De la "barbarie" al burdo plato de lentejas…

  1. Uno de los problemas más grave que comenzó a desintegrarnos socialmente, luego de la Independencia, fue el convencimiento por parte de la elite intelectual y gobernante, de que éramos unos salvajes, unos indios o mulatos indecentes, flojos. Esa idea llevaba sobreentendida el racismo (y el fulano problema que nos arrasó durante un siglo de que sufrimos de muy baja "autoestima"). El general José Antonio Páez en cuanto se instaló como mandamás de Venezuela, comenzó a distanciarse de los llaneros y de los indios, y a ver como tipos sublimes, inteligentes y bellos, a los ingleses y franceses. Se rodeó de ellos y los tenía en su círculo más íntimo. Los ingleses le hicieron ver, por ejemplo, que su esposa Dominga Ortiz no era agraciada, que carecía de modales civilizados, por lo que le buscaron una amante ("fina"), la tal Barbarita Rivas. Por su lado, los Monagas, dueños del oriente del país, también se rodearon de racistas europeos, y lo que acabó haciendo Antonio Guzmán Blanco quien más papista que el Papa se estableció en Francia y casó a sus hijas con condes y marqueses.

  2. La clase intelectual nuestra comenzó a escribir novelas y poemas afrancesados. Latía en las venas de nuestros doctos las luces del enciclopedismo francés, se hundían en sus aguas hasta que comenzaron a ver al negro y al indio como seres de raza inferior. Al entrar en este caos no se podía sino trasmitir una educación adulterada, falsa y miserable. Entonces fuimos pasto fácil de la depredadora y humillante cultura occidental. Observará Jorge Abelardo Ramos, que es imposible que el pueblo se eduque sin el ejercicio de su propia soberanía.

  3. En Doña Bárbara, Rómulo Gallegos refiriéndose a El Brujeador, dice: "Su compañero de viaje es uno de esos hombres inquietantes de facciones asiáticas que hacen pensar en alguna semilla tártara caída en América Latina, quién sabe cómo y cuándo. Un tipo de razas inferiores, crueles y sombrías, completamente diferente del de los pobladores de la llanura".

  4. En estos escritores como Gallegos, salta la pluma vivaz y ardiente, pero les falta el coraje, la locura noble del que no debe transigir con ninguna clase de sometimiento colonizador. No se definen porque no saben si el yanqui a la larga puede acabar sirviéndoles de tutor, de gran guía civilizador. Para Gallegos en el mestizaje vibran las fuerzas negativas del indio y el negro en contra de las del refinado europeo, por lo que los mestizos no iban a poder salir nunca adelante sin la mano del gringo o el europeo1. Hace un gran esfuerzo el famoso novelista para encontrar un camino propio en medio de la angustiosa esquizofrenia que acaba apoderándose de su pluma, que le tortura, y llega un momento en que ve en la supuesta evolución de algunos positivistas una grave equivocación. Atormentado se pregunta: ¿Hacia dónde podía evolucionar un pueblo inmerso en la explotación, en el latifundismo y las miserias del hedonismo y del más degradante utilitarismo? Porque tal evolución, ¿debería estar enmarcada por la fuerza bajo el patrón de los valores del capital y de las relaciones laborales?

  5. Gallegos imagina que si niega esta posibilidad de evolución en la dirección que marcan los intelectuales europeos (y sus imitadores en América Latina), quedará sin base imaginativa para estructurar sus novelas. Venezuela, es su idea, para salir de abajo tiene que emular a la civilización europea para así alcanzar un destino "propio".

  6. En este conflicto moral, Mariano Picón Salas, bastante confundido, llega a decir que no hay que juzgar únicamente las circunstancias autóctonas en nuestro retraso "sino también las de un imperialismo voraz, las de consorcios inversionistas sin escrúpulo, que encontraron en el duro pastor de La Mulera (Juan Vicente Gómez) el mayordomo que requerían sus intereses."2 Es así, como caen en la trampa tanto Gallegos como Picón Salas, al creer que la única salida posible hacia el progreso debe ser unirse al carro de la civilización europea, pero siempre detrás, siendo empujada por ella y bajo sus órdenes y dominios. ¿Cómo es que no saben, tanto Gallegos como Picón Salas, que nuestra América está hundida porque ha sido adrede despezada por los europeos? A partir de 1850, todas las guerras internas son propiciadas por los europeos, y comenzaran a levantar sus negocios a partir de nuestra destrucción, de nuestro caos y perpetua inestabilidad. Aún se mantiene esta monstruosa estrategia desintegradora, en los conflictos políticos que han vivido Colombia, Ecuador, Haití, Honduras, Bolivia, Perú, Argentina y Chile.

