Mérida está llena de sus pinturas, pero también donde ha dejado el rastro de su extraordinaria obra en España, Italia, Francia… Hace 22 años le hice esta entrevista a L. A. Salas Dávila, que nunca pude publicar. Hoy la saco a la luz, para que se conozca a este venezolano que en su juventud trabajó y conoció a destacados pintores del siglo XX.
El comienzo impresionista de su obra lo inicia en Italia, luego pasa una temporada en París. Estamos situados en la década de los sesenta.
S/R- ¿Encontrándote Italia, vas y pasas una temporada en París? Eso es lo que deduzco leyendo unos de los catálogos que he visto de tus trabajos.
-Si. Cuando yo regreso de París, lo que traía en mente era el colorido vivo, fuerte y con un deseo de expresarme. Entonces llego a Florencia y me encierro un tiempo a planificar qué era lo que iba a hacer, habiendo ya realizado algunos bocetos y comienzan a salir cosas muy interesantes desde el punto de vista colorístico. Pero hacían falta otras cosas, un poco más de profundidad, perspectiva, ya había algo que era el desafío del color y cuando muestro mis primeras piezas de ese colorido que traía de París para Florencia, uno de mis primeros amigos que se impresionó fue el panameño Emilio Torres. Recuerdo una frase de él cuando exploró todos los trabajos que había realizado y fue que, indudablemente, los mejores artistas de las plásticas eran los venezolanos. Anterior a esto, ya había hecho mi primera exposición con los resultados de los trabajos de la llamada academia; esto fue en una galería llamada La Frecca. Esa exposición fue muy exitosa y fue más o menos para 1967 y también con un buen resultado de opiniones públicas y periodísticas
- ¿Esa exposición fue en dónde?
- En Florencia. Estos éxitos siempre venían y repercutían acá en Venezuela, porque tenía contactos con algunos periodistas y mandaba los resultados y ya con esta exposición que era todos esos desnudos, con trazos fuertes, pues también venía a ser el producto al tratar de cambiar mi estilo, y es lo que sucede después de aquel periodo en París.
- De esas exposiciones pudiste sobrevivir un tiempo económicamente, pienso, ¿o sólo te sirvió para darte a conocer?
- Bueno, me sirvió para tener una opinión del público y de los críticos. Desde el punto de vista económico era muy difícil, porque conocía muy pocos coleccionistas, aunque las gentes que iban a la exposición eran europeos muy conocedores de arte. Pero con lo poco que recibía de mi beca, trataba de conservar este material para otras futuras exposiciones.
- ¿Para aquella época algún museo adquirió obras tuyas?
-Sí. A través del profesor asistente de la cátedra de pintura me consiguió algunos coleccionistas, siendo época difícil, ya que necesitaba vender algunas piezas y ellos que eran muy conocidos, como el profesor Trovarelli que era el representante de la Escuela de San Marcos, de la cátedra de Pintura, también el profesor principal Primo Comti asistente del profesor Trovarrelli. La pintura de Primo Comti era de una gama muy suave, muy delicada, pero él viendo mi situación me consiguió algunos coleccionistas y, así, en Florencia quedaron muchas pinturas mías.
La segunda exposición mía en Florencia fue en la galería Losprone en julio de 1968. Allí expuse todos los resultados que había obtenido en mi encierro con esa imaginación de Francia, fue un éxito tremendo. Esta fue una exposición muy importante en mi carrera. Recuerdo una frase de mi profesor Primo Comti quien había visto los dos resultados, el de la academia que él aplaudió y admiró mucho, pero cuando vio las cosas mías que yo hacía personalmente ya con esas ideas, me dijo una frase muy bonita: "Caro Salas, lo que estás haciendo en la academia es buenísimo, pero lo que estás haciendo por tu propia cuenta es óptimo". Me dio una idea, que ambas cosas que yo siguiera eran buenas, indudablemente yo quería ser una persona más original. Para dar esta exposición en Losprone necesitaba de una persona que me representara en el catálogo, entonces el me dijo: "Salas, yo tengo un gran amigo, esta persona es un gran crítico de teatro, de cine y de arte, pero es una persona que escribe sólo para artistas reconocidos, pero yo te voy a mandar con una tarjetica y vamos a ver si tenemos suerte". Entonces me fui a un periódico de Florencia que se llama "La Nacione", y logré hablar con Pablo Emilio Poessio que era su nombre, y me dijo que me iba a visitar en mi estudio. Era un estudio muy humilde en un edificio que estaba casi a punto de caerse y el amigo Poessio fue, comenzó a ver mi trabajo muy detalladamente, recuerdo que se arrodillaba en el piso a mirarlos colocándose de diferentes formas, hasta el punto que me dijo que vendría al día siguiente a explorar más mi pintura y que me diría si me ganaba su representación. Así fue, volvió al día siguiente y el resultado fue muy positivo y me dijo: "Te has ganado mi representación". Para mí aquello fue muy importante, porque un personaje de esa talla, tenía que ser para mí un triunfo; me dijo que fuera en tal fecha a su oficina para que retirara el escrito.
- ¿Y él fue el presentador de tu catálogo?
-Sí. Y como él era fuerte en el periódico, pues las presentaciones del mismo fueron excelentes. Era prácticamente el único periódico allá y cuando se habla de un artista en el campo de la plástica y que se extiende un poquito más de lo normal es porque es un buen artista y el día de la inauguración estuvo personalmente mi maestro Primo Comti, personaje sumamente importante, muy amigo y allegado a Picasso en sus últimos años, el Común y el Concejo Municipal de Florencia le otorgaron un castillo en una ciudad cerca de Florencia en una ciudad que se llama Fiessole, todo decorado con obras del famoso Boticcelli. Entonces él, en gratitud donó casi toda su obra al llamado Común o Concejo Municipal. Te repito, él tenía muy buena amistad con Picasso, de modo que frecuentemente estaba en contacto con él.
