La reciente decisión del Papa Francisco I, de revocar las bulas que justificaron teológicamente en el siglo XV, la conquista de este continente y el sometimiento y virtual genocidio de los indígenas americanos, motiva este artículo. Valga este breve texto como confirmación de la tesis de que todas las doctrinas y dogmas del cristianismo se fueron elaborando durante los dos milenios y pico de su existencia, como justificaciones y argucias que sirvieron en innumerables luchas por el poder. De modo que el Jesús que conocemos a través de las Iglesias y el montón de sectas es, casi en su totalidad, inventado de acuerdo a conveniencias del momento, aderezadas por conceptos que se presentan como eternos.
Los que saben de eso, distinguen entre el Jesús histórico y el teológico. De este último, no voy a hablar, aunque, como verá el lector, sólo se puede comprender si se entiende el primero. Lo que intentaré a continuación es una reconstrucción acerca del Jesús que pudo haber existido real e históricamente (algunos grandes eruditos, incluso creyentes, tienen la duda de si realmente existió) y, por supuesto, varias conjeturas basadas en investigaciones muy documentadas, de reputados historiadores europeos y norteamericanos.
Generalmente, los creyentes aceptan únicamente los evangelios como fuentes para decir algo del personaje. Por supuesto, desde hace tiempo (con más precisión, desde principios del siglo XIX), esto no fue satisfactorio para los estudiosos que, en virtud de la honradez científica, han recurrido a otras fuentes: las crónicas escritas en los tiempos cuando supuestamente hizo vida pública Jesús de Nazareth, documentos varios que se refieren a personajes mencionados en los evangelios (por ejemplo, Poncio Pilatos, el emperador Tiberio, Sejano, el conspirador contra el emperador, el Rey Herodes, etc.); incluso los mitos que circulaban en la época cuando supuestamente existió Jesús, que corresponde al mandato del Emperador romano Tiberio. Atendiendo a las tendencias que promovían la visión científica del conocimiento, desplazando los dogmas de fe y las autoridades de la tradición, se comenzaron a escribir y publicar biografías del personaje, depuradas de aspectos ya considerados como "mágicos", claramente inventados o copiados de los cultos "mistéricos" esotéricos de la época: nacimientos extraordinarios con estrellas, reyes astrólogos, prodigios, milagros, resucitaciones, curaciones a punta de pura fe y poderes sobrenaturales. Un autor como Renan, por ejemplo, publicó una "Vida de Jesús" en la cual vinculaba factores como la geografía, el clima y las tradiciones de los judíos palestinos de aquel entonces, con las características del conocido relato. Hasta Hegel, el maestro de Marx, sacó, a principios del XIX, su propia "Biografía de Jesús", y así otros muchos autores. A finales del XIX, salieron estudios tan sustanciosos como el de Karl Kautsky (sí, el mismo renegado que Lenin insultaba), respetado profesor, líder destacado de la socialdemocracia alemana y erudito del marxismo, quien evidenciaba las raíces históricas de la cristiandad en la peculiar sociedad esclavista del Imperio Romano. Luego surgieron corrientes hermenéuticas bastante interesantes, como la de Bultmann, que descubrieron que el 80% de los evangelios era un "corte y pegue" de los llamados "cultos mistéricos" que proliferaban en el Imperio Romano, una especie de sectas esotéricas basadas en mitos extraordinarios, a partir de dioses como el egipcio Horus, el oriental asimilado griego Dionisos, entre otros.
Fue a partir de la "teología de la liberación", por allá en la década de los 60, que los intérpretes comenzaron a advertir en el evangelio, algunas líneas que vinculaban la figura de Jesús con una suerte de líder izquierdoso, defensor de los pobres y hasta dispuesto a emplear las armas para realizar una revolución que, traducida a la contemporaneidad, se parecía demasiado con la socialista. Los estudiosos que exploraban el Jesús Histórico, les dieron la razón a algunos aspectos de esa interpretación "de izquierda", aunque advirtieron dos cosas importantes: a) en los evangelios, efectivamente, hay elementos que apuntan a dibujar los rasgos de un revolucionario social y político; pero, también, hay trazas de un Jesús pacifista, fuera de "este mundo", puramente "espiritual"; b) en todo caso, esos rasgos políticos de Jesús debían comprenderse a la luz del contexto real de la Palestina de aquel entonces, colonia del Imperio Romano, una sociedad judía donde pululaban y combatían diversos grupos, tendencias, predicadores y caudillos, que mezclaban en una sola cosa (porque esa es una característica de la época), lo político (la liberación de la "Tierra Prometida" del dominio romano) y lo religioso (diseño del culto, administración de los templos, interpretaciones de los antiguos profetas hebreos) (Cullman, 1980). Convencionalmente, las interpretaciones de "izquierda" destacan los aspectos sociales y políticos del Evangelios; mientras las versiones de "derecha" resaltan declaraciones supuestamente apolíticas, espirituales, de "otro mundo".
