- Huele el guiso que transpiran las hallacas en la hirviente olla. Pían unos gavilanes en la platabanda de La Horqueta, la residencia más cercana al camposanto. Dos gallos imponen sus cantos tristes sobre el vendaval de luz que escuece la tarde.
- Ahora son las tres y media de la tarde (del 31 de diciembre de 2022). Hay movimiento en el cementerio (allí cerca, a un lado de las residencias donde vivo). Se organiza un concierto de altavoces con música variada, sobre todo de vallenatos. Música invertidamente alegre, como para entusiasmar a los que se han ido, música que habla de amadas ingratas, de madres santas, de amigos cabales y verdaderos. Hay quienes contratan estas minitecas ambulantes para recordar a seres queridos ya muertos; se colocan sofisticados amplificadores al lado de la sepultura donde yacen estos inolvidables personajes, abren el maletero de estos carros, en los que digo van instaladas poderosas cornetas, y entonces se inunda el ambiente de estos lamentos, que llegan a varios kilómetros a la redonda, y que yo los catalogo de responsos de estío (no sonatas de estío). Se recuerda con esta letanía, quizás, a una madre o a un padre, a una esposa o hijo, a un amigo, y al tiempo que corren estos llantos musicales se liba licor, se llora, en ocasiones el dolor se hace tan intenso que hay quienes sacan sus hierros y hacen disparos al aire o al cielo. Como si con esos tiros pudiesen llamar la atención de esos queridos que deben reposar ateridos de silencio en el Paraíso.
- Me imagino que mientras la música truena estos condolidos visitantes al Camposanto dirigen plegarias y largas pláticas a esos seres, digo, que ellos imaginan que les escucha desde el otro mundo, allá lejos, aquellos con los que compartieron tantos diciembres felices, comiendo hallacas, bailando, tomando licor y quemando pólvora. Supongo que no faltarán los ruegos de perdón al fallecido, por los estúpidos mal entendidos que se presentaron en horas difíciles, las faltas y fallas que no se saldaron en su debido momento. Esas deudas ya impagables.
- No hay manera más cruel y dolorosa de despedir el Año Viejo, porque son lamentos que se prolongan por más de seis horas, incluso hasta por la noche, que llegan los guardias a tener que sacarlos, porque este también es un camposanto privado.
- Creo que la mayoría de estos plañideros son colombianos por la música que colocan. O andinos colombianizados. Nunca he visto entierros más espectaculares y solemnemente bulliciosos en Mérida, con multitudes de motorizados, niñas preciosas, que cuando muere un personaje amado por sus aventuras, sus leyendas y locas andanzas, típicas de las que se dan en ambientes de la Colombia violenta.
- Esta cultura neogranadina, repito, ha penetrado hondamente a todos nuestros pueblos andinos. Puedo decir que el ochenta por ciento de la música que se escucha por todos estos lugares es colombiana. Aquí en los andes se escucha más la radio de Colombia que la nuestra.
- Recuerdo este 31 de diciembre otras cosas. Me viene a la memoria una vieja conversación que tuve con don Eloi Chalbaud Cardona en su casa de El Castor (Mérida). Me dijo que él le tenía pánico al mes de marzo. Que en ese mes le había pasado cosas muy feas incluso, en un marzo, tuvo que matar a un hombre que se metió en su casa a robar. Que forcejearon y que el intruso acabó muerto. Don Eloi fue un importante periodista muy amigo del presidente Eleazar López Contreras, y quien dirigió en Caracas el famoso periódico "Crítica".
- No había caído en la cuenta de que así, como hay años fatídicos, números fatídicos, hay también meses como malditos.
- Si hay mes que me parece peligroso es DICIEMBRE, aunque pocas cosas malas haya yo sufrido por estas fechas. Conozco de amigos y familiares que por esta época han sufrido inesperado trancazo. Es un mes terrible para los accidentes porque las clínicas se quedan casi sin personal, y pocos médicos y enfermeras están como para atender enfermos.
- Hace exactamente dos años la pasé hospitalizado por Covid junto con mi esposa, tanto el 24 como el 31 de diciembre. Una experiencia que me sirvió para escribir una novela que aún sigo corrigiendo.
- Otro año, pues, que se ha ido, ¡cuántos se han ido!, pero el que vendrá tendrá que ser mejor que todos los vividos. Feliz año, pues, queridos hermanos que terminaremos todos en el mismo lecho duro y amable de la tierra…