Lo real del autoritarismo, el mal, la violencia y la crueldad, y el conflicto contemporáneo de la Racionalidad enfrentada al Irracionalismo, establece la zona del Fascismo a manera de la última carta –de cualidad anti-dialéctica y sin retorno posible— que se juega el capitalismo. Puesto que éste entró en un callejón sin salida, representa un peligro para la supervivencia de la humanidad y su posible extinción a través de la guerra y de otros escenarios destructivos de orden irracional. Ello resume un proceder del hombre que considera a otras causas para el conocimiento, contradiciendo la razón y la experiencia; y de hecho aprueba la insensatez, lo absurdo y el terrorismo. El irracionalismo es objeto de estudio de pensadores con distintas orientaciones, por ejemplo, Lukács en "El asalto a la razón. La trayectoria del irracionalismo desde Schelling hasta Hitler" (1954); en el título original (Die Zerstörung der Vernunft) describe el derrumbe de la razón por las filosofías irracionalistas.
Lukács responsabiliza a las "filosofías burguesas" e idealistas (desde Schelling hasta Spengler y Jünger, pasando por Schopenhauer, Kierkegaard, Dilthey y Nietzsche) de la existencia histórica de la barbarie totalitaria del nazismo y el fascismo. También explica que estos sistemas conforman la semilla ideológica de los valores de la sociedad capitalista. Llevando –tras destruir la razón— a la desvalorización del entendimiento, al relativismo moral, al escepticismo y a la exaltación de significados ilógicos apropiados por el nazismo. Sugiere que el fascismo consiste en una calle ciega del irracionalismo, con él se encuentra el capitalismo contemporáneo frente a un muro infranqueable que conduce a la nada, al nihilismo; debido a que no evoluciona ni se transforma y en consecuencia su única salida consiste en la violencia, la guerra y el fascismo, contra la humanidad.
El capitalismo, agrega Lukács, carece de la razón dialéctica que tiene el comunismo con su método científico del materialismo histórico dialéctico o marxismo. Y por ello el capitalismo tiende a mantenerse inmóvil, sin cambios estructurales ni humanistas. Fórmula adecuada para examinar "las falsas democracias contemporáneas", de orientación burguesa, mas no populares, con sus abusos, miserias y contradicciones. Por otro lado Popper dedica su obra, "La sociedad abierta y sus enemigos", al estudio histórico y sistemático –con el examen del historicismo fundamentado en las teorías de Hegel y Platón— de lo que él califica "el problema intelectual más importante de nuestro tiempo", es decir, la rivalidad entre el Racionalismo y el Irracionalismo.
Ello lleva a comentar el informe de la "Escala F" o del Fascismo, el cual detalla el perfil sicosocial de la naturaleza fascista. Así surgen las interrogantes: ¿el temperamento del individuo fascista radica en una actitud adolescente de inmadurez, ignorancia y necedad política? ¿Arrogancia insensible, inconsciencia e intimidación? ¿Desconoce la historia o la deforma? ¿Hay un origen externo del condicionamiento de la mente? ¿Cómo se evita la repetición del Fascismo?
Entretanto la psicología social analiza el problema entre la libertad del individuo humano y la autoridad –el poder— en lo social y sus interrelaciones (como la guerra), desde el autoritarismo –el abuso de poder— a la impersonalidad en tanto aptitud para la subordinación ciega y servil. Ello significa el predominio irracional sobre el hombre. Las demostraciones de barbarie como el Fascismo, el Nazismo y el Sionismo, entre otros fenómenos de impiedad y saña, son la desmedida muestra execrable de una forma de actuación autoritaria de dominación y de superioridad [T. Adorno y M. Horkheimer, Dialéctica del Iluminismo].
Incluso las investigaciones de Milgram, en los años setenta del siglo XX, en relación con la "obediencia a la autoridad" [en "Obediencia a la autoridad", 1979]. A la par, Barnes inducido por los experimentos que aquél científico realizó y en conexión con el inhumano nazi-fascismo durante la II Guerra Mundial. Con crudeza narra la abominable función cotidiana de quienes acataban órdenes de la autoridad en los campos de concentración y de exterminio. Los injustificables actos aberrantes del nazismo en el Holocausto y la muerte de millones de seres humanos entre judíos, gitanos, homosexuales, discapacitados, republicanos españoles, italianos, rusos y de otras naciones de la Unión Soviética y de Europa:
"La segunda guerra mundial y, en especial, las atrocidades sistemáticas perpetradas por los alemanes durante el conflicto, influyeron poderosamente sobre Milgram cuando elaboró su programa de experimentos. En el curso de la guerra muchas personas se levantaban todas las mañanas y realizaban sus tareas en los campos de concentración y exterminio. Otros participaban todos los días en la fabricación del equipo y de los instrumentos necesarios en esos campos: las cámaras de gas, las sustancias letales. La actividad de producir la muerte a gran número de individuos inocentes e indefensos lo más rápidamente posible se convirtió para gente en el trabajo rutinario de cada día.
