El diario de Oscar Heck – el 21 de mayo del 2024

Nota: Espero que este artículo sea leíble, mi computadora se jodió, y casi no veo lo que estoy escribiendo. Gracias por su comprensión.

Ayer, después de haber cargado en mi mochila unos 8 kilos de comida y otras cosas durante una hora recorriendo unos 6 kilómetros en temperaturas de alrededor de 36 grados aquí en las costas del estado de La Guaira, tuve un fuerte episodio de insuficiencia cardiaca (falla del ventrículo izquierdo, algo genético en mi caso), pero no tuve un ataque de corazón, gracias a Dios, como dicen aquí en Venezuela, ni dolor tampoco, solo tuve que acostarme durante varias horas hasta que mi corazón bombeara la sangre correctamente otra vez mientras yo hablaba con mis neuronas (mis pequeñas personas) para convencerles de resolver, ya que no tomo medicamentos, y me rehusé de tomarlos.

Eso ocurrió en la casa de una de las familias pobres que mencioné ayer en mi diario anterior. Ellos estaban muy asustados y querían llevarme al hospital, (me dio cianosis, o sea, me puse verde-azul), pero yo les dije que no, no señor, no voy para ningún hospital, es más, no tengo dinero (ni ellos tampoco) para ningún medicamento o tratamiento, y aun si lo tuviera, no lo haría ya que no le tengo absolutamente nada de confianza ni al sistema público de salud, ni al sistema privado, ambos son para mí teatros de muerte que además le sacan los ojos a los pobres y los tratan a menudo como basura humana, como animales, entonces, no señor. La última vez que fui a una clínica (un CDI del Estado venezolano) fue en septiembre del 2012 cuando me destrocé una rodilla cargando sacos de cemento y consecuentemente me dio dos trombosis, que los médicos querían drenar, y yo les dije que no, no señor, pero, me botaron a la calle después simplemente porque le pedí al médico de ver mi expediente médico, y él se arrechó, y me gritó, "Soy yo el médico aquí, no usted," ya para fuera me botaron a la calle.

Bueno, sobreviví, y ayer también sobreviví, gracias a mis neuronas (mis pequeñas personas).

Si quieren conocer más sobre ese tema de las neuronas (mis pequeñas personas) y sobre cómo uno puede acceder a ellas, pueden leer los siguientes artículos que escribí al respecto (2012 y 2024):

https://www.aporrea.org/actualidad/a139412.html

https://www.aporrea.org/actualidad/a327409.html

Saben …

Para mí, los hospitales de Venezuela, públicos y privados, son lugares para irse a morir, no para curarse, es que, yo diría que siete de cada diez personas que yo he conocido que fueron a hacerse tratar para casos graves en esos lugares, murieron simplemente a raíz de haberse presentado allí en primer lugar, muchos se murieron de sepsis debido a la insalubridad y/o falta de antibióticos, varios por negligencia médica, un montón por falta de dinero para pagarse los medicamentos y los insumos hospitalarios a tiempo, otros porque les instalaron marcapasos defectuosos, como a mi suegra, a quien también le dio sepsis, y eso fue en una clínica privada, pero ella era una pobre barloventeña, entonces, ¿qué les importaba a ellos?, y, otros porque no los atendieron a tiempo, o sea, los hospitales de Venezuela, particularmente los públicos, donde mayoritariamente acuden los pobres (más de 80% de la población), serían como lugares donde quienes morirán por no tener ni dinero ni otras mejores opciones, van a pasar sus últimos días de sufrimiento terrestre en descuido e indiferencia, o sea, serían como morgues con grandes salas de espera llenas de pacientes esperando morirse, costándole así menos dinero al Estado, y así simultáneamente deshaciéndose de los pobres y enfermos más rápidamente, como si fuera algo intencional, para "hacer una limpieza social" menos costosa, una "limpieza" que no requiere tampoco gastar mucha energía, ni tiempo, ni requiere de corazón ni alma, así lo veo, y así lo siento cada vez que un conocido o un vecino o un familiar muere bajo tales circunstancias, y, es algo que ocurre casi todos los días hoy aquí en Venezuela. Esta semana van tres (casos que yo conozco), más uno ahogado en el mar, y otro en coma después de haberse partido la cabeza en moto.

Siento que aquí en Venezuela, la vida ya no vale nada.

oscar@oscarheck.com

 



 


 



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Oscar Heck

De padre canadiense francés y madre indígena, llegó por primera vez a Venezuela en los años 1970, donde trabajó como misionero en algunos barrios de Caracas y Barlovento. Fue colaborador y corresponsal en inglés de Vheadline.com del 2002 al 2011, y ha sido colaborador regular de Aporrea desde el 2011. Se dedica principalmente a investigar y exponer verdades, o lo que sea lo más cercano posible a la verdad, cumpliendo así su deber Revolucionario ya que está convencido que toda Revolución humanista debe siempre basarse en verdades, y no en mentiras.

 oscar@oscarheck.com

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