Cito una larga lista de indicios de los Evangelios, recogidos por el historiador Fernando Bermejo Rubio (2018), siguiendo una rigurosa metodología histórica, para respaldar la visión de un Jesús revolucionario (no socialista; sino más bien nacionalista, anti Imperio Romano): : 1) Jesús fue crucificado junto a un grupo que, por el tipo de pena aplicada (la crucifixión), se infiere que son los principales de una organización anti-imperial; llama la atención la relevancia del propio nazareno, a quien lo identificaron (como era uso de la época) con un cartel que evocaba la imputación del ejecutado, que decía "Rey de los Judíos": una acusación claramente política, 2) El grupo responsable del arresto de Jesús fue un contingente armado (Mc 14,43.48); 2) Jesús ordenó a sus discípulos comprar espadas (Lc 22,36); 3) Al menos algunos discípulos poseían espadas, o sea, armas (Mc 14,47; Lc 22,36.38.49); 4) En el arresto hubo resistencia armada y hasta un soldado resultó con una oreja cercenada (Mc 14,47; Mt 26,51; Lc 22,38.49-50; Jn 18,10-11); 5) La violencia está presente tanto en el lenguaje como en la práctica del galileo (Mt 10,34; Lc 12,49; Jn 2,15); 6) Los discípulos de Jesús, y en particular su núcleo más íntimo, revelan una disposición violenta (Mc 3,17; 9,38; Lc 9,51-56); 7) El motivo de la pretensión regia de Jesús, conspicuo en los relatos de la pasión, reaparece en numerosos pasajes, como el de la «entrada triunfal» en Jerusalén; 8) Se atribuye a Jesús la voluntad de pasar inadvertido en ciertos viajes, como si se tratara de un cuadro clandestino que quiere eludir la persecución de los organismos de seguridad; 9) Algunos pasajes relativos a la estancia en Jerusalén presuponen secretismo y precaución, conexiones clandestinas con seguidores en la ciudad y el uso de contraseñas (Mc 11,1-6.11.19; 14,12-16); 10) El sumo sacerdote conecta la posibilidad de que Jesús continuase sus actividades con una intervención violenta del poder romano (Jn 11,47-50); 11) Jesús prometió a sus discípulos que, sentados sobre tronos, juzgarían a las tribus de Israel (Mt 19,28; Lc 22,28-30); 12) Los discípulos esperaban que Jesús restaurase el reino a Israel (Lc 24,21; Hch 1,6); 13) Algunas afirmaciones de Jesús expresan el anhelo de una reconstitución de la unidad nacional (Mt 23,37; Lc 13,34); 14) El sumo sacerdote interroga a Jesús sobre su enseñanza y sobre sus discípulos, lo que traiciona cierta aprensión respecto a estos (Jn 18,19); 15) Jesús predicó la llegada inminente del reino de Dios como una realidad material e intramundana (Mc 10,28-30.35-41; Lc 22,24.30); 16) La expectativa del reino de Dios tenía inequívocas implicaciones políticas, al expresar el anhelo del fin del dominio romano; 17) Jesús advirtió a sus discípulos sobre la hostilidad que encontrarían, y les transmitió la idea de que el discipulado implicaba sacrificios y aun la muerte (Mt 10,16.21-23.34-39; Lc 12,4; 14,25-27); 18) El dicho sobre «tomar la cruz» (Mc 8,34-35 y par.; Mt 10,38/Lc 14,27) indica una aguda conciencia de la hostilidad entre Jesús y el Imperio; 19) Varios de sus discípulos expresaron su disposición a morir con él (Mc 10,38-39; 14,29.31; Lc 22,31-33); 20) Ciertos episodios (huida de Getsemaní, traición de Pedro) testimonian el hondo temor de los discípulos a ser apresados y presumiblemente ejecutados; 21) Hay rastros de una profunda hostilidad recíproca entre Jesús y el tetrarca prorromano Antipas, hijo de Herodes "el grande" (Mc 8,15; Lc 13,31-32); 22) Jesús fue acusado de oponerse al pago del tributo a Roma (Lc 23,2); 23) Varios dichos atribuidos a Jesús reflejan una visión displicente de los no judíos (cfr. Mc 7,26-27; Mt 10,5; 15,24; 18,17); 24) Según Lucas 23,2.5.14, el núcleo que unifica las acusaciones contra Jesús es el de haber proclamado un mensaje políticamente subversivo y tenido pretensiones regias; 25) Algunos pasajes establecen una conexión entre la actividad de Jesús y tumultos populares (Mc 14,2; Jn 6,15); 26) Se atribuyen a Jesús comentarios mordaces contra los gobernantes (Mc 10,42-45; Lc 22,25; Lc 7,25/Mt 11,8; Mt 17,25); 27) En Hechos 5,35-39 se compara a Jesús y sus seguidores con movimientos reprimidos militarmente por los romanos; 28) Marcos 15,7 y Lucas 23,19 mencionan una revuelta cronológicamente cercana al arresto de Jesús, con derramamiento de sangre; 29) En Marcos 15,3 se afirma que Jesús fue acusado de «muchas cosas», las cuales (en consonancia con el título «rey de los judíos» (15,2) solo pueden haber sido cargos de tenor político (cfr. Lc 23,2); 30) Los relatos de la infancia expresan el anhelo de liberación nacional y de subyugación de los gentiles (Lc 1,32-33.51- 55.68-74; Lc 2,38); 31) El libro de la Revelación presenta a «Cristo» como un guerrero envuelto en un manto salpicado en sangre y al mando de huestes celestiales (Rev 14,20; 19,12-16).
