Diario de un perro callejero…

 

  1. Un perro callejero no es cualquier cosa. Un perro de esta categoría no le cae mal a nadie, no es molestia para nadie, y se ha acostumbrado a vivir entre carros y motos, entre estruendos de estúpidos gritos y espasmos de maleducados, que se apropian de las calles.
  2. El perro callejero jamás ensucia una acera ni deja sus gracias en plena calle; eso lo hacen los perros frívolos, los que tienen amas o amos, a los que alimentan con perrarina. El perro callejero siempre busca el monte para descargarse. Al orinar lo hace en cualquier poste o paredón, siempre rapidito y apropiadamente.
  3. Un perro callejero es un ser común que no interrumpe la conversación de nadie, que no opina, que silenciosamente se filtra en cualquier negocio y entra y sale como Pedro por su casa…, por cualquier calleja, va oliendo, deleitándose con lo que los demás cocinan, va cabizbajo y mira con ese cristal tan profundo de sus sentimientos puros a ese mundo plagado de tragedias que le rodea.
  4. A un perro callejero nunca le falta su perra a la cual respeta porque él mismo proviene de una esas cualquiera. A él lo echaron sin que pidiera venir a este mundo, como también nos pasa a los humanos, y por ahí va buscando el alimento, un espacio en medio del sol y de la lluvia, dónde pasar la noche, y a fin de cuentas sabe este tipo de perros más de amor que ese bípedo petulante y soberbio llamado hombre.
  5. El perro callejero no le pide nada a nadie. Ve a la gente comer y sigue su camino. Algo encontrará en algún lado. El perro callejero es el ser más compresivo, silencioso y amable que existe. Es un ser conmovedoramente conforme con lo que puede encontrarse en su camino.
  6. Un perro callejero puede que ande buscando alguien quien le adopte, pero no se hace ilusiones. A veces se consigue en su deambular con algún compañero, pero a la final prefiere su soledad. Ha sido tantas veces pateado, ha sido tantas apaleado, traicionado, olvidado, desconocido, que casi se parece a Cristo. Pero sin embargo nunca deja de querer, nunca deja de creer en el amor. Nunca deja de confiar, y va por el mundo tan escépticamente convencido de que sin amor no se puede vivir. Por lo menos un perro callejero no puede vivir sin amor.
  7. Cualquiera le pone la mano en la cabeza y él le mueve alegre su rabo, y le sonríe; y espera que le hagan algo más, pero en cuanto le dan la espalda él se va silenciosamente sin pedir nada a cambio. Es una delicia de ser solitario. Es el ideal de ser silencioso y apacible, tal como lo deseaba Arthur Schonpenhauer para sí. Gloria al perro callejero, gloria a Dios y gloria al espíritu de todos los guardianes peludos que nos aman y que siguen poblando las calles, y que sin duda ya se tienen el cielo ganado...


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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