Aníbal Nazoa y la tauromaquia

En estos días las derechas de Mérida, la tradicional y la de los nuevos ricos, se unen en su fervor por la tauromaquia; unos y otros anuncian una cruzada de educación taurina. Ante la resolución de viejos y nuevos reaccionarios que se niegan a ver la anacrónica práctica desaparecer, cabe recordar al gran escritor venezolano Aníbal Nazoa, y su aguda crítica humorística de esta tradición española en decadencia.

El rector de la Universidad de los Andes, Léster Rodríguez, estrenando su candidatura a la gobernación del estado Mérida, anunciaba el pasado carnaval, entre corridas y pavosas elecciones de reinas universitarias, la creación de una cátedra de tauromaquia. Esto tiene precedentes: en años pasados la ULA ha organizado coloquios sobre tauromaquia y cursos de periodismo taurino. Sobre estas artes literarias asociadas al arte de destrozar vivo a un toro para deleite de centenares de beodos, al más puro estilo del circo romano, comentaba Aníbal: "Cuando un torero sale a la arena, sale ante todo a hacer gramática. Lo decimos- así Paquiro se revuelva en su tumba y Pepe Illo arrugue el entrecejo dispuesto a perdonarnos sólo en parte- porque estamos convencidos de que los verdaderos matadores no se hacen con la espada sino con la pluma. El propio (José) Bergamín, cuando se acoge al principio de que en el toreo todo es verdad y todo es mentira en cierto modo está reconociendo que los toreros no serían la mitad de lo que son si no fuera por el palabrerío que los rodea". "He aquí el secreto de la crónica taurina: aprenderse el vocabulario y enriquecerlo. Crear: ¡Casi nada! No queremos desilusionarlo, pero aparte de las partes de un buque no hay nada más difícil de aprender que la terminología de la tauromaquia". (1)

La sinceridad es un atajo efectivo, pero rara vez transitado. Para escribir una crónica adecuada, Aníbal prescribe 6 reglas sencillas, pero inconfesables para cualquier profesional del periodismo taurino:

"1) Olvide su nacionalidad y sea español. O mejor, espano.
2) Nunca llame las cosas por su nombre. Al toro llámelo bicho, o cornúpeta, o como se le ocurra, pero nunca toro.
3) Renuncie definitivamente al humor. La fiesta es un drama, una cosa muy seria. Recuerde las caras de cólico nefrítico que ponen los bailarines flamencos.
4) No tenga miedo de ser cursi: la cursilería taurina es la más respetable que existe. Así que ¡a zé cursi, zí zeñó!
5) Vaya a los toros. Déjese ver con los diestros (¡por favor! no piense que le estamos insinuando entrarle a la suerte del sobre) y llévese su bota de manzanilla. Que se sepa, pues, que usted está en er lío der toro.
6) Haga lo posible por llamarse Paco, Pepe o Manolo." (2)

Éstas notas resultarían de gran utilidad para una cátedra de tauromaquia que, como corresponde al medio académico, elabore su método sobre la base de la sistematicidad y el rigor. Es de suponer que en algún momento, entre cócteles, habrá clases en esa cátedra.

