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Así cualquiera se muere impunemente. Tengo a mi lado un mar de deudas que este señor nos dejó y las estoy revisando palmo a palmo. De hecho, consulto el libro que escribió Pablo Bachelet por encargo. Este Pablo Bachelet debe ser hijo o sobrino de doña Michelle Bachelet. En el libro de Pablo Bachelet, en el capítulo «Multiplicando Negocios», vemos a un Cisneros pletórico de poder y fortuna, al tiempo que Venezuela se hundía en la más pavorosa crisis financiera y política del siglo XX. Millones de pordioseros hurgando en las basuras para comer algo; los caminos colmados de seres sin techo; pordioseros por doquier y creciendo a pasos agigantados la pobreza, las endemias, las enfermedades y la falta de escuela y de hospitales. Pero al mismo tiempo, el 2 de diciembre de 1982, vemos, digo, a un Gustavo convocando a sus socios a Valle Arriba Golf Club, para cerrar con una gran celebración EL AÑO MÁS EXITOSO EN TODA LA HISTORIA DE LA ORGANIZACIÓN CISNEROS (OC).
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Por una tronera se le iban los dólares a Venezuela, sin control y sin remedio, pero entonces Gustavo estrenaba dos nuevos supermercados CADA, además de la llegada de Pizza Hut y Taco Bell a Caracas, y también de la compañía Pharsana (de artículos para bebés), el reguero de licor para las fiestas con una empresa llamada O’Caña más pletórica de whisky que nunca; añadido a todo esto, la puesta en funcionamiento de la nueva All-American Bottling Co., AAB y la cadena de tiendas de computadoras Micro Online. Vaya, qué empuje, que solidez, ¡qué Empresario más total!, con elogios en el Dow Jones News Service, en el Wall Street y en The New York Times.
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Con todo ese auge de la OC viene y nos sorprende el Viernes Negro, el 17 de febrero de 1983, y lo insólito es que para el señor Gustavo Cisneros aquello no tenía nada que ver con él. El Gustavo, íntimo amigo de CAP, el socio de Tinoco, el magnate metido más allá de los calcañales con el proyecto de la Gran Venezuela cuando algunos empresarios pasaron a participar del negocio petrolero; él, que se puso a traer toneladas de whisky y compañías con comida chatarra; él, que ponía ministros y certificaba Presidentes de la República a través de Venevisión, ese mismo Gustavo, digo, es el que llega y liquida aquel pavoroso asunto del Viernes Negro, diciendo: «La excesiva dependencia del sector petrolero y el enorme poder económico del Estado habían creado las condiciones para una persistente sobrevaluación».
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Es entonces cuando la devaluación se dispara hasta un 40%, salta don Gustavo diciendo que aquello representó un duro golpe para la OC, y con el mayor descaro, habla este Pirata Global: «DEBÍA IMPORTAR GRAN CANTIDAD DE INSUMOS, DESDE PROGRAMAS ENLATADOS PARA VENEVISIÓN HASTA MAQUINARIA PESADA PARA SUS FÁBRICAS». Todo. Venezuela siempre ha sido así, sus empresarios toda la vida han sido simples importadores. Y sigue diciendo: «FUE UN GOLPE CASI MORTAL PARA O’CAÑA… EL PRECIO DE LOS LICORES IMPORTADOS, LOS CUALES OBVIAMENTE NO CALIFICABAN COMO INSUMOS ESENCIALES Y ERAN EL PRINCIPAL SUSTENTO DE LA EMPRESA, AUMENTÓ DE MANERA EXORBITANTE».
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Este es el anti-analfabeta al cual Carlos Fuentes puso por las nubes, llamándolo ADELANTADO. El más adelantado de todos los piratas empresariales. Digo "anti-analfabeta". Porque para este imbécil del Carlos Fuentes, Hugo Chávez era un analfabeta. Coño, cuánto le pagaron a este miserable mejicano para que le escribiera el prólogo al libro de Pablo Bachelet.
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Pero veamos: Gustavo no se dormía en los laureles, y como amaba a su país se puso a producir un whisky made in Venezuela que se llamó Black Horse. Para que el criollito no sintiera nostalgia de la época de las Vacas Gordas, también creó el Vodka Korzakoff, el Gin Britannia y Licores Leclerc, todos elaborados con alcohol añejado de arroz. Y como él se imaginaba que sin su concurso aquello podía arreglarse, siguió haciendo en el país lo que siempre había hecho: TRAER BASURA TECNOLÓGICA que no controlamos, cuyos componentes y cuya permanente necesidad de actualizar nos imponen una dependencia atroz, además de una historia totalmente paralela y cuyos vórtices y desgracias nos desquician. Y fue como reforzó su carrera de anti-venezolanismos, lanzándose a la adquisición de la Sears Roebuck de Venezuela y la compra de la Spalding & Evenflo. Él seguía promoviendo y protegiendo, mediante Venevisión, al bandidaje adeco-copeyano que era dueño y señor de la tierra de Bolívar. Aquellos sacaban su parte y él la suya. Y él seguía sin tener nada que ver con la agonía nacional, con esa deuda externa que ya superaba los 33.000 millones de dólares. Él, como si nada, pidiendo ayuda de los gobiernos, y para adelante con los faroles.
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Si era sumamente caro importar los insumos para sus empresas, y más caro todavía para sus negocios de alta tecnología, él no se preocupó por montar una sola escuela para especializar a sus empleados. Así le pasan siete largos años en el que el país va empeorando, hasta que vuelve al poder su íntimo lacayo de Carlos Andrés Pérez, quien a paquetazo limpio quiso de un día a otro convertirnos en la «potencia económica» que anhelan los halcones-carroñas venezolanos. A Gustavo, tanto el Bachelet como el Carlos Fuentes lo llegaron a llamar "filósofo", un filósofo como Manuel Rosales. Lástima que estos grandes carajos no se hubiesen leído a Thomas P. Hughes quien sostenía: «En los años cincuenta y sesenta se creía que la manera óptima era la tecnología norteamericana. Pero en realidad, la tecnología debe adaptarse a la cultura, a los valores, a las aptitudes laborales y a las aspiraciones de la nación que recibe el trasplante. Y si las personas difieren, como en realidad ocurre, en sus aptitudes, aspiraciones y objetivos generales, entonces la tecnología general debe ser modificada para adaptarse a esa cultura y satisfacer sus necesidades».