- ¿La exposición fue única tuya, una retrospectiva?
-Sí solamente mía. Allí logré vender algunas piezas por primera vez y un coleccionista de Génova que se llamaba Máximo, no recuerdo el apellido y fue una sorpresa, porque allá para que un coleccionista bueno adquiera la obra de un artista representa un gran logro. La exposición gustó tanto que me la prorrogaron por una semana más, cosa que tampoco es muy común. Con esto yo quedaba en la decisión de seguir adelante, y como se me había tomado tanto en cuenta, pues tenía que seguir en esa búsqueda. En Florencia pasa lo mismo que pasó en mi temporada madrileña, en estos dos años de estudio yo me di cuenta de que ya había visto suficiente y había aprendido suficiente.
- ¿Cuánto tiempo pasaste en Florencia?
- En ese periodo fueron dos años, luego pedí traslado para Roma para terminar mi carrera allí. Allí estudié mi tercer año en 1968 y lo más importante de esto es que el periódico "La Nacione" ya me había publicado y reproducido la representación de Pablo Emilio Poessio. Regreso, pues, a Florencia por algunas diligencias y para mí fue una sorpresa al comprar el periódico, pues estaba publicada nuevamente la representación de Poessio en la segunda página del periódico "La Nacione" y es muy raro que, después de un mes vuelvan a reproducir la critica de un artista, porque publican otras cosas menos arte, a menos que sean de personajes muy importantes.
Etapa de Roma
- ¿Cuánto tiempo te quedas en Roma? Cuéntanos sobre tu etapa allí.
- En Roma fueron dos años de estudio. Era la última etapa de mis estudios en Europa. Allí, el director de la cátedra era un gran profesor llamado Renato Cuttuso y El Greco.
- ¿Se llamaba El Greco?
- Sí. Así se llamaba.
- ¿Cómo se llamaba el instituto donde estudiaba?
- Era la Academia de Bellas Artes de Roma. Yo traigo una buena cosecha de Florencia y eso era muy importante. Desde el punto de vista académico era muy poco lo que tenía que hacer, pero tenía que seguir los lineamientos de la Academia, porque de lo contrario no me aceptarían. Empiezo los estudios en Roma con más tranquilidad desde el punto de vista académico, pero siempre en esa búsqueda de mejorar el estilo que estaba emprendiendo.
- ¿En esa etapa de París hay algún hecho significativo en la pintura o algún encuentro con algún personaje de la pintura, ya sea venezolano o extranjero?, porque podría ser un detalle importante para nuestros lectores y artistas.
- En París tengo la oportunidad de ver en esos días, por primera vez, una exposición de Jesús Soto, la cual me impresionó mucho, como siempre. Es que el arte cinético es muy llamativo, aunque te debo decir que no me sentí atraído por esa corriente, porque para mí es muy distinto todavía, desde el punto de vista de lo que es la pintura de caballete, lo que llamamos arte plástico. Creo que la cinética es un arte con mucha profundidad y con un mensaje enorme, pero está más de acuerdo con la ambientación, con esos proyectos que van de la mano de la arquitectura. Me gustaron todos esos penetrantes que se logran y que se ponen en contacto con el espectador, con movimiento de luz y color, pero yo siempre me he mantenido con la pintura llamada de caballete, durante tantos años de su existencia, desde el Renacimiento en el siglo XII, con los dones que nos dejó el Giotto, pues todavía hay muchas cosas qué decir en la pintura. También estuve en algunas galerías, en casa de Soto, y allí conocí, en su estudio un artista venezolano, él sí se mantiene con la pintura plástica, muy moderno, el pintor Mauro Mejía. Me ayudó mucho ver todas sus formas, sus elementos y algunas otras galerías, en parte de los museos.
- ¿Otros encuentros aparte del pintor Mauro Mejías?
- También estuve en el estudio de Carlos Cruz Díaz, a través de mi amistad con una familia de apellido Crespo, de Barquisimeto. Antonio Crespo, se llamaba este amigo. Lo conocía a través del embajador que para la época era el hijo del señor Reinaldo Leandro Mora y que tiene el mismo nombre de su padre. Crespo era muy amigo de Carlos Cruz Díaz, me llevó a su casa, conocí su taller. Cruz Díaz me dijo: "Florencia es muy bonita, muy hermosa, pero no deja de ser la misma Florencia con su época romántica. Si quieres te vienes para París y trabajas conmigo en el taller". Pero yo me regresé a mi Florencia. Estos son los casos que recuerdo más importantes en París.
- Volvamos a Roma.
-Sí. En Roma me preocupo más por los concursos en galerías, trabajando en mi estudio con mis cosas y cumpliendo con los requisitos de la academia. Cambió mucho para mí por la madurez en el campo de la pintura; Roma venía a ser otra cosa muy distinta a Florencia. Participé en algunos concursos; ya en Florencia había participado en algunos concursos internacionales representando a Venezuela en medio de una feria de jóvenes artistas en el palacio Strosse. Esos fueron mis intenciones, participar al lado de todos los pintores contemporáneos de esa época, tuve la oportunidad de salir en un gran libro que era de los pintores contemporáneos en Italia.
