Ante el amotinamiento de los mercenarios del grupo Wagner el pasado 23 de junio, en el marco de la guerra Ucrania/Rusia (o mejor, USA y OTAN vs. Rusia y cercanos), las primeras tres cosas que pensé fueron a) ¿Será que este hombre, Putin, "hombre fuerte", tan duro y despiadado que hasta (se ha dicho) ha urdido el envenenamiento de opositores, tan hábil en las intrigas políticas, no ha leído "El Príncipe" de Maquiavelo y su advertencia básica acerca de los mercenarios?, b) ¿Rusia, de verdad, es un infierno de personajes desgarrados, violentos y "endemoniados" como los de Dostoyevski y Solzhenitzin? y c) ¿la paranoia asesina que le sirvió a Stalin para fortalecerse en el poder, no va a emplearla este exKGB y se dejará joder así no más, y en plena guerra, cuando está su honor (y el de Rusia) comprometidos?
Claro, los acontecimientos se producen en medio de mentiras, medias verdades y silencios, como es lo propio en una guerra y en un régimen como el de Putin y el de la OTAN-Estados Unidos. No somos brujos para hacer predicciones, ni expertos para analizar, con suficiencia, esta trama tan compleja. Pero este poco tiempo transcurrido desde los extraños hechos de ese sorpresivo fin de semana, y los comentarios de agencias, analistas y el filósofo de la Gran Rusia, Alexander Dugin, nos animaron al fin a escribir estos renglones, llenos de incertidumbres e imprecisiones como los de cualquiera.
Esa guerra nos debiera importar a los venezolanos, no solo porque estamos en el mismo planeta en peligro de una guerra nuclear que, a cada rato, proyecta su horrible sombra, sino porque el gobierno que continúa "conduciendo" nuestro país, practica lo que en otro lugar hemos llamado el oportunismo geopolítico, es decir, el aprovechamiento de las contradicciones entre las grandes potencias mundiales, en el marco de una nueva guerra fría, para compensar las sanciones impuestas por Estados Unidos, debido a una política opositora errada, y obtener algún tipo de ventajas, aunque, ante la destrucción de que fue objeto del país, el gobierno ha optado por negociar la entrega de las riquezas del país en un esquema furiosamente neoliberal. Ya se ha encargado el gobierno de reafirmar una y otra vez el apoyo a Putin, como pieza para la negociación con el gobierno norteamericano de algunas cosas, como la liberación de su magnate Saab e, incluso, el levantamiento o "suavizamiento" de sanciones como la recompensa puesta a la cabeza de Maduro y Cilita por parte de algunos tribunales gringos.
La advertencia de Maquiavelo, respecto a los mercenarios, es como el ABC de los políticos. En el capítulo XII de "El Príncipe", Maquiavelo afirma que los mercenarios son peligrosos y poco confiables, ya que no tienen lealtad hacia su empleador o su país, sino que están motivados únicamente por su dinero. También Maquiavelo argumenta que los mercenarios son menos efectivos que un ejército compuesto por ciudadanos o súbditos leales, ya que carecen del mismo sentido de compromiso y responsabilidad hacia su nación.
Pero resulta que, revisando un poco la historia de este Prigozhin, nos encontramos con que es tan cercano de Putin que hasta fue su cocinero y miembro de su entorno de poderosos empresarios. Además, el grupo Wagner ha participado en algunas "operaciones", pagadas por el gobierno de Putin en África y Siria, y hasta se encargaba de la seguridad personal de Putin (y, por cierto, de Maduro). Prigozhin y sus Wagner fueron presentados como héroes por la prensa oficial rusa (Dugin los llamó héroes) por sus éxitos en el campo de batalla en algunas ciudades ucranianas, para luego, extrañamente, el primero, eludir un anunciado "castigo ejemplar" de su compadre Putin y salir al exilio a Bielorusia (muy cerquita de Kiev, por cierto), y sus combatientes integrarse en el ejército y los organismos de seguridad rusos.
¿Por qué me acordé de Fiodor Pavlovich Karamazov, el personaje de Dostoyevski? El gran novelista ruso lo presenta así: borracho, putañero, violento, sinvergüenza, cruel y desconsiderado con sus hijos, bufón, o sea, que se hace el gracioso con tal desfachatez, tan descaradamente, que ostenta su desprecio hacia todas las cosas que los demás aprecian un poco. Tanto así, que es asesinado, y su propio hijo, el que más se le parece, es acusado del crimen: Dimitri.
Me acordé de cuando Putin fue captado por los paparazzi, a principios de los 2000, ostentando su falo de exagente de la KGB en una alegre orgía, junto a un montón de mujeres desnudas, en el refugio de Berlusconi, el Buga-Buga, una suerte de baticueva ultraostentosa, con inmensa piscina que da al Mediterráneo, y entrada secreta. De modo que nada que ver con el adusto señor, defensor de la familia, la propiedad y las buenas costumbres ortodoxas rusas, que se muestra en sus presentaciones oficiales. Esa doble cara puede ocasionar el parricidio
Los otros personajes que me vinieron a la cabeza, fueron los fiscales y torturadores de los órganos de seguridad soviéticos, en la terrible novela de Solzhenitzin, "El Archipiélago Gulag". En el capítulo IV "Los ribetes azules", se pregunta el escritor por las motivaciones de aquellos que ingresan a esos organismos siniestros que realizaron las sucesivas oleadas ("riadas", escribe Solzhenitzin) de detenciones, desde la guerra civil, contra los otros partidos diferentes al bolchevique, después con la seguidilla de purgas de "traidores y espías" de las tendencias rivales en el Partido Bolchevique ("trotskismo", "zinovievismo", "bujarinismo", etc.), los "kulaks" (campesinos ricos, medianos, incluso conuqueros), etc. En un terror permanente durante décadas, sin cesar siquiera durante la guerra contra los nazis, cuando se detenían a los mismos oficiales y soldados provenientes de las líneas de fuego, sospechosos de haber colaborado con el enemigo; riadas de detenidos que incluían a los propios agentes de la KGB o cualquiera de las denominaciones que tuvieron esas tenebrosas entidades en las que fue empleado destacado Putin. La cuenta suma millones de personas torturadas y muertas. Okey, y ¿cuál es la motivación de los encargados del trabajo sucio? El disfrute del poder puramente sádico, la codicia de apropiarse de cualquier cosa de cualquier manera en actos de sorprendente mezquindad, la desvergüenza descarada, y, no podía faltar, la justificación ideológica: hay que eliminar a estos "criminales", arrancarles delaciones para llenar las metas de nuevos detenidos del "órgano", en nombre de la construcción del comunismo. Y se pregunta Solzhenitzin: "¿Cómo apareció esa raza de lobos entre nuestro pueblo? ¿Acaso no es de nuestra raíz?" y contesta: "sí, es de nuestra sangre".