El hedor de los cuerpos quemados pasó a ser un componente del ambiente de trabajo y procesar estos cuerpos pasó a ser un componente de la economía. Una vez que la mente humana afrontaba ese hecho, tenía que preguntarse: ¿Cómo era eso posible? ¿Cómo podía la gente vivir una vida en la que no sólo existían esas prácticas sino que consistía realmente en llevar a cabo tales atrocidades?
Algunos de los protagonistas proporcionaron, después de la guerra, posible respuestas a esta interrogante, cuando intentaron exculparse de cuánto había ocurrido en los campos de exterminio. Afirmaron que se habían limitado a obedecer órdenes. La responsabilidad corresponde a quienes habían impartido esas órdenes; ellos se habían limitado a hacer lo que les decían. Este tipo de afirmaciones no se aceptaron nunca como excusas después de la guerra (naturalmente, por parte de los enemigos), pero sí se analizaron seriamente como posibles explicaciones. Tal vez existía un tipo determinado de persona especialmente susceptible a la autoridad y que estaría dispuesta a realizar cualquier trabajo, por abominable que pudiera ser, cuando se lo ordenara una autoridad legítima.
Tal vez los campos de concentración alemanes habían podido reclutar un número suficiente de individuos con ese tipo de personalidad, lo cual había permitido que funcionaran sin dificultad. Si esto era así, la existencia de esa clase de personas era un hecho de gran importancia social y política y su identificación era una tarea de la máxima urgencia. Los experimentos de Milgram fueron ideados para identificar a ese tipo de personas y dar alguna indicación sobre su número y distribución" [B. Barnes, "Un experimento sobre la autoridad: de S. Milgram", en Sobre ciencia, Labor, Barcelona 1987:68-71].
¿Difieren tales hechos nazi-fascistas, entre otras acciones irracionales y despiadadas, de los bombardeos atómicos a las arrasadas ciudades de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945, por orden de Harry Truman el presidente de los Estados Unidos? Pese a que en el alto mando militar al parecer no hubo consenso ni unidad de criterio para emplear la bomba de plutonio en Japón. Son determinantes la estrategia con propósito geopolítico y el control hegemónico del nuevo orden económico –el "new economic order" del modelo capitalista liberal internacional—, el móvil causante de la mortandad de millares de civiles para la inmediata rendición sin condiciones de Tokio. ¿En analogía, será aceptable denominar a dicho holocausto como una acción de tipo fascista? O en la actualidad la correlación con el genocidio del pueblo palestino por el nazi fascismo sionista, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia entre la Unión Europea. Ironía de la historia, los judíos hoy son los victimarios. Además la expansión del fascismo por el planeta, en especial en América Latina con el avance de la ultraderecha.
Cabe aquí la crónica de la relativización de la maldad (¿para algunos lo es y para otros no?) acorde a la ventaja inherente al uso del poder y cómo se observe el mal. De allí el comportamiento cínico, la hipocresía, la cobardía y la doble moral. Ya que en política se configuran actos y decisiones sin esperar resultados impecables, ello comporta una incuestionable noción trágica de la realidad, aunque no consiste en un referente de moralidad ni de ética. En esta situación, infiltrado por Polibio y su concepción de la naturaleza animal del hombre en política, encaja la deducción de Maquiavelo cuando explica:
"Según demuestran cuantos escritores se han ocupado de la vida civil y prueba la historia con multitud de ejemplos, quien funda un Estado y le da leyes debe suponer a todos los hombres malos y dispuestos a emplear su malignidad natural siempre que la ocasión se lo permita. Si dicha propensión esta oculta algún tiempo, es por razón desconocida y por falta de motivo para mostrarse; pero el tiempo, maestro de todas las verdades, la pone pronto de manifiesto (…) Los hombres, sin embargo, escogen un término medio, que es perjudicialísimo, porque no saben ser ni completamente buenos, ni completamente malos (…) Rarísima vez son los hombres perfectamente buenos o completamente malos [Maquiavelo, "Discursos sobre la primera década de Tito Livio", III, XXVI, XXVII, en Maquiavelo, Gredos, Madrid 2011:265, 327-328.].
El concepto de que los hombres son malos y predispuestos a la actuación perversa, corresponde a las llamadas ideas "maquiavélicas" expuestas en El príncipe (xv-xix), la cuales le dieron injusta fama a Maquiavelo puesto que desvirtúa sus estudios sobre el temperamento del político. Con todo, es valorable comprender su filosofía política en base a la investigación histórica y su experiencia con la realidad o la "veritá effettuale".
