Lucha por salario digno e independecia de clase

Siempre es bueno aprender, sobre todo cuando hay un intercambio franco de experiencias y reflexiones de luchadores sociales, como el que tuvimos el pasado 3 de marzo en Valencia, en la sede del sindicato de trabajadores electricistas, para conversar acerca de la lucha de los trabajadores venezolanos por el salario digno, pero también por la recuperación de lo que, en perspectiva, resulta todavía más importante: los derechos laborales, el Estado de Derecho en general y la independencia del movimiento sindical.

Allí estuvo el presidente de La Federación de Trabajadores Eléctricos, Ángel Navas, el investigador de asuntos laborales, profesor Héctor Lucena de la Universidad de Carabobo, y el abogado laboralista, Humberto Oliveros. Es el segundo foro sobre temas claves que organiza el Grupo de Pensamiento Crítico, junto a los amigos del PCV y de la organización UNIOS, en lo que hemos llamado “Foro Social de Carabobo”. Ya habíamos promovido sendas actividades de encuentro en Valencia y Maracay (este 10 de marzo), con María Alejandra Díaz, Oly Millán y Oscar Figuera, acerca de un tema que nos parece muy pertinente en este momento: el balance del chavismo.

La irrupción en las calles del movimiento magisterial exigiendo un salario digno, a partir del 9 de enero (fecha que hay que anotar), indudablemente significó un amanecer de las luchas de los trabajadores en Venezuela. Se juntaron a la perseverancia de los jubilados y los universitarios. Coincidió en el tiempo la protesta auténtica de los maestros, dando toda una clase en casi todas las ciudades del país, con la movilización de los trabajadores de SIDOR, frente a la cual no pudieron hacer nada las UBCH convocadas por el Partido de Gobierno para confrontar a los obreros, con una práctica claramente fascista. Llevándole la contraria a los dirigentes del aparato cívico-militar, hoy resumen de la dominación lumpenburguesa, las personas de pueblo de esos organismos (¿de masa? ¿del aparato partidista?) apoyaron a sus amigos o familiares trabajadores. Un primer ejemplo de insubordinación masiva, muy elocuente, de la base pesuvera. Pero antes, como señaló el profesor Lucena, habían ocurrido algunas otras evidencias del despertar: la convocatoria independiente de las elecciones internas de la APUCV, sin pasar por la alcabala del CNE, y el logro del pago completo del 8,5 de los trabajadores universitarios, luego de una fuerte protesta.

Por supuesto, la movilización de los trabajadores ha sacudido las estructuras de un sindicalismo que, desde hace tiempo, son como los partidos políticos actuales: unas cáscaras vacías, una “nata” superficial de “dirigentes” de nada (“del aire, del reflejo de la luna sobre el agua”, como decía aquella canción de José Luis), que se cree por encima de sus supuestos representados, reuniéndose con los jerarcas del gobierno, con los patronos, sin pasar por la consulta ni la participación de los supuestos afiliados. Como señalaba un compañero en el foro del sindicato de Valencia, la acción de las masas trabajadoras (los maestros, los obreros de SIDOR, los pensionados, etc.) ha evidenciado que el movimiento sindical y obrero de este país atraviesa por una crisis de legitimidad y representatividad desde hace años, que ha producido por el camino varios intentos de cúpulas que han caído en los mismos vicios de todas las burocracias anteriores. Ojalá este momento de relativo despertar sirva para ver salidas a esta terrible situación.

Causas de esta crisis de las organizaciones sindicales, son muchas. Algunas las podemos resumir en una frase: ausencia de independencia de clase, de autonomía de las organizaciones de los trabajadores respecto del Estado el cual es, en muchos casos, el patrono mismo. Esto afirma la tiranía de una clase sobre la otra. Pero, hablando con más especificidad, se trata de mecanismos de dominación que van desde el detalle, que viene desde el gomecismo, del condicionamiento del Estado al funcionamiento de los sindicatos, los cuales, no solo deben informar solamente de la realización de formación o elecciones en su interior (como se hace en muchos países; en la mayoría ni siquiera se notifica), sino que se ha hecho costumbre esperar “autorización” de un ente extraño a la base sindical para legitimar procesos internos. Pero hay otros mecanismos de dominación directa que se han agudizado como resultado de esta ausencia de independencia del movimiento de trabajadores.