- ¿Cómo se llamaba el libro?
- Pintores Contemporáneos. Reproducía una crítica favorable hacia mi pintura y con alguna obra mía y el único que compré se lo mandé al ministro de Educación, con la intención de que me siguieran prorrogando mi beca. Lamento mucho que se me hubiera perdido ese libro. Todas las participaciones fueron muy buenas, fueron varios premios que se unieron junto a los que había ganado allá en la región toscana. Uno de los premios que me agradó mucho fue una participación de pintores y escultores patrocinada por la UNESCO en la galería L’Atico. En Roma estaba escalando en cuanto a galerías, en participaciones de concursos nacionales e internacionales, tengo bastantes recuerdos de Roma. La mayoría de ellos pintores italianos.
- ¿Y con venezolanos?
- Venezolanos muy pocos, porque yo siempre tuve el intento de hacer amistades y frecuentar a personas del lugar donde estaba porque eso se nos inculcaba mucho, hacer amistad con personas del lugar o del sitio donde se iba a estudiar, porque si se mantenía uno en contacto con venezolanos, entonces no había motivo para estar en el exterior. Esto era lo que le inculcaba a uno desde el Ministerio de Educación.
- ¿Y algún italiano significativo en Roma de esa época?
-Un personaje muy importante que, sin querer, iba yendo por esos lados y resultó ser Giorgio de Chívico. Él vivía y tenía su estudio en un edificio en la Plaza de España en Roma. Muchos otros, pero de diferentes sitios, por ejemplo, tuve un amigo de Grecia que no recuerdo su nombre, en Roma conocí un pintor muy bueno, Raúl Sánchez, vive en Tovar. Estaba haciendo estudios en la Real Academia.
- ¿Y con este Chivico, cultivaste alguna amistad?
- Chivico era una persona como Tito Salas, un señor ya de edad avanzada, era difícil verse con él, pero si tuve un encuentro en una galería que él frecuentaba por las tardes.
- Según me he enterado, estudiaste música en Maracaibo. ¿Cuando descubres que tienes talento y amor por el arte de la pintura?
-Yo empecé a expresarme a través del arte desde muy muchacho, pues al sentir las cosas que me rodean quise convertirlas en elementos pictóricos, pero una cosa es sentir el arte y otra es estar preparado para poder uno manifestarse artísticamente. También hay artistas natos, se han hecho sin necesidad de una escuela, pero son dos cosas diferentes. Yo primero que nada empecé con la música porque estuvo a mi alcance. Esto fue en Maracaibo, en la escuela de música del Estado, el director era un gran profesor de música llamado Yannet Sandoval.
- ¿Cómo se llamaba la escuela?
-Era la academia de música del estado, pero como me tocó trabajar con unos impresos, allí estuve en contacto con el color.
- ¿Qué edad tenías para entonces?
-Para esa época tenía unos dieciséis o diecisiete años. El color que se trabaja allí en la imprenta, esos rojos puros, esos azules puros me llamaban mucho la atención, desde ese tiempo yo empecé a depositar los colores que iban quedando en la imprenta y cuando tenía tiempo comenzaba a hacer algunas cosas, no muy definidas porque me faltaba la preparación. Posiblemente antes de eso, pues, yo sentiría el arte pero no estaba en posibilidades de hacer algo relevante. Estas fueron mis primeras inclinaciones y a lo que empecé a estudiar música, se fueron ampliando esos deseos por el arte. En Maracaibo estuve cuatro años estudiando música, tocando la trompeta; recuerdo que mi profesor era un español de nombre Campos; unos siete años después me vine a estudiar Magisterio en Mérida, en la escuela de Alberto Carnevalli y de allí comencé a soltarme un poco en la parte artística y era una de las materias en la cual me destacaba. Más tarde me trasladé a Caracas donde conocí a unas personas y comencé a dedicarme un poquito más al arte, pero a través de la publicidad, estos eran estudios que exigían de tres años para poder sacar la carrera.
- ¿Dónde se hacía esa carrera?
- En la Escuela de dibujo y Arte en Caracas, dirigida por un maestro español, Jesús Figuera Jiménez, a pesar de que era una escuela publicitaria, se manejaba muy bien el dibujo publicitario y artístico. En el transcurso de este tiempo, logré conocer a Pedro Centeno Vallenilla, un hombre con una sabiduría tremenda en cuanto al manejo del dibujo y en poco tiempo y casí contemporáneamente, logré a través de unos contactos, conocer a Tito Salas en El Toboso, en Petare, y a través de estos dos personajes a una nieta del expresidente Joaquín Crespo, llamada Nina, pero que le decían Ninón, una gran artista, una gran dibujante, aunque no utilizaba el arte para vivir de él. De allí comienza este núcleo de cosas, a formarse en la mente, a producir obras de formatos grandes, pero todavía no estaban a mi alcance poderlos desarrollar formalmente, me hacía falta más experiencia, pero sin embargo iban saliendo cosas pequeñas y las hacía con gusto.
- ¿Puedes detallar un poquito más tu relación con Centeno Vallenilla y con Tito Salas, si tienes algunos elementos de tu relación de aquella época?
-Sí. Entre Pedro Centeno Vallenilla y Tito Salas había una gran diferencia, porque Pedro Centeno manejaba el dibujo anatómicamente con una gran soltura, más oficio, tal vez más técnica, menos académico que Tito Salas, esto le daba posibilidades de jugar más con lo que él sabía en cuanto a anatomía artística, aparte de eso siempre buscaba modelos bastante atléticos, los preparaba muy bien y combinaba el trabajo del dibujo con la música clásica; se convertía en un taller bastante atractivo, era un gran maestro, tenía su estudio en la esquina Mercaderes de Caracas, no nos cobraba nada por las clases y eso me ayudó mucho.