  7. Emprendieron aquellos intelectuales, en los que hay que destacar también a Rufino Blanco Fombona, Pío Gil, José Gil Fortoul, Alberto Adriani, Laureano Vallenilla Lanz, en una especie de gladiadores enfurecidos que estaban luchando denodadamente contra los temporales de un supuesto complejo de inferioridad o de aplastante degradación moral que nos degradaba y nos hundía en la nulidad más absoluta. Hay momentos en que Mariano Picón Salas llega a sentirse en su tierra como una especie de gringo desterrado, cuando describe a su propia gente de este modo3: "Las nuevas generaciones –hay que decirlo- han perdido el sentido del gusto y hasta cometen en sacrilegio de beber whisky durante la comida". Aunque en momentos, Picón Salas llegue a sentir nostalgia de la vieja Caracas, cuando sea espectador de los grandes cambios que se suscitan en la capital, aunque los admita como necesarios para el desarrollo capitalista y diga que ya las tertulias familias con valses románticos, sangría preparada en casa y poemas de Andrés Mata iban siendo reemplazados por los parties a la yanqui, en los Country Club. Las damas se juntan a chismorrear y quejarse de su país mientras juegan al bridge o al runmy. Que entonces la muchacha nadadora o tenista tenía más nivel social que la recitadora".

  8. Los hígados finos comenzaban a ser destrozados por las espirituosas bebidas como el brandy, el high ball, cocteles o whiskies, todas ellas delicatesses importadas. Toda esta ingesta de alcohol se hará tan intensa que para la década de los setenta y ochenta toda una generación de valiosos intelectuales habrá dejado sus hígados en las barras de los bares y restaurantes del Este de Caracas. Para 1990, ya seremos en gran medida un país de exquisitos borrachos. Por su parte, la cultura gringa irá insuflando un tipo de infatuados burguesitos que son pura poses, que sólo por provenir de la oligarquía se siente con derecho a incursionar en los clubes finos, en las academias, en los ateneos, en la política. Es el surgimiento del sifrinismo empollado en los clubs plutocráticos, los que hablan de que ha de hacerse una revolución para desplazar todo lo viejo, todo lo feo, todo lo atrasado y cuanto avergüence al que nos visite desde los países civilizados.

  9. Se plantará, pues, una enfebrecida lucha por intentar entrar en la civilización occidental, mediante la copia de lo que se hace en Europa o en Estados Unidos. Sobre todo, en procurar asimilar cuanto produce Norteamérica que es mucho más moderno y capitalista. En 1936, cuando digan que al fin Venezuela ha llegado al siglo XX, descubrirán que el pueblo no ha perdido toda sensibilidad humana porque es capaz de responder a consignas inteligentes: porque se desborda la matrícula en institutos y escuelas técnicas, porque las domésticas podrán asistir a los liceos nocturnos y los obreros ser capaces de usar los baños públicos sin llegar a destruirlos. Desesperada e ingenuamente trataban nuestros intelectuales de hacerle ver a los extranjeros explotadores de las compañías petroleras y a los inversionistas, que las necesidades de nuestros trabajadores eran similares a los de Texas, Massachusetts o Virginia. Que por favor, se dieran cuenta de que la Divina Providencia no le había dado sólo a la raza sajona el privilegio de tener casas limpias, escuelas con amplios ventanales y cómodos bancos o "Centros Sociales" donde reunirse después de las horas de trabajo.

  10. Mariano Picón Salas en la misma posición de Gallegos y del resto de los intelectuales de su época, enviaban esos mensajes que nunca leía ni le interesaba estudiar ni mucho menos entender a la burguesía explotadora llegada de Europa o de Estados Unidos4: "… al antiguo No Trespasing con que los inversionistas se defendían contra la peligrosa gente nativa, nuestro pueblo opuso su designio de "traspasar". Y esto no era precisamente "comunismo" –palabra con la que quiso detenerse en 1936 todo justo avance social- sino más bien una forma moderna de capitalismo; la que aumenta el número de consumidores…".

