¿Por qué el gobierno quiere la tarjeta del PCV?

Desde el momento en que formalizaron su ruptura con el gobierno, los amigos del PCV sabían que el gobierno haría cualquier cosa por anularlos, aniquilarlos, reducirlos a "polvo cósmico" (¿recuerdan de quién es la frase?). Ya había antecedentes: AD, COPEI, VP, PJ, por los lados de la oposición; PPT, Tupamaros por los lados de la izquierda. Eso, si lo juntamos con los obstáculos insuperables con los que se han conseguido organizaciones políticas como REDES y Marea Socialista para legalizarse, definen una constante propia de una casta burocrática-militar autoritaria y abusiva: impedir la expresión de posiciones diferentes o críticas. Si lo acompañamos con el cierre y la censura de medios de comunicación, violación de derechos humanos evidenciada hasta con muertes y denuncias muy específicas de torturas, tenemos el cuadro completo de una dictadura bonapartista, en el sentido clásico descrito por el propio Marx en el "18 Brumario de Luís Bonaparte": un despotismo cívico-militar, apoyado por un lumpen organizado, bien desde la cárcel de Tocorón, desde los Ministerios, los cuarteles o las grandes empresas del Estado, que descarga una verborrea llena de lugares comunes patrioteros, mientras somete a la población a la miseria más atroz.

Por supuesto, somos solidarios con el Partido Comunista de Venezuela frente a este nuevo atropello a los derechos y libertades democráticos que nos toca a todos, aun no siendo comunistas. Al parecer, ya fue convocado un "Congreso" de unas supuestas "bases" comunistas, que se suman al coro de aduladores tarifados del Super Bigote. Evidentemente, allí se reunirá una nueva cohorte de mercenarios políticos. En eso estamos claros. Y en esa política tienen responsabilidad todas las caras que aparecen representando este engendro histórico del madurismo: Maduro, en primer lugar, secundado por Jorge y Delcy Rodríguez, Diosdado Cabello, Padrino López, Lacava, etc. Todos estos individuos fueron libres de escoger qué hacer, y decidieron mantenerse en el poder a toda costa, sacrificando cualquier perspectiva democrática o socialista que ilusionó a mucho pueblo. Y lo hacen aniquilando el salario, los derechos laborales, reprimiendo, torturando y matando, y ahora, con esta nueva maniobra abusiva, aprovechando que los Poderes Públicos no son más que unas marionetas de un solo poder, el del Ejecutivo, que ha dado un golpe aniquilador a la Constitución.

En este contexto, uno pudiera pensar: "bueno; ¿qué es una raya más para un tigre?". En efecto, las previsibles decisiones del CNE y el TSJ dándole la representación del PCV a estos mercenarios, son seguras. Ya lo han hecho antes y lo harán después. Confirma su tendencia al autoritarismo. Pero veo que hay que decir otras cosas más, aparte de denunciar este nuevo caso de "judicialización" de la existencia de un partido político, esta nueva demostración de abuso despótico, de comportamiento antidemocrático e inconstitucional.

En primer lugar, ¿por qué esta maniobra para quitarle la representación legal del PCV a unas autoridades partidarias electas en un proceso interno impecable, con sus lapsos y formalidades? El primer interés del gobierno tiene que ver con la significación misma del partido de los comunistas en el espectro político del país, y más cuando se aproximan unas elecciones que lucen, desde aquí, cruciales. Desde hace tiempo (varios procesos electorales) votar con la tarjetica del PCV, fue el refugio de esa base disidente de la conducción oficial del chavismo-madurismo que no se atrevía, por múltiples razones (ya saben: chantajes simbólicos y emocionales: ¿vas a votar por la oposición loca de las guarimbas que te agredieron? ¿vas a hacerle el juego al imperialismo? ¿Te fuiste a la derecha?), a votar por la oposición apoyada por los Estados Unidos. Era como expresar "bueno, estamos por un proceso revolucionario; pero estos tipos están cometiendo muchos errores", o "están robando mucho", o "están traicionando, así, poquito a poquito".

La disidencia de la conducción pragmática y oportunista, primero, luego evidentemente corrupta y despótica, segundo, y tercero, neoliberal y traidora, tuvo distintas expresiones. Y estamos hablando de la disidencia que se produjo desde 2013 o, quizás, un poquito antes; no las disidencias o "purgas" (Miquilena y compañía) de aquel año legendario de 2002, que pudiera dar que pensar que el chavismo siempre fue policlasista. Nos referimos a esa disidencia que dio nacimiento a algo, muy heterogéneo (es cierto), que se llamó periodísticamente "chavismo crítico": Marea Socialista, los exministros, fracciones enteras. Pero el descontento de la base ya había empezado a manifestarse con la reducción sistemática de los votos del PSUV, desde el momento mismo en que fue electo Maduro, en 2013. Luego, parte (solo una parte) de ese descontento se canalizó hacia la tarjeta del PCV, como ya había ocurrido, incluso cuando Chávez estuvo vivo.