- ¿Tú recibiste clases de Tito Salas?
-Sí. Él, con una sabiduría muy comparada con su estilo, siempre manejaba ideas muy clásicas, mantenía esa línea de preservar su creatividad académica y sobre todo mucha orientación desde el punto de vista de su trayectoria en el exterior, sobre todo con París donde adquirió gran destreza en su obra. Yo llegaba allá a El Toboso y él comenzaba a darme orientaciones y a explicarme cómo se podía preparar un escenario para trabajarlo, hasta que me salió la oportunidad para salir a estudiar en Europa.
- ¿Tú consigues el contacto para conocer a Tito Salas a través de esta Ninón Crespo, nieta de Joaquín Crespo, cierto?
- Ella le mandó una nota, entonces Tito Salas me ponía unas citas y yo acudía a ellas y en El Toboso me orientaba, practicábamos y me enseñaba algunas técnicas. Él tenía una hija que se llama Valentina, que siguió sus pasos, no con esa altura como la de su padre. De él me quedaron algunos recuerdos, unas explicaciones a través de un dibujo para hacer una escena sobre El Libertador y las he guardado con mucho afecto, son de 1964 y las cargo siempre conmigo.
- ¿Él sentía mucho afecto por El Libertador?
- Mucho. Él llevaba, creo yo, en sus manos una explicación enorme desde el punto de vista de la pintura, de los grandes escenarios de las batallas de Bolívar.
- ¿Él estudiaba con detalle los acontecimientos históricos para luego llevarlos al lienzo?
- Cuando tomaba algún carboncillo de una vez expresaba esas obras que realizó, como las que están en la Casa de El Libertador y otras más extendidas por diferentes sitios.
- Era un hombre sereno, equilibrado y minucioso en los detalles de su arte.
-Era una persona que daba la impresión de que fuera de estos lugares, de los Andes, en el dominio también de la naturaleza, de la sencillez y el equilibrio de los colores. Conservador, apacible, noble.
- ¿Tú conociste a Héctor Poleo?
- A Poleo no lo llegué a conocer. Los que vine a conocer más tarde fueron algunos artistas contemporáneos que se radicaron en París y otros como Manuel Cabré, a quien tuve la oportunidad de ver, pero en este momento no recuerdo a ningún otro. No he tenido mucho contacto con artistas venezolanos, sino con extranjeros, como los panameños.
- Retomemos los inicios de tus trabajos. ¿Tú estabas en Caracas y consigues irte al exterior?
- Sí. De forma sorpresiva tuve una beca para estudiar en Madrid durante año y medio, por un valor de seiscientos cincuenta bolívares.
- ¿En la Academia de San Fernando?
- Era para cualquier escuela de Madrid, pero cuando yo llegué a España ya había escuchado que la Real Academia de San Fernando era una academia muy prestigiosa, pero que era muy difícil poder ingresar en ella y los estudios que yo llevaba de Venezuela, pues eran buenos, pero todavía faltaba mucho camino para poder entrar en una escuela como esa y sin embargo, poniendo mucho empeño, recibiendo clases de otras muchas escuelas, como el Círculo Plástico de Madrid, tenía que trabajar bastante duro, ir aprendiendo más o menos las líneas del dibujo que se acercara un poco a la exigencia de esa prestigiosa escuela de San Fernando, y entré como oyente hasta que, a los pocos meses logré superar el examen que exigían. Era un examen con un grupo de unos 300 alumnos y apenas eran aceptados 75, y una de las pruebas era hacer una escultura clásica exactamente como estaba hecha, con todos sus detalles, sombreado y la forma del dibujo. Hacían un examen bastante complicado de historia de diferentes corrientes culturales. Superados esos exámenes logré entrar en la escuela, la cual era superior a todo lo que yo había hecho antes; era el estudio del paisaje y había que salir a algunos lugares, específicamente a una zona llamada La Casa del Campo, el parque del Retiro y por estos lugares tenía que andar con mi caballete junto con mis compañeros y pintar al aire libre, frente a todo el público; en ese periodo empecé a entrar a un estilo tipo impresionista y allí fue donde empecé a arrancar definitivamente en una búsqueda de algo que llevaba por dentro, no como el estilo actual, sino llevando las cosas de manera más académica y comencé a resultar diferente a mis compañeros por lo que llevaba ese color del trópico, de nuestro mundo, no veía esos colores fríos como los que se ven allá en Europa. Eso era un matadero de cabeza para mis profesores, porque pensaban que a lo mejor yo no estaba bien de la mente, porque veía las cosas de una manera distinta a lo que se suponía era el real, el original, el auténtico.
- Ya que hablas del trópico, ¿qué colores te gustaban más?
- Los colores que me gustaban más eran la combinación de los violeta con los lilas, los azules puros con el rojo, las combinaciones del rojo con el ocre.
- ¿No son muy vivos?
- Sí, pero como trabajaba tipo puntillista, a veces era necesario los colores fríos para resaltar los fuertes. Esta forma de puntillismo me gustaba bastante porque no se alejaba mucho como cuando se trabaja con la espátula, pero se notaban bastantes detalles en cuanto al paisaje, que no era un paisaje frío sino un paisaje de bastante color.
- ¿Cómo llegas dominar el problema de la luz? ¿Te llegó de manera natural?
