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Quedamos consternado el día domingo 1º de octubre al recibir la noticia, de que había fallecido el amigo de la cultura y poeta Héctor Mancera. Encontraron su cadáver en la parte alta de Tabay, por la zona de las aguas termales, al lado de un arroyo, y tenía varios días de haber fallecido. Cuando pregunté si habría algún acto previo a su entierro me contestaron que debido a su estado, hubo de ser enterrado inmediatamente, en Ejido.
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Conocí a Héctor Mancera por allá, a finales de los ochenta cuando él había decidido radicarse en San Rafael del Páramo. Tengo con mucha claridad aquel día en que lo vi en casa de Epifania Gil, sentado en el minúsculo corredor de esta casita, ahí, cerca del cementerio de San Rafael. Parecía un fantasma emergido del campo santo, un personaje de otro mundo, alto, delgado, adusto, muy callado, con sus enormes botas de cuero hasta la rodilla. Nadie me lo presentó y él no hizo el menor gesto de saludarnos cuando le di la mano o abracé a los presentes junto a mi familia, y buscamos un espacio para ubicarnos. Él permaneció en su silla impertérrito, como ausente. Luego con el tiempo nos haríamos grandes amigos.
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El porte de Héctor era de hombre fino, delicado, de buen gusto y tono, de lo que se dice proveniente de "buena familia" (aunque a la final ésta resultó ser bien mala). Seguramente hasta entonces había llevado una vida de pequeño burgués, así parecían mostrarlo todos sus modales. Pues con un dinerito Héctor se compró un terreno en lo más alto del gran valle que conforma San Rafael, y construyó una de las viviendas más impresionantes que yo haya conocido, teniendo que llevar él a pulso, en su hombro, todo el cemento, la arena y las piedras que esa obra requirió. Cuando decidió comprar tres caballos para que le sirvieran de ayuda en el traslado de los materiales, a éstos los mató el frío del páramo, pues los adquirió en la tierra caliente de El Vigía.
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Héctor Mancera fue gran amigo de Juan Félix Sánchez desde la década de los ochenta. Héctor Mancera había nacido en Caracas y estuvo trabajando en varios lugares, entre ellos Bogotá y Nueva York. De niño curso estudios en Bogotá. Su madre desempeñó durante muchos años como secretaria de los grandes archivos y bibliotecas de Vicente Lecuna, y cuando muere le deja varias obras incunables sobre el Libertador Simón Bolívar.
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Héctor Mancera, a finales de los ochenta, decide instalarse en la población de San Rafael del Páramo, y construye la posada Las Calas, la más alta de Venezuela. En esa posada estuvo Valentina Quintero, quien le hizo un extraordinario reportaje. Durante un tiempo dicha posada fu visitada por turistas extranjeros y se convirtió en un atractivo lugar por su impresionante vista, que en ocasiones llegó a convertirse en lugar de pernocta para aquellos que querían visitar el Tisure.
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Para subir a Las Calas, había obligatoriamente que pasar por la casa de Epifania Gil, la compañera de Juan Félix Sánchez, de modo que Mancera con regularidad recalaba en la casa del gran Hombre del Tisure. Con el tiempo logró cultivar una extraordinaria amistad con Juan Félix que con especial cariño le hizo varias pinturas que Héctor guardaba con gran celo en Las Calas.
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Cuando Juan Félix Sánchez muere en 1997, Mancera forma parte del grupo que procuraba cuidar y defender las valiosas obras de este genial artista. Él formó parte, entre 1997 y 1998, del grupo de los que trataban de rescatar la casa paterna del Hombre del Tisure, tomada por vándalos y politiqueros quienes hacían allí orgías y escandalosas francachelas. Fue una lucha amarga, plagada de abusos durante la cual se perdieron muchas obras de Juan Félix, tallas y cobijas.
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A partir de 1999, bajo la Dirección de Cultura dirigida entonces por Giandomenico Puliti, Mancera pasó a formar parte del equipo que resguardaba la Casa Paterna, pasando a ser formalmente el coordinador del "Museo del Páramo Benigno y Vicenta Sánchez". Allí, Héctor cumplió una extraordinaria labor, resaneando y reconstruyendo los sagrados espacios de aquella vieja casona que entonces se encontraba tan deteriorada. Él estuvo a cargo de la instalación del museo con las pocas piezas que quedaron del gran saqueo hecho al artista. Él veló por el cuido de la hermosa y fabulosa capilla de piedras; él fue responsable también de apoyar en el funcionamiento de la extraordinaria biblioteca, allí frente a la capilla, construida en un terreno que era propiedad de Juan Félix.
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A partir de la 2010, Héctor mancera se mantuvo durante mucho tiempo viajando entre Mérida y Caracas. Pasaba entonces muchos apuros económicos, anduvo buscando algún comprador para las fabulosas obras que le había dejado en herencia su madre. Prácticamente no pudo seguir atendiendo su posada que fue quedando a la deriva porque además un magnate de la zona le estaba cerrando el paso a su casa. Entabló un pleito horrible que le llevó a gastar lo poco que le quedaba. Luego murió su único hermano de sangre quien vivía con él, prácticamente el último lazo directo que le quedaba. En sus últimos años lo pasaba entre amigos del alma que lo ayudaban y protegían, sobre todo Gisela Barrios, Viveca Baíz, Harriet Adams, Hermes Vargas, entre otros.
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Lo último que supe fue que su bondadosa alma le llevó a dar en préstamo a unos sobrinos, todo el dinero que obtuvo de la venta de su posada. Se suponía que se lo irían devolviendo en módicas sumas, pero pasaron los años y jamás le devolvieron una locha. Así murió Héctor, en la total ruina, y pasando mucha hambre, viviendo de la caridad de sus amigos.