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Esa mujer, realmente, resulta todo un misterio en nuestro país, en nuestra historia: mentirosa como una bellaca, falsa, cursi, instigadora de crímenes, perversa, envilecida por la maldad y por el dinero. Reúne todo lo bajo, denigrante y envilecedor que dejaron aquí los conquistadores y colonizadores españoles. ¡Y que existan tantos imbéciles que la sigan es otro misterio mucho peor!
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Pero así, como Venezuela es la tierra de las mayores bendiciones, como contrapeso también ha gestado monstruos de esa calaña, y ella viene siendo un producto de las traiciones más viles, como la de un Páez, como la de los bandidos y locos de los Monagas. Como la de los Leocadio Guzmán y Antonio Guzmán Blanco, como las del miserable de Julián Castro o de la peste de Juan Vicente Gómez y Manuel Antonio Matos, y finalmente de la caterva de lacayos del Puntofijismo.
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Nosotros nos horrorizamos cuando contemplamos a esas turbas de seguidores del bobo Edmundo González Urrutia, el puppet de la abominable doña, que se prestan (y lo diremos en palabras del Libertador), para ser instrumentos de los malvados godos y de los gringos. La revolución siempre ha estado dispuesta a tratarlos con indulgencia a pesar de sus crímenes, pero ellos (los viles cómplices de esta bestia) se obstinan no obstante en sostener los estandartes homicidas de los terroristas, alistándose bajo las banderas de los eternos terroristas gringos y europeos.
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¿Por qué, señores -les diría hoy Bolívar, a los seguidores de esta miserable-, sois tan arrastrados e indolentes, tan ingratos con quienes han tratado de darles todo: proporcionarles un destino digno y un sentido grandioso de patria? ¿Cómo es que habéis sido poseídos por esa inconcebible demencia que os impulsa a tomar las armas para destruir lo propio y para tratar de restituir el cetro de vuestros tiranos?
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Es doloroso, ver en esas acciones de los comanditos y guarimbas algunos negros, zambos y mulatos, gente cuyos tatarabuelos fueron esclavos de Europa, gente pidiendo auxilio a los robocops del imperio, a esos súper dotados mercenarios de la misma estirpe de Juan Bautista Irvine, de los que le negaron ayuda a Bolívar en 1817, y que en cambio le suministraban recursos y armas a los realistas.
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Venezolanos haciéndoles el trabajo de los gringos a través de guarimbas, trancas, quemas de negros, incendios de hospitales, estaciones de metro o de trolebús, trole-cable, buses, cavas, cisternas, bibliotecas y universidades. ¿Por qué, os convertís en mariners contra tu propio pueblo? ¿Qué os impulsa a ser tan acomplejados? ¿Por qué os empeñáis en levantar muros contra tus propios hermanos y seres queridos?
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La lucha por la independencia está viva entre nosotros con todos los colores y símbolos tal como sucedió hace doscientos años, y por eso, como ninguna otra nación somos una escuela de dignidad para el mundo. Y somos únicos, porque en aquella guerra de independencia desapareció toda la alta clase social que nos gobernaba, lo que no pasó en Norteamérica ni en muchos lugares de América Latina, cuyas clases predominantes permanecieron intactas: México, Perú, Colombia, Chile, Argentina. Pereció casi toda la población luchadora pero no pudieron con nosotros los diez mil europeos de Pablo Morillo, el mismo que decía en 1819 que ni con 30 mil realistas le podrían torcer el brazo a Bolívar. Aquella generación de batalladores, está de vuelta y somos nosotros los chavistas.
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Vemos resaltar en este mar de dolores, un elemento perturbador de la integración social, que lamentablemente no se ha podido erradicar en cinco siglos: los prejuicios de casta o de raza. El fascismo importado de Europa y que representa en su mayor pureza María Corina Machado. Aquí se había venido vanagloriando la oligarquía de que no nos había gobernado un negro, un mulato o un indio, y nos pusieron, a casi todos los presidentes que hemos tenido, en pinturas al óleo sobre soberbios caballos blancos, como si hubiesen sido unos George Washington o Napoleones (aclaro: Bolívar no anduvo en caballo blanco), a Páez, Soublette, los Monagas, Guzmán Blanco, Crespo, Juan Vicente Gómez (¿han visto ustedes el cursílisimo cuadro que se mandó a hacer Rómulo Betancourt en el que aparece en un ampuloso corcel blanco?).
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Y por otro lado, cómo hicieron nuestros oligarcas y académicos, malabarismos tragicómicos para demostrar que Bolívar era casi de raza aria, cuando muy bien lo dijo Simón Rodríguez: "¿Qué dirán las naciones europeas cuando lleguen a saber que Bolívar es zambo? ¿Qué dirán los rubios de Inglaterra, los de Escocia, los de Francia, y sobre todo los de Andalucía?, un zambo mandando indios en Perú. Qué impropiedad. Bolívar y su defensor son zambos, pero ninguno de los dos es necio (es decir, pendejo)".