- Me ayudó mucho porque antes había trabajado con otras técnicas, como el carboncillo, el lápiz. Esto lo había trabajado bastante en Caracas cuando estaba con la escuela técnica de dibujo y arte, que había que pasar por esa etapa de trabajar con el lápiz hasta lograr ciertas formas y luego se pasaba al carbón, al carboncillo y esto ayuda bastante para después meterse con el color como el óleo. Los colores que había usado más en Venezuela habían sido el pastel y el guache, no usaba el óleo porque se esperaba que uno tuviera experiencias con todas esas técnicas y eso es lo que poco enseñan las escuelas y hay que empezar desde abajo. Todo esto me ayudó a lograr esa transparencia de sombra y luz y viceversa.
- Tú dices que tus profesores se sorprendían de tu trabajo, del uso que tú hacías de los colores. ¿A ellos les costaba aceptarlo?
- Sí, por lo que expliqué anteriormente, de que un paisaje, según ellos, no podía ir tan recargado de colorido, sino que debía llevar esas estaciones que se ven allá acentuadas, como el invierno, la primavera, etcétera, con esos colores tan delicados, pero yo creo que el logro fue bastante bien, porque más tarde todo ese material que realicé con la dirección de la Academia de San Fernando y otros que realizaba privadamente en mi estudio, los expuse más tarde y concluyó con una crítica muy positiva.
- ¿Tú los expusiste en qué lugar, allí mismo en la Academia?
-No, los expuse a través de un contacto que tuve con la embajada en una galería muy conocida llamada Galería Toisón que está a unos pasos de la Puerta del Sol. Es una galería que se ha mantenido durante el tiempo, porque hace unos pocos años estuve en Madrid y se mantiene intacta como siempre y las personas que la habían tenido ya habían fallecido, porque es raro que una galería se mantenga por tanto tiempo.
- ¿Cuál fue la impresión que recibiste del Prado, sobre todo, cuál es la pintura o el pintor que más te atrapó y te dio lecciones que te marcaron?
- En Europa uno aprende mucho de los grandes museos, de lo que nos han dejado los grandes maestros, pero indudablemente que El Prado para mí era un lugar obligatorio de casi todos los días que me quedaban libres; lo visité tanto que hice un escrito muy detallado de cada salón que más tarde me lo publicaron en Florencia. en una revista y en cuanto a los maestros que guarda El Prado, es muy difícil decir cuáles me gustaron más y cuáles no, porque todos son maravillosos, excelentes, no solamente los españoles sino también los extranjeros, los italianos, los holandeses, pero indudablemente que Velázquez es un maestro obligatorio para uno estudiar cuando se realizan estudios de pintura y si uno quiere salirse un poquito más allá de lo académico, indudablemente que es el Greco; de estos grandes clásicos, pues, Velázquez es maravilloso, aunque en algunas obras se consiguen unas figuras un poquito duras como el cuadro de las Mininas, este cuadro es una lección de tremenda maestría, para todo el que quiera lograr algo que valga la pena.
- Pero también el pintor, como en tu caso, debe tener cuidado de no dejarse absorber por estos grandes pintores y mantener su propia línea venezolana. ¿fue esto para ti un conflicto?
- Como dije anteriormente, es difícil inclinarse uno por un maestro en cuanto al museo del Prado. Ayuda bastante porque al ver las cosas de una manera más universal, le ayuda a no sentirse sometido a la expresión de un artista, entonces uno puede recoger un poquito de cada uno de ellos. Uno de los maestros que me impactó bastante fue uno de los alumnos de Pedro Pablo Rubens, igualmente el Pintoreto que pertenece a la Escuela de Tiziano y tiene una obra llamada El Lavatorio que se me quedó grabada porque es una obra inmensa, pero con una pureza, unos relieves increíbles y así sucesivamente, son muchos los maestros de los cuales uno va aprendiendo un poco. De todos estos maestros que guarda El Prado no me sentí obligado a perder esa herencia que llevaba de Venezuela, eso lo tenía un poco escondido, porque faltaba definirme por un estilo, sin embargo, el periodo que expliqué anteriormente de impresionista – puntillista, eran unos paisajes muy distintos a los que se ven de los pintores franceses, que se formaron en París y son cosas que uno no se las quita de encima hasta que llega la oportunidad de sacarlas de adentro. Esta estadía en España fue muy importante para mí, fueron tres años, porque la beca que yo tenía me la fueron renovando de acuerdo a los adelantos y al progreso en mis estudios.
- ¿Era una beca del Ministerio de Educación, según me dijiste?
- Mira, Nina Crespo era muy amiga de Mariano Picón Salas y Mariano, que venía siendo familiar mío, aunque no lo conocí, le había prometido a Nina que cuando él tomara el CONAC me mandaría a estudiar a Europa, lamentablemente no se llevó a cabo nada porque murió al poco tiempo de haber tomado el CONAC. Yo seguí personalmente haciendo la diligencia y, a través de una carta que me dio Monseñor Pellín, para hablar con el Ministro de Educación, que en ese tiempo era J. M. Siso Martínez, fui y le hice un retrato; se lo llevé y le gustó, pero él no estaba de acuerdo con que yo fuera a estudiar a Europa, que tenía que quedarme primero un tiempo en Venezuela. Insistí y vino siendo José Ángel Ágreda que estaba de técnico de becas quien acabó ayudándome.
- ¿Él fue quien te facilitó lo de la beca?
