Si deseamos captar el tono general de los discursos de la presente campaña electoral, debemos recurrir a la retórica, esa antigua ciencia y arte que estudia los géneros del discurso. Estos son esencialmente de tres tipos: a) los deliberativos que se dirigen a persuadir a una asamblea de una opinión determinada, b) los judiciales, que se dirigen a convencer, con razones y evidencias, un tribunal para que produzca una sentencia determinada, o c) un epidíctico, que busca conmover a un auditorio en alguna conmemoración o celebración. La propaganda moderna se nutre de esos conocimientos retóricos y se encarga, usando los medios de divulgación más variados, de orquestar y repetir los argumentos de esos discursos. Obvio que los discursos políticos son predominantemente deliberativos, pero tienen suelen tener o buscar provocar muchísima emoción, lo cual, a veces lo acerca mucho al discurso conmemorativo.
Una primera impresión nos evidencia las estridentes disonancias en esta campaña. De un lado, se azuza el miedo y la amenaza; lo cual equivale a la coacción y la "violencia simbólica". Del otro, se habla de diálogo, convivencia y reencuentro. Todo esto con un ruido de fondo de pases de facturas y dudas, razonables a veces; otras, producto de la simple angustia o la intención de una orquestación propagandística. Por ejemplo, las dudas de Ochoa Antich respecto a la oposición realmente existente, encabezada hoy por MCM y EGU, se basan en una larga historia de desatinos cuyos lamentables episodios incluyen golpe de estado, llamados a intervención de potencias extranjeras, petición de sanciones de todo tipo, una agitación llena de "guarimbas" y supuesta insurrección. Pero Ochoa Antich constata que EGU es diferente de MCM, y ello lo tranquiliza y decide a votar por la opción más fuerte para derrotar a Maduro.
Un dirigente adeco, de la AD autorizada por el TSJ, habló de guerra civil en caso de quedar derrotado Maduro, remedando el tono del discurso apocalíptico de las sectas evangélicas surgidas en Estados Unidos en la cuarta década del siglo XIX, y que hoy el gobierno trata de instrumentalizar, presupuesto por delante. Como se sabe, los Testigos de Jehová, los Pentecostales, los Adventistas, los Baptistas, los Mormones y otras denominaciones cristianas, se formaron a partir de una reunión masiva, una especie de festival de Woodstock de fanáticos religiosos, quienes creían que un día determinado, el 6 de agosto de 1801, se acabaría el mundo y se produciría la Segunda venida de Cristo, con su corte de ángeles y toques de cornetas, justo en la llanura de Cane Ridge, Kentucky. Como no pasó nada extraordinario ese día, desde entonces, siguen fijando nuevas fechas para el apocalipsis. Lo único seguro es que los elegidos para salvarse son ellos.
Otra variante de apocalipsis sería una guerra de Venezuela contra Guyana que obligaría a suspender las elecciones. En realidad, lo que quedaría suspendido sería el país completo, porque las Fuerzas Armadas nuestras combatirían contra los Estados Unidos directamente, mientras Rusia está concentrado en Ucrania, China en Taiwán, y los amigos brasileros y colombianos buscarían la manera de llegar a un alto al fuego. Terrible. El apocalipsis para muchas familias es hoy tener que migrar por el Darién, de ganar Maduro. De allí sus grandes esperanzas, alimentadas por el discurso de EGU, de que vuelvan sus familiares queridos a una Venezuela reconciliada, con puro amor, gracias a algún milagro divino que pueda hacerse factible mediante el voto.
Un discurso orquestado hacia la base chavista descontenta (el "chavismo antimadurista") plantea un dilema entre el malo y el peor. Este discurso le concede al auditorio una premisa, para posibilitar la escucha, tal y como enseña Séneca y otros retóricos; por eso se admita: "Maduro es malo; es cierto. Pero es nuestro. La otra, con su muñeco de ventrílocuo, acabará con todos", como si por la señora Oaira que encabeza el CLAP en la calle, los gringos estuvieran ofreciendo 13 millones de dólares de recompensa. Lo peor, es que algunos se lo creen. Y terminan escogiendo el malo porque, además, así no se rayan con los amigos por haberse ido con la derecha, como si lo que ha hecho Maduro no fuese de derecha, y haya una especie de esencia revolucionaria que se mancha con mango como la ropa blanca.