Quitarle la tarjeta a un PCV disidente del gobierno, tiene dos efectos principales: uno electoral y otro más trascendente, del nivel de lo simbólico e ideológico. Evita eficazmente que una tarjeta cualquiera apoye una hipotética candidatura en 2024 que luzca de izquierda, heredera de las consignas socialistas y antiimperialistas, que el gobierno quiere retener para sí como signo de identidad política, aun cuando ya sea lo contrario en la práctica. Precisamente lo simbólico está aquí: el gobierno no quiere parecer anti-comunista. Pero en este punto, de nuevo vuelven las contradicciones.

Dado el descontento de la base chavista, los jefes del madurismo desean evitar que haya una fuga hacia la izquierda, que pudiera ser representada por el PCV. En otras palabras, que lo poco o mucho del "chavismo crítico" se exprese en votos, contantes y sonantes. Es posible que ese "caudal" sea una quebradita, pero dada la debilidad del apoyo popular actual del gobierno, puede que sea vital para ellos que esos voticos se vayan a la abstención, o quizás a alguno de los candidatos de la dividida oposición, en lugar de hacia un (o una) vocera de las tradiciones discursivas de la izquierda.

Aquí llegamos al aspecto simbólico e ideológico de este nuevo abuso de un gobierno abusivo. Por múltiples razones, el gobierno no quiere dejar su apariencia de izquierda, mucho menos quiere pasar por anti-comunista. Como se sabe, el anti-comunismo es una ideología más, tan incoherente y ecléctica como el chavismo, pero igual de eficaz para ser asumida por ciertos sectores sociales. Durante la guerra fría, el discurso anti-comunista articuló toda la política exterior norteamericana, sirvió de doctrina a las feroces dictaduras latinoamericanas, y hasta llegó a ser una especie de nuevo revestimiento ideológico de partidos populistas, como AD y COPEI, que finalmente, terminaron por enterrar sus orígenes populares y nacionalistas, para convertirse en instrumentos del neoliberalismo. La historia es larga y conocida y no hace falta que la cuente en este momento.

¿Por qué el madurismo quiere seguir presentándose como de izquierda? Hay varios niveles de razones. La retórica antiimperialista y hasta anticapitalista todavía sirve de cemento o pegamento de algunos estratos de militantes de ese aparato político formidable, fundido al Estado, que es el PSUV. Incluso, es conveniente ante la existencia de otros gobiernos en el continente que hacen exactamente la misma operación demagógica y de identificación política de este. También es funcional con esa especie de oportunismo geopolítico que permite acercamientos con el PC de China, por ejemplo, o con el gobierno de Putin, mientras se vende gas a una Europa organizada en una herramienta del poderío militar norteamericano en el mundo como lo es la OTAN. Business is business, claro. La retórica antiimperialista da para mucho todavía en este mundo en plena guerra fría II.

También hay otra razón, digamos sociopolítica interna. El PCV se auto-identifica como el partido de la clase obrera. En los hechos, esa formulación está lejos de ser la descripción de una situación; es más bien la expresión de un deseo, de una intención. Digamos que es un lineamiento o un deber: para ese partido es una obligación llegar a ser una vanguardia de los trabajadores. He allí el punto peligroso. Por más que Maduro se presente como un "presidente obrero" (al mismo tiempo que "Superbigote"; pero esas incongruencias son su manera de ser), con estas políticas que pretenden ponerle en bandeja de plata al capital una fuerza de trabajo sumamente barata (una de las más baratas del mundo: un gran logro), el carácter de clase de la cúpula burocrático-militar no es, no puede ser, proletaria. Evidentemente, cada vez se define más como lumpen-burgués.

Hace poco, en un acto de solidaridad con el PCV, recomendaba el texto de Marx "El 18 Brumario de Luís Bonaparte". Los estudiosos saben a qué me refiero. El chavismo-madurismo es un bonapartismo, un gobierno despótico apoyado en los militares, con una fachada nacionalista, demagógica, que se coloca como árbitro entre las clases sociales durante una grave crisis orgánica, en la cual ni la burguesía ni las clases populares pueden asumir la hegemonía. Finalmente, después de despilfarrar la renta petrolera, entre el robo descarado y unas "misiones sociales" sin logros permanentes y consistentes, han terminado por definirse como una fuerza burguesa más, pero más corrupta que nunca, como lo muestran esas fantásticas sumas que se han "apropiado delictivamente", como diría Oly Millán. También en ese acto, yo caracterizaba a ciertos jefes del despotismo, como los hermanos Rodríguez (la referencia se debe a un viejo militante de la Liga, que todavía resiente la disolución del MEUP de la UCV en el movimiento 80), como muy inteligentes, aunque se les aplique la frase bolivariana de "el talento sin probidad es un azote".

Ciertamente, estos bonapartes son muy inteligentes. Por eso, más allá de mostrar una especie de serenidad o autoconfianza en que el PCV es eterno, que sobrevivirá como las cucarachas a una guerra nuclear (perdón por la comparación), o como los evangélicos en virtud de una fe indestructible, los amigos militantes del PCV deben mirar a los lados y pensar, concebir una táctica y una estrategia inteligente para, no solo sobrevivir, sino para no perder la perspectiva de estar en las luchas de los trabajadores como la fracción más decidida y consciente. Tal vez, sumarse a una gran fuerza que pueda derrotar a este gobierno y abrir un nuevo capítulo en la historia de este castigado país.



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Jesús Puerta


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