En coordinación con las indagaciones sobre la "personalidad fascista", se observa a la Psicología social contraria a la Psicología individual; ésta estudia al sujeto y también la denominan psicología profunda –o de los "complejos de inferioridad"—. Teoría iniciada por Adler, discípulo y disidente de Freud. Tal disciplina valora el conocimiento del "plan de vida" de un individuo como su empeño de corregir "los complejos o sentimientos de inferioridad" que sobrelleva desde la niñez y frente a ellos el hombre desarrolla cierta "voluntad de poder". En consonancia Adler asegura que el antagonismo nace del correlato social [A. Adler, Praxis y teoría de la psicología individual].
En articulación con ambas psicologías, la sociología, la psiquiatría, la antropología y la política, Adorno introdujo el análisis de la "personalidad autoritaria" y la compara con los "prejuicios raciales", nacionalistas y autoritarios. En la investigación con sus asistentes, idearon el cuestionario "Escala F", o del Fascismo, con el fin de distinguir y evaluar el perfil de la "personalidad fascista". Lo establece con el supuesto, motivado por las crueldades nazis, de que las manías fascistas constituyen parte de la idiosincrasia de algunos individuos. Junto al recelo "racial", étnico, religioso y la preferencia etnocentrista. Señala la corriente que considera a la propia etnia, grupo social, cultura o civilización, como superior y un modelo universal para los demás grupos humanos o civilizaciones. Lo cual fundamenta el fascismo, el racismo, la intolerancia, el chauvinismo y la xenofobia, entre otras perversiones individuales y colectivas.
De modo que la obsesión fascista configura el talante distintivo de la naturaleza de ciertos individuos como: el principio de jerarquía social (de las élites socioeconómicas y "aristocráticas") sobre "los subalternos", la subordinación al "superior", el servilismo ante el autoritarismo, la insensibilidad y la rigidez de pensamiento; crea y cree en una "historia rosada" conveniente a su interés político y contraria a los hechos reales. Además de conservador en las ideologías y en las acciones, y por ende, hipócrita, tiene la sensación de dominio sobre quienes considera "inferiores"; de igual forma es intolerante, egoísta, intransigente, yoista, asume el culto a la personalidad y el fanatismo religioso y político, entre otros rasgos. Su pensar cuadrado no acepta cambios y todo debe permanecer fosilizado. Contrario al pensamiento circular, lógico, dialéctico, que ve y entiende las transformaciones inevitables en el tiempo, de la vida, la naturaleza, la realidad, la sociedad y el hombre. "Todo pasa y nada queda/pero lo nuestro es pasar/pasar haciendo caminos", dijo el poeta. Sin embargo es valorable advertir conductas como arrogancia, altanería, prepotencia, incluso sectarismo y mitomanía, en políticos y funcionarios que, si bien, no sean fascistas, maltratan y menosprecian al pueblo. Por tanto, mediante la "Escala F", se estudian nueve variables principales de la identidad fascista:
"Convencionalismo: Adhesión rígida a valores convencionales de la clase media.
Sumisión autoritaria: Actitud sumisa, no crítica, hacia autoridades morales idealizadas del grupo.
Agresión autoritaria: Tendencia a mantenerse en guardia y a condenar, rechazar y castigar a la gente que viola sus valores.
Auto-introspección: Oposición a lo subjetivo, lo imaginativo, lo sensible.
Superstición y estereotipo: La creencia en determinantes místicas del destino individual: la disposición a pensar en categorías rígidas.
Poder y ‘rudeza’: Preocupación por la dimensión líder-seguidor, fuerte-débil, dominación-sumisión, identificación con las figuras del poder, énfasis excesivo sobre los atributos convencionales del yo, afirmación exagerada de la fuerza y la rudeza.
Destructividad y cinismo: Hostilidad generalizada, difamación de lo humano.
Proyectividad: La disposición a creer que en el mundo ocurren cosas terribles y peligrosas, la proyección hacia el exterior de impulsos emocionales inconscientes.
Sexo: Preocupación exagerada por las ‘peripecias’ sexuales" [T. Adorno W. y otros, Authoritarian Personality, cap. 2, Harper, New York 1950:228].
