Esta nota será corta, creo, y coincide con el tema del día.
Pero, antes de comenzar, quiero decirles que, al leer este artículo, no me tengan lástima, no, no, no, es que, yo soy un aventurero por naturaleza, y he vivido miles de cosas peores que eso (abajo), sin embargo, esto jamás me había pasado antes.
Tampoco, no soy ningún sifrino que se queja de cosas así, ni nada al estilo, de hecho, toda mi vida me han llamado MacGyver, o el Zorro, o Da Vinci, o sea, soy una persona de muy fuerte carácter e intención quien se adapta fácilmente a las condiciones adversas, pero, todo tiene su límite, y ese límite me tomó por sorpresa.
Bueno …
Creo que ya saben que yo, como millones de venezolanos y venezolanas, debo irme de este país, pero, no porque quisiera, no señor, es que, no tengo otra opción, aquí ya no puedo sobrevivir más, y siento la necesidad de repagar alrededor de $20.000 que mis familiares me han mandado desde el 2013 para ayudarme a intentar sobrevivir aquí, porque saben que adoro este país.
He intentado de todo (lo que sé hacer), y sigo intentando mientras sigo aquí, pero, nada ha funcionado (no es una queja, es una realidad, en mi caso), un día no hay insumos, otro día no se encuentra la materia prima para mi producción, ni las herramientas, o son de tan mala calidad que se rompen, no sirven, y se va la luz, y mis equipos de trabajo se queman debido a las fluctuaciones eléctricas, o me los roban, y no nos llega agua, es más, mis vecinos me robaron todas mis tuberías de agua, y cosas así, o sea, nada, o poco funciona para que alguien como yo pueda sobrevivir dignamente (y somos millones), es que, yo no tengo ni quiero tener palanca, porque cada vez que uno usa palanca, bueno, uno abusa, uno le estaría quitando injustamente al indefenso alguna oportunidad, y eso no es correcto, en mi libro, entonces, no lo hago.
Y, no es que yo no haya intentado, no señor, he gastado más de la mitad de esos $20.000 en herramientas y materiales, dejándome generalmente con menos de $80 al mes (más mi pensión de $9,60 mensuales), con lo cual comer, y para comprar jabón y cloro, pero nada de ropa, ni tampoco un solo par de calzados en 8 años, y todo eso, para poder trabajar, pero sin éxito, entonces, he mudado todos mis proyectos excepto tres, hacía el exterior … y … pa’ ya me voy … fuera de este país que tanto adoro, cuando pueda, si no, moriré aquí incumplido e insatisfecho de mi trabajo, y eso, para mí, es inaceptable, porque mi trabajo es mi vida.
Yo no trabajo para vivir, sino que vivo para trabajar.
Repito, adoro este país, es mi país preferido (he conocido 34), pero ya no me queda ninguna otra opción, y aun si uno de los tres proyectos actuales funcionara antes de que me vaya, bueno, los pasaré a otras personas necesitadas que viven aquí pero que no tienen cómo escapase de este infierno humano (me refiero a la situación, no al digno pueblo de Venezuela).
Ahora …
Una de las consecuencias de este desastre humano venezolano, sobre mí persona, es algo que yo jamás me esperaba.
Y eso es …
Que …
Cada vez que entro en mi Facebook, donde solo tengo familiares y conocidos en el extranjero excepto por un venezolano, ellos muestran fotos de comida, y cada vez que veo esas fotos, me imagino comer esa comida, ¿eso les pasa a ustedes?, comida la cual yo no puedo pagarme aquí en Venezuela desde hace 10 años, aparte de unas muy poquitas veces, comida que, en todos esos otros países es comida que la gente come casi a diario, como por ejemplo, papas fritas, hamburguesas, poutine, bistek con cebollas acompañado de un montón de vegetales y ensalada y salsas de diferentes tipos, pescado frito acompañado de puré de papas y nabo, pollo horneado (no tengo ni horno aquí, ni gas tampoco, cocino sobre una cocinilla eléctrica), pastel de carne (mi favorito), paté chinois (otro favorito), tourtiere, lasaña, maní, nueces, almendras, cereales, avena (ni me alcanza para avena), quesos de todos tipos, suizo, cheddar, y pecorino, quesos que casi todo el mundo fuera de Venezuela puede pagarse, donde existen por supuesto, aceitunas, alcaparras, ceviche (otro favorito), anchoas (mis preferidas), bagels, pan tipo baguette, o pan de centeno (mi preferido), y condimentos de todas tipos, pero no adulterados, vino tinto, como el Casillero del Diablo, cerveza fuerte, amargos de angostura, jugos de frutas, pero verdaderos y no adulterados, frutas de todos tipos, vegetales de todos tipos, maíz dulce, cretons, paté francés, terrine, samosas, uvas, pasas, dátiles, y tantas otras cosa … cochino, chicharrón, morcilla, pero sin arroz, jamón, salami, chorizo, ostras, pulpo, camarones …
Cuando veo todas esas fotos, mi boca saliva, casi que se me chorrea y cae al piso, y miro esas fotos intensamente durante varios segundos, las agrando, soñando, esperando que un día pueda volver a comer todas esas cosas, y más.
Y así es.
Nunca en mi vida, pensé que la comida sería un factor importante en mi decisión de irme de este país, nunca.
Pero …
Así es, y eso me sorprendió, porque jamás en mi vida había experimentado este fenómeno.
(¿Imagínense ahora cómo se sentirán los millones de venezolanos y venezolanas que ven fotos así pero que jamás podrán escaparse de este país?)