- Un perro callejero no es cualquier cosa. Un perro de esta categoría no le cae mal a nadie, no es molestia para nadie, y se ha acostumbrado a vivir entre carros y motos, entre estruendos de estúpidos gritos y espasmos de maleducados, que se apropian de las calles.
- El perro callejero jamás ensucia una acera ni deja sus gracias en plena calle; eso lo hacen los perros frívolos, los que tienen amas o amos, a los que alimentan con perrarina. El perro callejero siempre busca el monte para descargarse. Al orinar lo hace en cualquier poste o paredón, siempre rapidito y apropiadamente.
- Un perro callejero es un ser común que no interrumpe la conversación de nadie, que no opina, que silenciosamente se filtra en cualquier negocio y entra y sale como Pedro por su casa…, por cualquier calleja, va oliendo, deleitándose con lo que los demás cocinan, va cabizbajo y mira con ese cristal tan profundo de sus sentimientos puros a ese mundo plagado de tragedias que le rodea.
- A un perro callejero nunca le falta su perra a la cual respeta porque él mismo proviene de una esas cualquiera. A él lo echaron sin que pidiera venir a este mundo, como también nos pasa a los humanos, y por ahí va buscando el alimento, un espacio en medio del sol y de la lluvia, dónde pasar la noche, y a fin de cuentas sabe este tipo de perros más de amor que ese bípedo petulante y soberbio llamado hombre.
- El perro callejero no le pide nada a nadie. Ve a la gente comer y sigue su camino. Algo encontrará en algún lado. El perro callejero es el ser más compresivo, silencioso y amable que existe. Es un ser conmovedoramente conforme con lo que puede encontrarse en su camino.
- Un perro callejero puede que ande buscando alguien quien le adopte, pero no se hace ilusiones. A veces se consigue en su deambular con algún compañero, pero a la final prefiere su soledad. Ha sido tantas veces pateado, ha sido tantas apaleado, traicionado, olvidado, desconocido, que casi se parece a Cristo. Pero sin embargo nunca deja de querer, nunca deja de creer en el amor. Nunca deja de confiar, y va por el mundo tan escépticamente convencido de que sin amor no se puede vivir. Por lo menos un perro callejero no puede vivir sin amor.
- Cualquiera le pone la mano en la cabeza y él le mueve alegre su rabo, y le sonríe; y espera que le hagan algo más, pero en cuanto le dan la espalda él se va silenciosamente sin pedir nada a cambio. Es una delicia de ser solitario. Es el ideal de ser silencioso y apacible, tal como lo deseaba Arthur Schonpenhauer para sí. Gloria al perro callejero, gloria a Dios y gloria al espíritu de todos los guardianes peludos que nos aman y que siguen poblando las calles, y que sin duda ya se tienen el cielo ganado...