En cuanto a la hipótesis de la clase media, pequeña burguesía y burguesía, como grupos susceptibles a la influencia fascista, sobran evidencias. De ello en Europa, hace memoria la filósofa Arendt en Los orígenes del totalitarismo. Asimismo de la clase media procedían Franco, Mussolini y Hitler; éste en su autobiografía escribió sobre talantes reveladores de la naturaleza humana:
"El ambiente que rodeó mi juventud era el de los círculos de la pequeña burguesía, es decir, un mundo que muy poca conexión tenía con la clase netamente obrera, pues, aunque a primera vista resulte paradójico, el abismo que separaba a estas dos categorías sociales, que de ningún modo gozan de una situación económica desahogada, es a menudo más profundo de lo que uno pueda imaginarse. El origen de esta –llamémosle belicosidad— radica en que el grupo social que no hace mucho saliera del seno de la clase obrera, siente el temor de descender a su antiguo nivel de gente poco apreciada, o que se le considere como perteneciente todavía a él (…) quiso el destino ser magnánimo conmigo, constriñéndome a volver a ese mundo de pobreza y de incertidumbre que mi padre abandonara en el curso de su vida. El destino apartó de mis ojos el fantasma de una educación limitada propia de la pequeña burguesía. Empezaba a conocer a los hombres y aprendía a distinguir los valores aparentes o los caracteres exteriores brutales, de lo que constituía su verdadera mentalidad" [A. Hitler, Mein Kampf, 1925-1927, Nueva York 1939 (Mi Lucha, "Las experiencias de mi vida en Viena", cap. II)].
Para Hitler el conocimiento del hombre le ofreció la posibilidad de tener individuos que no cuestionaban sus órdenes, las ejecutaban sin vacilar y ningún tipo de remordimiento ni problema moral. Está el caso de Adolf Eichmann, teniente coronel de las SS, de los notables ejecutores de la "solución final" nazi, para rematar "la cuestión judía" a través de la aniquilación masiva y sistemática de los judíos entre 1942 y 1945. Era un hábil administrador y funcionario fiel a la estructura que llevó a los judíos, y a otra enorme cantidad de gente que no lo eran, hacia la muerte. En 1961 fue juzgado en Jerusalén.
Ese episodio fue presenciado por Hannah Arendt. Bajo tal circunstancia escribió el ensayo sobre las concepciones, en perspectiva diferente, del "mal banal" y el "mal radical" u ontológico [en Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal]. Arendt destaca en la "Entrevista televisiva con Thilo Koch": "El hecho mismo de que los criminales no actuaran movidos por los impulsos malvados y asesinos que todos conocemos (no mataban por matar, sino porque así lo exigía su carrera profesional) nos ha llevado a todos a demonizar la desgracia. (...) Y concedo que resulta más fácil asumir que uno ha sido víctima de un demonio en figura humana (...) que no víctima de un fulano cualquiera, que ni siquiera está loco o es especialmente mala persona" [en Lo que quiero es comprender. Sobre mi vida y mi obra, Trotta, Madrid 2010:36-41].
Relativo al "mal radical", la filósofa expresa en carta al médico, psiquiatra y filósofo, Karl Jasper; representante del existencialismo alemán: "No sé lo que es realmente el mal radical, pero me parece que de algún modo tiene algo que ver con los siguientes fenómenos: hacer superfluos a los seres humanos como seres humanos (no se trata de utilizarlos como medios, lo cual deja intacta su condición humana y sólo vulnera su dignidad humana, sino hacerlos superfluos qua seres humanos) (...) La omnipresencia del hombre hace superfluos a los hombres" (Arendt, ob. cit.].
El argumento del mal en la Filosofía aparece desde el origen de la misma. Por consiguiente, para Parménides significó la negación del Ser: "el no ser". A la par lo examinaron, entre otros pensadores, Agustín de Hipona en Confesiones; Maquiavelo en El Príncipe y en Discursos sobre la primera década de Tito Livio; Leibniz fue el primero que lo sistematizó en su Teodicea; y Kant en Crítica de la razón práctica. En cuanto a la temática del mal ontológico o radical, Unamuno constituye un referente del asunto debido a su reflexión: "Los hombres andan inventando teorías para explicarse eso que llaman el origen del mal (…) lo malo del mal acto es que malea la intención, que haciendo mal a sabiendas se predispone uno a seguir haciéndolo, se oscurece la conciencia. Y no es lo mismo hacer el mal que ser malo. El mal oscurece la conciencia, y no sólo la conciencia moral, sino la conciencia general, la psíquica. Y es que es bueno cuanto exalta y ensancha la conciencia, y malo lo que la deprime y amengua" [Del sentimiento trágico de la vida, X, XI].
En resumen: el análisis reflexivo de los actos de violencia fascista, neonazis, totalitarios, sionistas, de supremacía, discursos y crímenes de odio, genocidio o de cualquier índole maligna, se hace indispensable comprenderlos para evitar acciones irracionales y la superficialidad del mal; puesto que inutiliza la razón, la conciencia, la vida y la condición humana, abriendo paso a la bestialidad del hombre: "el animal en dos patas". De aquí lo factible de pensar en la forma de prevenir el fascismo como estrategia para impedir que se repita en la historia. Ya que por el mal la realidad no es verdadera ni logra el hombre ser feliz, pues, se convierte en un sujeto fracturado y no es consciente de sí.
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