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El mérito de ningún pueblo nuestro se mide porque lo haya visitado Colón u otro conquistador o colonizador español. El valor de cada pueblo nuestro radica en su cultura, en su nobleza, bondad e imaginación. Hay que leer la obra de Jean Marc De Civrieux "La tentación de las perlas" para empaparse un poco de la grandeza de nuestros aborígenes. Y a esos fabulosos y creativos indígenas, la bajeza de Colón y su gente los calificaron y los determinaron para siempre en Occidente como FLOJOS, "dejados y abandonados", y fueron definidos como FLOJOS por no querer hacer el trabajo importado de Europa. Ellos, los indios no tenían por qué carajo hacerles a los españoles el trabajo en sus minas, nuestros indios lo tenían todo y podían entregarse horas y días a la contemplación, a la más profunda y sublime poesía, al disfrute de su convivencia con los animales, con las plantas, con los ríos, la naturaleza toda. ¡Flojos! ¡Porque no le hacían el trabajo miserable, capitalista y vil de los asesinos españoles!
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El mérito de Caracas no es que haya estado en ella un asesino como Francisco Fajardo, ni en Mérida un empalador y quemador de indios como Juan Rodríguez Suárez. Inmundos canallas que no fundaron un carajo, sino que andaban en plan de destruir todo a su paso.
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Y no es que ella, doña Valentina Quintero, vaya de pueblo en pueblo promocionando nuestras bellezas porque ama profundamente y porque en cada lugar al que ella llega se extasía con la naturaleza, con la gente a la que entrevista, con las costumbres de cada región, con la comida que le sirven (de lo mejor y de lo más caro), con las atenciones que le hacen…, ¡FALSO! Se promociona ella y sus negocios personales, solicitando financiamiento para sus traslados, sus condumios, sus estancias a donde llega, sus programas (muy bien pagados). Su presencia no es de gratis… Nada de eso es de balde, regalado, por amor verdadero al país, ni siquiera el peinado, la percha, el look, que en cada programa se gasta…
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Y tenía que salírsele, un día tendría que mostrarse tal cual es, de la estirpe que viene hecha. Ahí está escupiendo vulgaridades de las peores sobre un poblado y una región que merece todo nuestro respeto. Ahí está vomitando su ordinariez, su vocabulario espeso y grosero, su descaro, una inmundicia que revela entonces todo lo que dirá en privado sobre cada lugar que visita.
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Ningún pueblo es una MIERDA, y que lo venga a decir una señora que se considera la mayor defensora del turismo nacional y cuya hermana Inés, de la Academia de la Historia, se cree un fenómeno intelectual de primer orden. Ambas, pregonando desde hace medio siglo que son defensoras de la venezolanidad. No se diga doña Inés que debe tener por los cielos de gracia divina a don Cristóbal Colón, por habernos sacado "del vil atraso de los indios, de su FLOJERA, de su chocante desnudez, de sus burdos penachos y guayucos…".
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Y el primero que sale a defender a doña Valentina es Miguel Henrique Otero, director del diario "El Nazional", donde ella trabajó tanto tiempo, donde ella se hizo y adquirió esa fama y esa enjundia que ahora le reflota, mostrándola tal cual es…
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Pues, la burda señora Valentina Quintero se desgañitó (literal) en un programa de radio, y estridentemente dijo sobre Macuro: "Su único mérito es porque ahí llegó Cristóbal Colón, en su primer viaje a Venezuela, eso es una MIERDA… Su único mérito es haber sido el pueblo que vio a Cristóbal Colón y punto. Ese ha sido el peor viaje de mi vida…"
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El fiscal Tarek William Saab, «Quien declare a un pueblo noble y trabajador de nuestra patria como una MIERDA, no merece llamarse venezolano o venezolana, ya con el desprecio de ser calificada por dicha comarca como persona no grata, basta y sobra".
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Ahora vamos a ver quién la va a recibir a doña Valentina, como hacían antes, cuando llegue a una aldea, a una parroquia, a un caserío, de nuestra hermosa geografía. Porque vaya Dios a saber, la dientera de placer y encanto que mostraría en Macuro cuando la atendían y la abrazaban, y ella explayándose en elogios sobre la belleza de la gente y del lugar en que se encontraba. Farsante, hipócrita y falta respeto. La gente no cree en gimoteos, en actos plañideros, luego que se explayó como lo hizo con su escatológico verbo. Tal cual como es, digo.