-Sí, después que yo le llevé unos dibujos de unos personajes que yo había hecho y les gustaron mucho, yo le dediqué uno. Entonces hizo un papelito allí en su escritorio y me mandó al jefe de becas que era el profesor Da Silva. Decía en el escrito: "Por favor, estudiar el caso del joven Luis Alfonso Salas’, y en el transcurso de ocho días se me dio la beca para Europa y logré que me la siguieran renovando por la manera que con tanto ahínco me dedicada a la pintura.
- ¿Cómo conoces tú a esta joven Ninón Crespo?
-La conocí a través del colegio Nuestra Señora de los Dolores, una escuela para niños pobres y huérfanos de los jesuitas en el que yo estaba hospedado, dicho colegio quedaba a unos pasos de Radio Caracas Televisión. Después de tocar muchas puertas en vano, fui ahí y logré conversar con un sacerdote muy estudioso que se llamaba Antonio Aguirre, fui con la intensión de ver si podía ser sacerdote, ya que en todo lo que había hecho nada me resultaba, debido a la difícil situación económica por la que pasaba. Entonces me mandaron a este colegio para ver si en el transcurso de un año yo seguía con el mismo deseo de escoger la carrera del sacerdocio, pero allí me fui inclinando más bien por la pintura y conocí a esta señora Ninón Crespo, porque ella era colaboradora, ayudaba económicamente a estas instituciones.
A Monseñor Pellín lo conocí en el colegio N. S de Los Dolores, porque ellos quincenalmente repartían unos boletines que era como información del colegio y a la vez recibir las colaboraciones, y una vez me tocó llevar unos boletines al periódico "La Religión", y fue allí donde lo conocí. En una oportunidad me prometió hacerme un artículo de prensa ya que le llevé todas las cosas que estaba haciendo para que las viera y como mis retratos eran con muchos detalles, él admiraba mucho a la gente que trabajaba disciplinadamente. Monseñor Pellín hizo el artículo explicando mi situación de pobreza, esto fue como en 1964, luego me consiguió una carta de recomendación para el Ministro Siso Martínez, recuerdo que el secretario salió a fuera a felicitarme y me dijo: "Mira, tú naciste parado, porque Monseñor Pellín a nadie le da una recomendación, sobre todo para un político". La carta no funcionó porque la engavetaron, un día yo vengo y le pregunté a una de las secretarias y como ella se descuidó dejó la carta en la mesa y se perdió, imagínate el resto.
- Bueno, volvamos a la época de tus primeras exposiciones, cómo se dan, y en qué lugares.
-En España hago mi segunda exposición, porque en Venezuela ya había hecho la primera, en el Paraíso, Colegio de Abogados.
- ¿Quién te ayuda en Caracas para montar tu primera exposición?
- Esta exposición me la promovió el Colegio de Abogados como te dije, y no me cobraron nada, solamente les ofrecí donar una obra; contó con unos treinta dibujos y naturalezas muertas que yo las realizaba con mucha timidez pero que quedaron muy agradables y los retratos eran impresionantes, no puedo quejarme ni tampoco darme aire, pero los hacía con mucho amor. Entre esos retratos hice uno de Mario Moreno Cantinflas, era como de unos cincuenta por setenta. Cuando yo monto la exposición estaba Mario Moreno en Caracas y se me ocurrió llamarlo al hotel Tamanaco y logré hablar con su secretario y me prometieron que el miércoles estaría a la una de la tarde en la exposición. Le obsequié la obra, le gustó mucho y ofreció dar un brindis a las personas que estaban presentes. Otro dato fueron las publicaciones que se hicieron sobre estos trabajos. Para entonces Venevisión recién salía al aire, me hicieron una entrevista para el noticiero del mediodía y esto me entusiasmó mucho y el diario "La Esfera", que hace tiempo dejó de circular, me hizo un artículo firmado por un señor de apellido Trujillo, igual "El Universal" y otros periódicos me estimularon mucho con sus críticas. En esa época yo contaba con diecinueve años. La exposición de Madrid fue todo un éxito. Un dato curioso es que grandes maestros como Picazo y Salvador Dalí renuentes a la escuela de San Fernando, en mi caso, este humilde venezolano tuvo el atrevimiento, la locura de exhibir allí, naturalezas tan diferentes. Se presentó un periodista de un canal de televisión que me entrevistó para el noticiero, y como yo tenía muchas cosas que las había trabajado personalmente, al verlas, me preguntó si ese material que estaba allí se debía a mis estudios en la escuela de San Fernando. Le afirmé que todo era trabajado por mi propia cuenta. Estas noticias las llegaron a escuchar algunos maestros de la Escuela de San Fernando y de allí surgió una protesta, diciendo que quién era yo para expresarme así públicamente y lo que más les molestó a ellos fue que en los comentarios me consideraban como un maestro español más de la escuela. Un artista apellidado Solano, muy molesto me dijo: "Usted se puede parecer a todo, pero a Solano, nunca", y agregó: "Le voy a dar un consejo, usted puede servir para todo menos para pintor, olvídese de eso". Yo lo escuché muy detenidamente y le dije: "Mire, Profesor, le agradecería que usted vea la exposición y luego allí mismo me dice todas estas cosas". Se comprometió ir el miércoles siguiente y, muy puntual como los europeos, se presentó a la hora fijada. Conocía a los dueños de la galería y después que habló con ellos bajó al salón y comenzó a ver la obra muy detalladamente, con las manos cruzadas hacia atrás y cuando terminó de ver la exposición me dijo: "Usted por qué no me había dicho que había realizado estas cosas? Yo no sabía nada de esto. Voy a retirar lo que le dije en la Escuela, pero la obra tuya no se parece a Solano.
