Estamos a 58 días de las elecciones presidenciales venezolanas del 28 de julio de 2024, el escenario electoral se ha cargado progresivamente de un clima de violencia verbal en las redes sociales, una escalada que amenaza con traspasar la barrera digital y desembocar en una situación de violencia política que, como es bien sabido, tiene precedentes aun frescos en la memoria colectiva nacional. Este escenario de confrontación, lejos de ser un fenómeno aislado, refleja la profunda necesidad de sectores extremistas de oposición por producir una fractura social que amenace con desgarrar el país. La candidata del odio solo presenta su prontuario de que hay que eliminar el: Chavismo, el socialismo y el comunismo en territorio venezolano. Las corporaciones mediáticas la semana pasada solo hablaron de las solicitudes intervención de María Machado de fuerzas extranjeras en el pueblo venezolano.
Las expresiones de odio manifiestan la desesperación y la intolerancia característica en ciertos sectores de la oposición venezolana. La incapacidad de aceptar una victoria electoral del presidente Nicolás Maduro, vista como un fraude premeditado por aquellos que solo contemplan su propio triunfo, desencadena periódicamente mensajes cargados de furia, discriminación y un ánimo de aniquilación total hacia el chavismo. Este discurso, lejos de ser una novedad, refleja el modus operandi del antichavismo. Su negativa a aceptar la voluntad popular expresada en las urnas ha llevado a recurrir a la violencia y al sabotaje, cuyos objetivos concretos son deslegitimar el proceso electoral, sembrar el caos social y justificar la ira como herramienta para alcanzar el poder. Si el odio llega a Miraflores. Que va hacer solo perseguir a los Chavista, con la motosierra del Javier Milei.
La candidata del odio, no tiene programa de gobierno, solo presenta solo narrativas que resuenan como ecos del fascismo. La búsqueda de un escenario de violencia, discriminación y ánimo de exterminio contra el chavismo, por parte de estos sectores encuentra un paralelo escalofriante con esta corriente. No es casual que tales expresiones de odio se intensifiquen en el contexto de la lucha por el poder en contra del Chavismo, que se ha propuesto la candidata del odio. Es una estrategia que ha sido utilizada en el pasado por estos grupos, quienes han demostrado una férrea oposición a la participación popular en el proceso electoral y una inclinación hacia la brutalidad como método para alcanzar el poder.
La historia reciente de Venezuela, está llena de hechos como las protestas caóticas de 2014 y 2017, la insurrección contra la institucionalidad de la Operación Guaidó de 2019, y las constantes sanciones económicas que buscan desestabilizar el tejido económico y social del país, son ejemplos que confirman esta tendencia peligros, que representa una amenaza para la democracia que vive el pueblo venezolano. El odio no es la salida hoy para el pueblo venezolano. La candidata del odio con la propaganda de odio, crea un caldo de cultivo perfecto para la inestabilidad social. La posibilidad de un panorama en el que grupos violentos intenten sabotear la cita comicial e imponer su agenda por la fuerza es una amenaza latente que exige medidas contundentes para proteger la paz del país.
Todo indica que a 58 días de la realización de las elecciones presidenciales correspondiente al 28 de julio 2024, la candidatura del presidente Nicolás Maduro se presenta como la garantía de la paz social y el diálogo político en Venezuela. Es el único candidato que ha demostrado un compromiso con la armonía y la unidad nacional. La candidata del odio no representa la solución a los problemas que presenta Venezuela, el fascismo no es la solución.