Algunos de esos dispositivos de poder pueden ser reconocidos a partir de una sincera y franca autocrítica: los trabajadores se han visto divididos por una polarización política que, posiblemente, tuvo sentido cuando la institucionalidad venezolana estuvo en peligro por las amenazas de golpes e insurrecciones apoyadas por los Estados Unidos (2002-2003; incluso 2014 y 2016), pero que hoy, especialmente ante el giro del gobierno hacia políticas salvajemente neoliberales, que borran prácticamente todos los derechos laborales (abolición de la contratación colectiva, tercerización de hecho, bonificación del ingreso) y someten a los trabajadores al hambre con un salario menor que el de Haití, solo contribuye a la división en las luchas reivindicativas. Esa división político-partidista llevó a “dejar pasar” violaciones cotidianas de los derechos, comportamientos despóticos de jefes militares en los sitios de trabajo que solo esperan subordinación mecánica de los ciudadanos, prácticas intervencionistas y decisiones patronales de las Inspectorías, desaparición de la protección social en favor de una privatización total de la salud laboral, y otros, muchos, abusos.

Pero, sobre todo, la división por arriba debilitó completamente un movimiento obrero que todavía, en 2007 y 2011 conversaba de tú a tú con el Presidente de la República, para gestionar un servicio tan importante como el suministro eléctrico y daba importantes demostraciones de fuerza para realizar acciones que debieran ser normales en un Estado de Derecho: la introducción de un pliego de peticiones, etc. Al final, ese proceso de pérdida de independencia de clase ha llevado a la postración y a esa debilidad de las organizaciones, que hoy ni siquiera cuentan con la logística necesaria para plantearse cualquier acción de fuerza para reclamar los derechos.

Sobre esa condición de debilidad, es que se monta la ofensiva neoliberal oficial contra los trabajadores, que solo deben contar consigo mismo para defenderse. El gobierno (y esto hay que comprenderlo y aceptarlo definitivamente, incluso por aquellos que fueron de la CTV a UNT, y de allí a la CBT, solo para conseguirse, al final, que habían caído en una guarida de agentes patronales) está defendiendo los intereses de una burguesía, nueva y vieja, que, no contenta con haberse enriquecido por la apropiación delictiva de la renta (asignación de divisas por el gobierno), le da la bienvenida al capital transnacional y promueve las condiciones más adversas para los trabajadores, abaratar su costo hasta por debajo del nivel de subsistencia, para seguir reduciendo su participación en los ingresos nacionales y agudizar la explotación hasta la muerte por inanición.

Como se ha comentado en varios escenarios, el Estado de Derecho ha sido abolido desde hace tiempo. Una Constituyente de rasgos franquista acabó con la organización del Estado democrático. La llamada Ley “Antibloqueo” suspendió definitivamente la Constitución al concentrar todo el poder en un presidente que puede “desaplicar” en secreto leyes enteras. No hay autonomía de poderes públicos. Hay un TSJ y tribunales del trabajo, todo un Poder Judicial que falla sistemáticamente contra los trabajadores (una guinda: la declaración pseudo ontológica del TSJ de que el memorándum de la ONAPRE “no existe”). Hay mecanismos de control despótico sobre los sindicatos en las inspectorías. Hay burócratas sindicales que trafican con los derechos de los trabajadores, sobre la base de la jaladera de bolas.

En el foro se concluyó que es urgente rectificar y “refrescar” las organizaciones sindicales para empezar a salir de ese foso de debilidad y dominación. La consigna central es la Unidad. Unidad de los trabajadores en la base, en la calle, en la movilización; más allá de diferencias político-partidistas, en función de la lucha por la reivindicación central que es hoy el salario digno. Unidad de las organizaciones. Unidad de cada fracción de trabajadores: los que tienen “poder estructural” (porque su acción puede impactar directamente la economía del país), el “poder social” (porque tienen relación directa con la población en general, como los maestros), el poder institucional (como los universitarios que tienen algún peso en sus instituciones). Hay la propuesta de realizar elecciones independientemente del CNE o cualquier organismo controlador de la vida del movimiento obrero.

Las líneas centrales entonces son UNIDAD EN LA LUCHA, INDEPEDENCIA DE CLASE, AUTONOMÍA DE LAS ORGANIZACIONES SINDICALES. Ojalá que de verdad estemos ante un nuevo amanecer y al fin logre salir el sol.


 



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Jesús Puerta


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