y los focus-group a las agencias publicitarias contratadas por el gobierno, como para que este cambio de símbolos se haya hecho necesario. Las ilusiones del ilusionista suertudo se nutrían de "Venezuela Heroica", pastor evangélico de barrio y frases entresacadas de algún discurso de Fidel. Ahora, se alimentan directamente de las comiquitas de antaño. Aunque, atención, lo dominante sigue siendo la mezcla abigarrada de elementos de origen heteróclitos propia del basurero. Nada de particular descolonizar imitando a Superman.
El pasado 23 de noviembre "bajó" (típica jerga de una organización vertical) la orden a todos los integrantes de las UBCH y CLAPS, de elaborar y enviar felicitaciones al presidente Maduro por su cumpleaños. Las indicaciones fueron precisas: un video de máximo 40 segundos, felicitación que contuvieran frases como "conductor de victorias", "presidente obrero", "hijo de Chávez", etc. O sea, todo un código para la adulación, con carácter obligatorio. Esto es lo más viejo del mundo en la historia del país. La jaladera es otra de nuestras tradiciones, al lado de nuestra dignidad. Lo que es pasmoso es cómo se juntan basuras simbólicas de varios vertederos sanitarios culturales sin que las narices lo adviertan. Ciertamente, apestan. O como diría Drácula: "it sucks".