¡En una noche tan linda como esta! ¡Qué vergüenza! ¡Qué pena, penita, pena con Biden! El debate, donde ocho compañeros nuestros demostraron que viven bien y están llenos de lugares comunes por todas partes, menos por una que los une al cielo, fue una certificación de que el pueblo tiene que quererlo mucho a uno para votar por alguna de esas personas. Era una competencia por ver cuál traje era mejor y más caro. El de la compañera Barril Solórzano, o el de Sumate Machado. Así no se ganan elecciones. Diciendo que todos unidos sumamos, todos separados restamos. Carajo, qué sapiencia. Qué inteligencia. Hay que decir que solo se salvó la Universidad Católica Andrés Bello, -UCAB- siempre dando el ejemplo de la democracia popular, como lo hizo su antiguo rector, el cura Luis Ugalde, aquel gesto levantando su mano agarrada a las manos de Pedro –golpe- Carmona y Carlos –CTV- Ortega, es un clásico entre las democracias latinoamericanas. Una foto para la leyenda. Tres hombres unidos por el vínculo de la democracia popular. Y ni lo recordaron ahí, merecía un gesto, un homenaje, una palabra de apoyo, recordar que todos los que estaban ahí participaron o apoyaron aquel golpe promovido precisamente por ese egregio rector. Pero no, solo interesaba el lugar común, y hay que derrotar la dictadura con el pueblo. Solo la propiedad privada salva. En fin, hemos dado un paso atrás. A pesar de que siempre lo cantamos como consigna.
Otra cosa que da mucho que pensar es que Embajada Radonski faltó al debate. Manuel Rosales, quien pudo enriquecer ese debate con sus conceptos filosóficos y su democracia antes de Montesquieu, también faltó. Faltó el Conde del Guácharo, quien con uno de sus chistes malos y dedicados a su familia, pudo arrancar una sonrisa a aquel grupo de habladores de tonterías. Ellos saben que no hay programa. Y eso lo sabemos. Porque siempre hemos gobernado sin programas, porque todo eso viene de afuera como el queso Emmenthal. Ellos fueron los ganadores, porque sabían que no valía la pena estar allí para que la gente se enterara de lo pirata que somos. Y de repente Embajada Radonski estaba allí, porque el dictador lo llamó fantasma, y a lo mejor fue precisamente como fantasma. Ese debate lo ganaron ellos tres, porque no fueron, y porque los conocemos demasiado. Los ocho candidatos que estaban allí derrocharon todo menos simpatía y conocimientos. Y al final, en el momento de tomarse la foto de la cursilería, Andrés – desamparado- Velázquez no sabía dónde ponerse porque en ninguna parte se veía. Somos así, descolocados.
Alguien dijo que lo mejor sería que inhabilitaran a todos los candidatos que van a participar en las primarias, para que así, estén en igualdad de condiciones. Y eso está muy bien. Lo malo es que ya sabemos que la gente que está en el exterior no quiere votar por ninguno de nuestros candidatos, porque hemos dado las prórrogas suficientes como para que se inscriban los ocho millones de venezolanos que andan huyendo de la dictadura, y apenas hemos llegado, dicen las cifras, a doscientos mil inscritos. Ojala que no voten más en el exterior que aquí, porque entonces sí seriamos el hazmerreír nacional e internacional.
El papá de Margot estaba siguiendo el debate por computadora. Allí se le escuchaba gritar: "Eso es mentira. Eso no es. Así no se vale. No digas eso. Qué vaina con ustedes que no se ponen de acuerdo ni para saludarse. No me jodan." Y apagó la computadora y se fue al cuarto y agarró la puerta y le metió ese coñazo tan duro, que la vecina salió gritando: "Ya perdió tu candidato, muérgano".
-La televisión enseña, paz, amor felicidad.- me canta Margot