Y aquí llegamos a Dugin, el ideólogo de la "tercera doctrina", propuesta para desplazar a las vencidas ideologías marxista, liberal y nazi, el filósofo de la necesidad de la reconstrucción de la grandeza rusa a través de un ultranacionalismo basado en las "gloriosas tradiciones" que vienen desde el zarismo: la guerra para retomar el territorio de lo que por derecho histórico debe pertenecer a su Imperio venido a menos, la Iglesia Ortodoxa que reparte bendiciones las fuerzas militares de su país y condenas a homosexuales, mujeres "liberadas" y críticos del "hombre fuerte". Se podrá decir que Dugin no es el único asesor de Putin, pero este lo sigue en los planteamientos clave de su retórica que ya hemos mencionado. Por ejemplo, la condena a Lenin por cederle la independencia a Ucrania, por haber pactado con Alemania para venir a hacer la revolución justo cuando el Zar ponía su esfuerzo para continuar la guerra en 1917 con anexiones e indemnizaciones, asuntos que enfrentaba Lenin, por imponer un bolchevismo que luego "corrigió" en parte Stalin con su política de "Gran Rusia". También son nociones de Dugin la propia "Operación Especial" (eufemismo para la invasión a Ucrania) y haber planteado la pugna entre grandes potencias, como si fuera una cuestión de "lucha de civilizaciones".
Pues bien, para Dugin, en un reciente artículo, lo del amotinamiento de Prigozhin y los mercenarios del Wagner, es una situación predecible cuando "la élite flaquea", lo cual provoca que una contraélite se proponga, tarde o temprano, derrocar a la primera. Se trata de un punto de bifurcación en la gestión de Putin y de la guerra. Putin y Lukashenko han demostrado ser héroes, dice Dugin, pero deben asumir las críticas hechas por Prigozhin: deben ser purgados los que con su incapacidad han producido los hechos. Hay que rotar las élites, castigar a los cobardes y promover a los leales. Y acudir así al llamado de convertirnos todos los rusos en Wagner: un ejército de campeones. Estas frases duginescas dan a entender que ya está en acción una purga, cuyas primeras víctimas serían el general Sergey Surovikin y el Coronel General Andrey Yudin. Por ahora ha quedado a salvo el General Sergey Shoygu, principal objetivo de las críticas de Prigozhin, por haber autorizado o permitido ataques del propio ejército ruso contra las tropas del Wagner.
Dugin clama contra las reglas que impiden usar todo el potencial bélico ruso contra Ucrania y el "Occidente" (estamos hablando de una potencia nuclear). En un artículo reciente ("No más amenazas, es hora de responder") clama porque "aquí hace falta algo más... que fuera agudo, inesperado, duro y fatal para el enemigo. La Victoria está por encima de cualquier regla, que en nuestra situación no tiene sentido. Ya nada menos que la Victoria nos satisfará". La misma orientación de un experto ruso, Kaganov, que recomienda usar el armamento nuclear táctico, para darse a respetar.
Putin está en problemas, pero, al mismo tiempo, parece que ha despertado, con la "Operación Especial", unos demonios que, si bien lo han apoyado hasta ahora hasta el punto del poder absoluto que le reconocen, en adelante lo impulsarán a intensificar la guerra, hacerse más "duro y fatal" como pide Dugin. Que purgue al estilo Stalin, en primer lugar, no a los Prigozhin, sino a aquellos viejos seguidores de Gorbachov y Yeltsin. Que intensifique la movilización general de la población hacia la guerra, el paso de la defensa de la soberanía nacional a la "construcción de la soberanía civilizacional". Para Dugin, "Putin retrasó la confrontación con el Occidente, pero al final la fuerza de los acontecimientos, la misma actitud de Occidente, lo llevó a la guerra". Eso lo obligó a asumir la bandera de la "grandeza de Rusia". Putin definirá su sucesor, ese es su "poder absoluto", pero este designado deberá continuar el rumbo geopolítico, patriótico y civilizacional de Rusia, de enfrentar al Occidente global y convertirse en el dueño indiscutible de Eurasia, con valores opuestos a la democracia, a la ideología de los derechos humanos, al progreso tecnológico, la adhesión a los parámetros del derecho internacional. Rusia será una civilización completamente distinta".
¿Qué tiene que ver con este discurso, un "Superbigote" que está negociando que le quiten la orden de captura internacional, que guarda durante varios meses un compinche milmillonario útil para esa negociación? Solo la viveza criolla. El oportunismo geopolítico que nos puede colocar en el medio de una muy peligrosa conflagración mundial.