- ¿Hasta ese momento estuviste en San Fernando?
- Sí. Terminé ese año.
- ¿Te dieron licenciatura?
- Me dieron una credencial, porque la carrera no la había terminado.
- ¿Tus comentarios te obligaron a dejar esta escuela?
-Por supuesto que la razón no era que ya había aprendido todo en San Fernando, sino que yo deseaba dar otros pasos; yo quería ser yo, no hacer obligatoriamente lo que ellos me querían imponer, que todavía no lo conseguía y me parecía que no lo iba a conocer en España, porque todo era casi lo mismo, que si la naturaleza muerta, que si la manzana, etc., todo demasiado clásico y los maestros muy impositivos, sometedores. Pero aparte de eso yo ya empezaba a pensar en los maestros italianos, comenzaba a leer un poco y a escuchar rumores, aparte de eso, las maravillas del Museo del Prado me producían ese deseo de cambiar de escuela.
- Te interesaron los italianos.
- Sí. Es cuando se me ocurre escribirle a José Ángel Ágreda para decirle si era posible que dieran traslado a Florencia y a la vez que me prorrogaran la beca. La carta iba acompañada con todos los recortes de prensa de las publicaciones de los diarios españoles y, al poco tiempo recibí una carta de él donde aprobaba mi traslado y que se me renovaba la beca y que mandara a decir el costo de mi traslado a Florencia.
- Entonces consigues la beca y te trasladas a Florencia.
- Si. Yo mandé los costos por la vía más económica que era por tren, eran trenes muy lentos que se paraban en todos los pueblos. Yo lo hice con la finalidad de conocer todas esas cosas
- ¿Por cuál lado de la frontera entraste?
- Por Génova. Yo no sabía ni una palabra en italiano y cuando llegó a Génova, escuchaba que los italianos usaban mucho la palabra lui, y como yo me llamo Luis, pues quedé sorprendido y pensé que a lo mejor todo el mundo allí se llamaba Luis. Luego más tarde aprendí que significaba el. Así fui entrando con esa ingenuidad que traía de mi tierra y llegué a un lugar maravilloso. Yo adoro a Mérida porque es mi tierra y porque es hermosa, pero mi segunda patria podría decir que es Florencia. Me costó mucho al comienzo, porque cuando iba a empezar los estudios se produjo la inundación del Arno que fue cuando se llevó a gran parte de la ciudad y en algunos sitios las aguas llegaron a un segundo piso de los edificios, y en la iglesia de Santa Cruci las aguas arrasaron algunas históricas, famosas, tumbas; allí está la tumba de Giuseppi Verdi, y otros personajes muy importantes. Nos tocó a las personas jóvenes de cualquier parte, italianos o extranjeros, paliar barro, llevar agua potable a los pisos; en ese tiempo, con motivo de la tragedia, visitó al pueblo el hermano del Presidente Kennedy, Robert Kennedy, estuvo con las botas puestas visitando los lugares. Yo estaba a punto de empezar los estudios en la academia de San Marcos y esto me impactó bastante y para empezar, en la academia italiana iba a vivir algo diferente, desde el punto de vista de la enseñanza de la pintura. Aquí había otros valores más importantes en medio de una cultura gigantesca, universal. Me costó bastante quedar inscrito oficialmente en la Academia de San Marcos porque no llevaba esa soltura que exigía la academia italiana y tuve que pasar aprendiendo durante el invierno, primavera y otoño, de 1967. Me tocó tomar mi caballete y ponerme en las calles, en la plaza de la Señoría, en todas las plazas de Florencia a dibujar todo tipo de esculturas, porque esta ciudad, como casi todas las ciudades de Italia, sus plazas son como una escuela, cada rincón de Italia es un recuerdo histórico, un monumento. Allí me ponía a dibujar casas, iglesias, callejas. El domo de Cirese lo dibujé muchas veces. Esta corta trayectoria que estaba iniciando en la Academia de San Marcos era para mí un poco triste, porque mi gran maestro que fue Primo Conti decía que el muchacho venezolano es muy bueno, pero le falta mucho, es muy tímido, no tiene soltura, no es preciso, de todo se me decía. Al escuchar todo esto y ver que mis compañeros emocionados iban adelante, se me ocurrió ir a la capilla de Medici, en la vía Conti detenerme a ver por largo tiempo la obra de Miguel Ángel, donde están las grandes esculturas del sepulcro de los Medici, dibujé tanto que a veces hasta las manos se me entumecían por el frío y para mí Miguel Ángel vino a ser mi gran maestro, porque de él aprendí mucho; yo llevaba siempre un pequeño block para dibujar. En ese momento que necesitaba una base humana, una base viviente, tuve la oportunidad de conocer a un muchacho panameño, escultor, llamado Edilio Torres y él llegó muy pobre, más pobre que yo, porque se vino arriesgando todo a Italia, sin ninguna beca, sin colaboración de nadie. Vivía de ayudas, de amigo en amigo, buscando una comida. En cuanto lo conocí e hicimos amistad, lo invité a cenar a la casa donde yo me hospedaba, que era de una señora que la quería como a una madre y allí vio las pinturas que traía de España que, como dije antes, eran naturalezas muertas, paisajes. Pero a él no se le notaba entusiasmo, hasta que nos distanciamos en buenos términos. Yo sufrí muchos desencantos de los compañeros de esas corrientes de las escuelas académicas. Lo que uno debe es tener valor para poder recibir sus enseñanzas y aceptar sólo aquello que está en uno. Uno se consigue muchas personas y a lo mejor entre ellas, algunas