De todas esas posturas, la más cómoda es la abstencionista. Por supuesto, hay un segmento de la población que nunca ha votado porque no le interesa la política en lo más mínimo, aunque la política se haya metido demasiado en sus vidas. Es el famoso "no sabe/ no contesta" de las encuestas. Pero están los abstencionistas militantes. Los que promueven la abstención como la posición más revolucionaria, con una retórica encendida en la que se mezclan, sin la debida digestión, algunas verdades, una que otra media verdad y, definitivamente, muchas falacias.
Todo lo malo de Maduro y de la oposición que dicen los amigos abstencionistas de izquierda, es cierto: ha violado la Constitución, ha aniquilado el salario, ha entregado el país al capital extranjero, dolarizó el país, ha protegido a corruptos, persigue dirigentes sindicales, censura medios de comunicación. Incluso, lo malo que dicen los amigos acerca del proceso electoral mismo, es también cierto: hay ventajismo, peculado de uso, abusos, irregularidades y la posibilidad inminente de trampa. Pero no es verdad que sea lo mismo votar por uno o por otro. Mucho más falaz es la afirmación, que le leí a un amigo abstencionista en estos días: "votar por cualquiera es votar por Maduro" ¡Por favor! ¿Y la persecución, la negativa a salvoconductos desde embajadas, el cierre de humildes ventas de empanadas y posadas, la censura mediática, el marcaje, todo eso es paja? Si es así, entonces es falso que Maduro esté abusando.
Pero, además, me pregunto: ¿a qué conduce una política de abstención que parte de que el proceso es írrito, ilegítimo? ¿A un desconocimiento de los resultados sean cuales fueran? ¿Van a un gobierno "paralelo" basados en "juntas patrióticas" que nadie ha electo, salvo los cuatro amigos que firman un comunicado? Y cuando hablan de que habrá "un quiebre popular" ¿de qué hablan? ¿De una insurrección? Una versión pobre, reducida, una caricatura de Guaidó, pero de ultraizquierda ¿Una guarimba de izquierda? Mira tú. Volvimos a la época de los encapuchados, esta vez de la tercera edad.
Vale decir que promover la abstención es, claramente, una de las políticas del gobierno. La otra es jugar a la fragmentación de la oposición. La tercera, el ventajismo y la arbitrariedad. La razón es clara: una baja votación es la mejor condición para poder ganar con el 20 o 25% que calculan Maduro y sus adláteres controlar. Todo lo que han hecho: designación de un "militante disciplinado" como presidente del CNE, cierre de ventas de empanadas y posadas, censura de medios, ventajismo de todo tipo, fijación de la fecha, veto a la observación internacional, "marcaje" de Diosdado, chantajes político-ideológicos, muestra de que quieren provocar un rechazo al acto mismo de la votación: la abstención. Visto esto ¿vas a convocar a la abstención? Eso le hace el juego a un gobierno que tú mismo caracterizas como de derecha ¿Para recalcar la identidad de izquierda? Repito la explicación: la izquierda está desdibujada porque a) el gobierno impidió, por vía "judicial", una expresión electoral de izquierda; b) hace rato este gobierno no es de izquierda y c) la izquierda viene de una sarta de fracasos y desdibujamientos desde hace un siglo. Abstenerse no recalca la identidad de la izquierda en ese segmento de gente que no vota por muchas razones; entre ellas la indiferencia.
¿Qué sería Guatemala y qué, Guatepeor? Con el continuismo, todo seguiría igual (aunque la migración aumentará, las sanciones seguirán, los acuerdos con Washington continuarán, la persecución política se profundizará, etc.). Con otro desenlace electoral, se abriría un proceso (muy complejo: es cierto) de cambios que, bien llevado, puede tener como horizonte la vuelta de la institucionalidad de la Constitución. En todo caso, Guatepeor es la suspensión de las elecciones y una guerra civil ¿De qué o quiénes depende eso? Pues, del gobierno; de los militares. Pero eso es pura aventura, o puro discurso apocalíptico. Peor el remedio que la enfermedad ¿Los americanos provocarán una guerra internacional que suspendería las elecciones, con lo que están ganando con las licencias otorgadas a las compañías ¿China de qué lado estaría teniendo inversiones en Guyana? ¿Esperamos por Rusia, distraída en Ucrania? ¿Brasil? ¿Irán, cuando tienen ese peo cerquita, allá en Medio Oriente?
Por supuesto, el camino, el Norte, el mapa, es la Constitución. El 28J no se acaba el mundo, más bien se inicia un largo y tortuoso camino. Hay que posponer la fecha del apocalipsis.