Aquí va otro extracto para esa enciclopedia que debe escribirse, según el general Padrino López…

Ayer en el acto Bicentenario de la Toma de Puerto Cabello, en el discurso del general en Jefe Padrino López, propuso recoger toda esa historia reciente, plagada de crímenes horrendos de la derecha, para mí, peores que la de los realistas como Boves, Tizcar, Morales o Calzada. Palmo a palmo he ido llevando un diario de todas esas atrocidades, que desde mi punto de vista deben hacerse por región. Aquí coloco, por ejemplo, parte de lo que ocurrió en Mérida durante las criminales guarimbas, bastión de los más feroces reaccionarios que estuvieron bajo el mando del hoy cardenal Baltazar Porras.

Diario infinito -12-2-2004

Iniciamos el regreso a pie otra vez hacia el centro. Ya el desmadre cogía fuerza, encontrándonos en el camino con promontorios de basuras quemadas. Los drogo-sordos, pervertidos, de la zona norte se estaban entusiasmando con los llamados a quemar el país. A la desolación se unía un sol de carne abierta que ardía en las tripas de las tapias, en los mudos portones de los talleres clausurados por obra y gracia de los mandatos galácticos (redes). Ahora sí era verdad que no había taxis y cundía la mayor ingrimitud en la extensa calle Siete, con comercios mudos o muertos, y una que otra anciana buscando la sombra bajo los escasos aleros de las cojitabundas y centenarias casas. Mi esposa llamó a Horacio, su papá, para que tratara de recogernos en un punto a donde pudiera adentrarse con su carro. Solita (nuestra perra) andaba buscando con su mirada regalona una manera de volver al campo.

Hacia El Viaducto bajaron a toda velocidad dos ambulancias y un carro de bomberos. En las adyacencias de la avenida Don Tulio se oían morterazos. Unas siete orejudas (pendientes de las redes), muy bien trajeadas, gritaban: "¡Libertad!", "¡Libertad!", "¡Libertad!", "¡Tenemos hambre!". Pasó un motorizado y les dijo: "¡Cuajadas, les tengo un buen partido!". Las Trompas se reconectaron y rieron, sin dejar de replicarle: "¿sabes tú de qué hambre estamos hablando?". Iban airadas hacia El Paseo de la Feria, sin dejar de vibrar al son de los predicamentos de sus chicharras (celulares). Luego apareció un cura con unos diez seminaristas, hablaron con aquellas membrudas damas, acordando cerrar el centro, por lo que salieron en volandas, rumbo a la catedral.

Llegó Horacio, nos recogió y bajamos hacia La Pedregosa Sur.

Cuando llegamos a nuestra urbanización, pudimos ver cómo grupos de vándalos tomaban las terrazas de los edificios gritando lo mismo: "¡Tenemos hambre!". Arreciaban los cacerolazos que parecían un vendaval de enfurecidas urracas desparramadas por todos los edificios. Y como sabíamos de la quema de perros por parte de los guarimberos, nos encerramos en nuestro apartamento; porque además y sobre todo, se trata de las rachas de vientos secos que van y llevan las diabólicas chicharras cibernéticas (mensajes por los celulares). Ya estaban bloqueando las calles cercanas y se veían a los primeros grupos de encapuchados llegar en camionetas.

(Se empezó quemando llantas, luego carros, cientos de autobuses, varias estaciones de metro, trole-cable o trolebús; centros ambulatorios, guarderías y hospitales; docenas de miles de árboles; varias sedes de la Misión Vivienda Venezuela; bibliotecas y cuarenta y ocho sedes de universidades; después pasaron a quemar perros y gatos, y luego el delirio supremo por superarse en abominaciones les llevó a quemar negros o chavistas. Entonces el grito de guerra de los guarimberos, cada vez que veían a un chavista o a alguien que pareciera ser un chavista, sería: "¡quémenlo!", "¡échenle gasolina!", "¡préndanlo!")

(OTROS EPISODIOS SEGUIRÁN, POR ENTREGA)



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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