te ayudan y otras te pueden hundir. Edilio Torres era un pintor contemporáneo, moderno, aunque sus esculturas tenían muchas cosas de la escuela formal. Al tal Emilio, le gustaba el chisme y la competencia, y comenzó a regar entre los amigos comunes que era yo un maricón como artista. Me las aguanté y una vez me lo dijo directamente cuando me vio con el pequeño cuaderno, tocándonos a los dos tener que dibujar enfrente de los modelos en vivo. Me dijo: "- Déjate de estar usando ese block tan pequeño, cómprese uno grande, como éste". Entonces me mostró uno como de cincuenta por sesenta, le hice caso y en una de esas clase, recuerdo que él estaba delante de mí, cuando yo lo veo agarrar aquel carboncillo con una fuerza increíble y no tenía nada qué ver con el original, sino eran cosas como monstruosas que parecían de los últimos períodos de Goya, en su última época, como el famoso gigante de Goya y me gustó ver como Edilio Torres trabajaba aquello. Sí, yo tenía esa fuerza por dentro, pero no había conseguido la manera, el medio, la manera, la persona que me la comunicara; entonces empecé como él a hacer esos trazos fuertes. En la cátedra de pintura de la academia ya no llevaba yo las telas pequeñas de cincuenta por sesenta, sino que llevé de uno veinte por setenta y comencé delante de la modelo a hacer no una modelo que estaba delante de mí, una gordita, sino lo que comencé a hacer era como elefantes, unos monstruos de mujeres y comencé con aquellos trazos bruscos, fuertes, sin miedo. Igualmente pasó con el color, empecé a tirarlo y a trabajarlo, buscando. Eso sí, las formas, pero dando unos volúmenes tremendos. Una vez me dijo la modelo: "Mira, ¿tú me ves así? Eso no se parece en nada a mí eso es monstruoso". Le contesté que así era como yo la veía. Un día llega el mediodía, la hora de salir, ni siquiera me había dado cuenta de las cuatro horas que ya habían pasado, escuché un silencio enorme y pensé que se había marchado todo el mundo y que había quedado yo solo. Miré hacia atrás y vi que todos estaban mirándome, rodeándome todos los compañeros y me sorprendí. Todos me aplaudieron. De allí fue donde comenzó para mí todas esas cosas maravillosas que uno lleva por dentro. Comencé a trabajar así, llevando medidas grandes y dejando atrás las medidas pequeñas, tanto en el dibujo como en la pintura. Entonces el profesor empezó a admirarme y me gané, humildemente, el apodo del Miguel Ángel venezolano. Esto que te estoy contando fue así, pero lamentablemente en la tierra de uno desconocen estas cosas, estos sufrimientos, estas luchas y, sobre todo este batallar. Más tarde, de estas piezas que logré, hice una donación al museo de Arte Moderno de aquí de Mérida. Yo hice una donación de ocho obras que expuse en Roma, en Florencia, en México, en Panamá, también doné al mismo museo dos dibujos de esos puros, bien trabajados, como te dije anteriormente. Estas obras siempre las han mantenido en depósito, nunca las han expuesto, y la intención mía era que estuvieran expuestas al público. Todavía mantienen el mismo marco de pobreza cuando yo las monté hace años, adquiridos en la Casa Sirka. Sin embargo, de esas piezas fue que vino un gran crítico y escribió sobre mí, que fue el conocido crítico Juan Calzadilla. Han pasado directores del museo, directores de Cultura y como nunca pertenecí a ningún grupo político, por eso debe ser que estas obras las han mantenido siempre en depósito.
- Entonces, tu estancia en Florencia te permitió descubrirte a ti mismo, ahí nació el despegue, y las duras críticas de Edilio te sirvieron de mucho.
- De ahí en adelante es cuando comienza esta soltura mía, dentro de la academia. Estaba en calidad de prueba, pero ya con estas experiencias que estaba logrando en Florencia y las estaba introduciendo en mis trabajos, y me promueven al segundo año. Se hace una carta con la sugerencia de que la academia apruebe mi próximo nivel, pero tenía que ir yo personalmente a Roma, al Ministerio de Educación y llevar la constancia. Tomé un tren y fui a Roma y presenté al Ministerio de Educación estos deseos de la academia, lamentablemente, allá no ocurren las cosas como en nuestro país, sino que ya aparecía en los archivos del ministerio que estaba en primer año y tenía que continuar en ese nivel. Me regresé un poco triste por esta razón. No era que tuviese deseos de salir pronto de la academia, sino por el temor a que no me renovaran la beca, y no quería venirme sin haber obtenido la licenciatura en artes plásticas que ahora estaba comenzando. Aprovecho en este período de hacer un viaje a París en las vacaciones, con la idea de ver qué se estaba haciendo allí. Tomé el tren un atardecer y llegué en la mañanita a París, me instalé en la Ciudad Universitaria, en una casa residencial y comencé a conocer París caminando, conocer todo lo que eran los sitios históricos relacionados al arte, esto me llevó unos quince o veinte días. Había otras cosas muy distintas a las de Florencia, el colorido, la iluminación del museo de los impresionistas el Louvre, etc. Siempre me acompañaban unos problemas de salud que era la gastritis, debió ser el mismo temperamento nervioso y recuerdo que en visitando al Louvre, me tocó salir corriendo al baño porque sentí unos dolores estomacales tremendos, y fue cuando me encontré frente de la famosa Madona...........fin.