Miren cómo en cada diciembre se acaba el mundo, no un año…

 

  1. Por los vientos que soplan, acaso si sólo me comeré una hallaca este año, lo cual sería suficiente, y si no me la como, bueno, tranquilo, ya que el mundo se va a acabar, mejor así… La gente anda agitada en mil compromisos de última hora. La gente tiene muy poco dinero, pero sigue de manera inercial pensando que debe comprar muchas cosas. El centro de Mérida parece toda una gran quincalla al aire libre. La plaza Bolívar, el Parque de Los escritores, el Viaducto de la 16 y muchos otros puntos están bellamente engalanados con luces y motivos navideños. La gente se toma fotos, y pasea por túneles iluminados, por entre pesebres y cascanueces, por si el mundo se acaba.

  2. Lo cierto es que siempre hemos imaginado que entre el 24 y el 31 de diciembre el mundo se acabará. Hay sensación de nostalgia por lo que se va, aunque haya sido malo. La gente baila y celebra, y algunos van a los cementerios a dedicarle una visita a sus deudos muertos, y a llevarles flores, y conversar con ellos y preguntarles si de veras el mundo podría acabarse este año. Hoy he visto multitud de floristerías hasta el tope de gente y de bellas variedades de vistosos ramos. Me dieron ganas de comprarme un ramo y llevarlo como todos lados en mis largas caminatas.

  3. Huelen los comercios a hojas de hallaca, se alborotan los músicos y cada cual lleva una bolsa o un juguete, indicativo de que algo extra se echará encima para celebrar el año nuevo. Antes se buscaban prendas íntimas de color amarillo, según he escuchado. Mezclaban el arroz con monedas (que ya no se consiguen) y paseaban maletas por las urbanizaciones para ver si se cumplían sus deseos, el de darse un viajecito por algún lugar del mundo.

  4. Todo eso significa que lo que viene será diferente y que efectivamente el mundo se acabará. Todo comienza con nuevos planes y proyectos que poco a poco se irán dejando de lado. Lo cierto es que nos iremos poniendo más viejos, que nos irán atrapando los achaques y que nos acercamos peligrosamente a la Pelona, que es otra manera también de viajar.

  5. Vuelven a oírse los trabucazos, los cohetes y traquitraques, la vieja música de la Billo´s y "…otro año que se va". Vuelven las patinetas, vuelven los ponches y los cantos navideños. Todo con un sentido de que todo eso anuncia el fin de una época, de un tiempo que ha sido duro y azaroso, y de un adiós eterno a todo lo que tuvimos y que no volveremos a tener ni contemplar. De hecho, es el mundo el que se acaba cada día, cada minuto de nuestras vidas, porque un vuelco repentino de todo nos produce un cambio en el que las alegrías desaparecen, los amigos o familiares ya no los volvemos a ver más. Todo es realmente tan fugaz, los amores mismos, lo que creímos amar con locura. Es lo que se llama un cambio de dimensión repentino, como, por ejemplo, lo que nos ocurrió con la pandemia en 2021, en el que hasta el sabor de los besos desaparecieron.

  6. Feliz navidad, pues.

  7. Feliz año 2024, y que sigamos así por muchos años más, sintiendo que cada diciembre el mundo se acaba, pero que nosotros continuaremos tan jóvenes y tan alegre como el carajito inocente y sublime aquel que creía que el Niño Jesús bajaba de los cielos para traernos un juguete, aunque fuera una pendejadita, muy sencilla y humilde… chao, pues…



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

 jsantroz@gmail.com      @jsantroz

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