La alcaldía de Mérida tampoco podía dejar que se extinga esa especie de bailarín de ballet con traje de lentejuelas, capa, zapatillas, y espada, que es el torero, o que su existencia quede en un futuro próximo reducida al ámbito de los museos y las pasarelas. Por eso anunció la creación de una Escuela Bolivariana de Toreros, administrada por un Círculo Bolivariano de Toreros. (3)
Sobre el oficio de torero, Aníbal Nazoa nos plantea que "es falsa la teoría según la cual el torero debe ser español; la verdad es que puede haber nacido en cualquier parte del mundo, siempre y cuando se sienta español. (…) Cualquiera que sea su nacionalidad, ha de aprender a decir jozú a cada momento y a soltar un ¡mardita zea! Donde con gusto soltaría una expresión típica de su país". "Quien aspire a vestir de luces tiene que poseer una serie de cualidades… Ha de ser más bien bajo de estatura, pues de lo contrario corre el riesgo de que los toros no luzcan lo suficientemente imponentes ante él… pero también delgado, no vaya el respetable a tomarlo por el muñequito de los cauchos Michelín. (…) El torero perfecto, el ideal, es el que además de la superstición y la manía tiene un amuleto. Como Valentín Piñonate, mejor conocido como Esparadrapo de Málaga, que se negaba a torear si en el encierro había algún bicho con una mancha en forma de mapa de Nicaragua en el testuz, tenía la manía de arrancarle los pelitos a la montera mientras picaban al toro (debido a lo cual también se le conocía como er de la montera sarnosa) y nunca salía a la arena si no llevaba bajo la faja una araña de goma a la que él llamaba Doña Sol.
En política el torero siempre es apolítico, esto es, derechista. Un torero de izquierdas, de llegar a existir, resultaría algo tan raro como un gaucho albanés. Correlativamente ha de ser mu beato, aunque nunca terminaremos de comprender cómo puede un buen cristiano encomendarse a la Virgen antes de irse a torturar a un pobre cuadrúpedo que no le ha hecho ningún daño".(4)

Sobre la improbabilidad de conseguirse a un torero de izquierda, y la existencia de una escuela bolivariana de toreros, la aparente contradicción se resuelve siguiendo la pista del dinero, como recomendaba el misterioso investigador del caso Watergate. Los burócratas de la alcaldía "bolivariana" de Mérida impulsan las corridas buscando una participación privilegiada en el negocio taurino y cervecero, actividades muy lucrativas e íntimamente asociadas. Los toreros luego se arriman a la alcaldía, una de las pocas instituciones en el mundo que da apoyo oficial a la tauromaquia, buscando financiamiento. Al hacerlo, utilizan un disfraz bolivariano confeccionado con las mismas medidas que se usan en la alcaldía.

Volviendo a las recomendaciones para el aspirante a torero, vemos que la escuela bolivariana de toreros ha de ser, primeramente una escuela del miedo:
"Los toreros siempre dicen que para arrimarse al toro hay que tener lo que hay que tener. ¿Y qué es lo que hay que tener? Pues miedo, mucho miedo. Lo dice el propio Bergamín, para seguirlo citando: El peor truco del torero es la valentía; el torero truculento y sensacional de la valentía es un tramposo . Lo que seguramente quiere decir don José con esto es que el miedo, y no la capa, es la principal herramienta de trabajo del torero (…) Cuando un cronista celebra la vergüenza de un torero, seguramente se refiere a la que el diestro siente al enfrentarse con diez o quince mil personas de su parte, a un animal que previamente ha sido afeitado, maltratado con costalazos de arena sobre los riñones, reflectores para no dejarlo dormir y otros preparativos aparte de los que ya trae en sí como animal hecho a la medida; si agregamos a todo esto la tortura de la pica y las banderillas, es fácil concluir que para la hora de la suerte suprema el matador usa el estoque tan sólo por llenar una fórmula, puesto que lo mismo podría liquidar a su enemigo de una cachetada y hasta de un grito". (5)

La escuela bolivariana de toreros ha de formar cobardes, y la cátedra de tauromaquia mentirosos. Curiosamente, la primera a nombre de la revolución, y la segunda a nombre de la academia. En realidad, para esos fines no era necesario fundar una escuela o una cátedra: al interesado le bastaría con seguir el ejemplo de quienes conducen hoy la universidad y la alcaldía.

Notas

1.- Aníbal Nazoa; "Obras incompletas"; Monte Ávila Editores; 1969. Pgs 203-204.
2.- Ídem
3-.Ver el Diario "Cambio de Siglo", en su edición del 27 de febrero de 2007, página 10.
4.- Aníbal Nazoa; "Las artes y los oficios"; Monte Ávila Editores Latinoamericana; 2005. Pgs 182-188
5.- Ídem

timoteocuica@yahoo.com


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Simón Rodríguez Porras

Músico y militante del Partido Socialismo y Libertad.

 @guitarraylapiz

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