Hay muchos indicios adicionales: el cronista judío Josefo, cuando relata la vida cotidiana en la Palestina romana, menciona una "cuarta filosofía", distinta a la de las tendencias más conocidas (fariseos, saduceos, esenios), que representaría esa combinación de religión y política en la lucha armada contra los dominadores romanos. Algunos intérpretes han señalado que esa ideología era la de los Zelotes, un grupo armado anti-imperial. Cabe recordar que apenas 40 años después de la crucifixión, hubo efectivamente una verdadera guerra de liberación judía, impulsada por el partido de los "zelotes", en el cual militaban, incluso, algunos apóstoles (Simón, por ejemplo). Este levantamiento armado fue aplastado por las fuerzas imperiales, que, además, destruyeron el templo de Jerusalén. Los propios evangelios se refieren ocasionalmente a tumultos y a episodios de represión por parte del poder romano. Otras fuentes confirman que en los años veinte del siglo I, hubo varios líderes que predicaron un mensaje, a la vez, religioso y anti-imperial. De hecho, los cronistas mencionan a un Judas, el Galileo, maestro de la Ley de Moisés e instigador de una ideología nacionalista de resistencia. Estos datos esclarecen los motivos de la condena de Jesús. Este debió haber sido ejecutado por un crimen de "Maiestas Imminuta", en la modalidad específica de "Adfectatio Regni" o aspiración a reinar, ilegítima para los romanos.
Si es así ¿por qué desapareció el tono anti-romano en los Evangelios? Kautsky (1982) nos da una explicación basada también en la historia. Los cristianos, de ser una de las tantas tendencias judías, pasó, con Pablo, a propagarse y reclutar militantes en ambientes propiamente romanos, griegos y de otras nacionalidades; por lo que la referencia a la circunstancia específica judía se tornaba inconveniente para la propaganda; más todavía si la causa judía había sido ya aplastada por el Imperio, para cuando se redacta el primer Evangelio, que todos los estudiosos datan hacia el año 70 o más. Tampoco era conveniente darle ese tono político en medio de las persecuciones de las que fueron víctimas los cristianos durante 200 años. Estas adaptaciones políticas, fueron seguidas por cambios doctrinarios, naturalmente. Ya cuando el Imperio legalizó la religión (con Constantino, quien se convirtió en 337) y, poco después, fue oficializada como la oficial del Emperador Teodosio, en 380, ya no tenía ningún sentido identificar a Jesús con los guerrilleros nacionalistas judíos, sino como una de las Personas de un Dios único (nadie entiende eso: por eso es un Misterio), cuyo mensaje incumbe a toda la Humanidad, sin distinción explícita de nacionalidades. Se impuso entonces el credo Niceno, por el mismo emperador, del llamado Concilio de Nicea que, además, aprobó nuevos dogmas como el de la Santísima Trinidad, el cual, por cierto, es negado por varias religiones norteamericanas surgidas en el sur de Estados Unidos, en la segunda mitad del siglo XIX (Testigos de Jehová, Episcopalistas, etc.).
Ahora, cuando el Papa Francisco I, el 31 de marzo recién pasado, da un paso de gran importancia histórica, al negar la doctrina que respaldó teológicamente a la Conquista de América por el Imperio Español en el siglo XV, evidencia que los dogmas cristianos (verdades indiscutibles, solo basadas en la fe) solo han sido impuestos por estrategia política. Así ocurrió también con, por ejemplo, la doctrina de la infalibilidad papal y otras. Dijo Francisco que las bulas papales fueron emitidas para legitimar la apropiación española y portuguesa de las tierras indígenas americanas y unas prácticas de conquista colindantes con el genocidio. Esas bulas, abunda el Papa, no reflejan adecuadamente la igualdad de dignidad y derechos de los pueblos.
Bien por el Papa Francisco I. Ya antes la Iglesia Católica había levantado la condena a varios científicos que habían cometido supuestas herejías. Esta adecuación a los tiempos le conviene a la institución. Pero hay que advertir que hoy esas doctrinas caprichosas son divulgadas por una gran cantidad de sectas que proliferan como el "corazón de u mundo sin corazón" que explicaba Marx, en función de detener avances como el de la despenalización del aborto, entro otros.
Al final, Jesús, si existió, fue un hombre comprometido con su época y la lucha de su pueblo.