  11. Para Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt y Alberto Adriani, en 1939, uno de los puntos esenciales que debía contemplar el nacimiento de la nueva Venezuela (que para ellos apenas entraba al Siglo XX), estaba en promover una inmigración de raza blanca; igualmente consideraban indispensable, controlar e impedir por todos los medios, inmigrantes provenientes de las islas vecinas. Por otro lado, se hacía indispensable comenzar de inmediato un gran programa educativo para formar técnicos, médicos, ingenieros, arquitectos y químicos. Todo lo que propendiese al desarrollo tecnológico. Para Gallegos esto sería fundamental para contribuir a la contención de la barbarie.

  12. No entendemos cómo en aquella época podía avenirse esta «educada» posición de Adriani y Gallegos con la de Betancourt, el que sostenía: «a los venezolanos no nos gusta sino nuestra tierra, y su gente retrechera y las arepas de chicharrón5». Adriani, que había trabajado para Gómez, jamás había sido disciplinado en sus estudios, y su filosofía estaba fundada puramente en ideas de los liberales europeos. Con una mezcolanza de lecturas no muy bien asimiladas, quería estructurar una nueva ideología capitalista y nacionalista. Para Adriani, por ejemplo, Juan Vicente Gómez había sido un sabio6. En cada reunión con sus amigos políticos, él hablaba del gran resurgimiento alemán, del filósofo italiano Adriano Thililger, de Vaihilinger, Einstein y Spengler. Había pasado cuatro años como funcionario de la Unión Panamericana, indigestándose con el desarrollismo norteamericano. ¿Qué otro papel podía jugar el discípulo de Adriani, Rómulo Betancourt sino el del ir echando las bases de una organización que nos atase de por vida a los intereses norteamericanos?

  13. La admiración de Adriani por los Estados Unidos la iba a trasmitir a Betancourt y a los sesudos estudiosos de economía de la época. Adriani aseguraba que no había nada más paternal, más humano, más serenamente dulce e industrioso que el mundo de la fornida América de Tomás Jefferson. Esta era la nación capaz de humillar o de destruir a cualquier país que con razón o sin ella hubiese tenido el atrevimiento de agraviar a uno de sus hijos gringos. El joven experto en finanzas del gobierno de don Eleazar López Contreras, recalcaba en cada una de sus charlas que Estados Unidos preparaba a sus hijos admirablemente para que despilfarrasen sus fortunas morales y materiales en beneficio de la humanidad; que los norteamericanos nada tenían que ver con los latinoamericanos (gente afligida por un maldito complejo de inferioridad, temerosos, apesadumbrados, mirando su propia sombra)7. Para Adriani, eso de andar escribiendo poemas incendiarios y haciendo inflamadas invocaciones a los manes de los próceres y abuelos batalladores, era gastar malamente pólvora en salvas. Él tenía la fórmula salvadora: había que seguir el ejemplo del progreso del Norte y copiar en todo y cada uno de nuestros proyectos y programas lo que los norteamericanos habían hecho para salir de abajo o forjar su poderosa nación. Una estupidez, porque si eso hubiese sido fácil, el ponerse cada país a copiar a los gringos (y que éstos los hubieran ayudado) para ser tan poderosos como ellos, el mundo hubiera estallado en mil guerras en poco tiempo, y pulverizado en mil pedazos…

 

1 Esta idea esta fija en Gallegos en sus novelas La Trepadora, Pobre Negro, La Rebelión, Los Inmigrantes y Canaima.

 

 

2 Ibídem, p.33.

 

 

3 Ibídem, p. 105.

 

 

4 Ibídem pgs 50-51.

 

 

5 Rómulo Betancourt, Antología Política, Volumen sexto, 1953-1958, Fundación Rómulo Betancourt, Caracas-Venezuela, 2004, p. 11.

 

 

6 Alberto Adriani, Textos escogidos, Biblioteca Ayacucho, Caracas (Venezuela), 1998, p. 229.

 

 

7 Ibídem, p. 162.

 



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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