Toma asiento el cronista frente a su teclado. Mira a su alrededor. Un país en ruinas lo contempla.
Allá, entrado en carnes, bigotudo e iracundo, el presidente de esta república aparente pronuncia sus alegatos sobre una tarima. El cronista lo imagina extraviado en un borgiano laberinto circular que no conduce a ninguna parte.
A sus espaldas, siete generales prorrumpen con el puño izquierdo en alto:
—¡Dudar es traición!
Acá, trajeada de blanco virginal, pero con diabólica furia en los ojos, una mujer de embelesado verbo, valiente pero errada, siempre errada, habla de fortalezas improbables y de una juramentación que no será.
El cronista escucha las voces de sus rabiosos adláteres:
—¡Pasar la página es traición!
¿En serio alguien cree que así puede edificarse algo que merezca llamarse país? El cronista vuelve a mirar a su alrededor. Ofenden las ruinas humeantes de la que fuera Tierra de Gracia, sitio del Paraíso Terrenal, según bitácora del primer conquistador. Entonces el cronista aventura improbables admoniciones, vanas advertencias, tal vez cándidos consejos. Pero en fin, gruñe para sí, "la peor diligencia es la que no se hace".
A ver, a ver.
La oposición
Consideren con la mano en el corazón los exaltados compañeros del oposicionismo extremo, ahora que se sumergen en las aguas turbias de la resaca, si los eventos del 28J sólo son culpa del avieso chavismo gobernante o si por ventura también alguna responsabilidad les atañe a ellos. Hazaña inusual la de transformar una victoria electoral en una derrota política, desoladora taumaturgia que ya fue oficiada luego de la resonante victoria de 2015. ¿Era posible ganar y cobrar sin un riguroso acuerdo previo con el partido‑Estado que garantizase una cambio evolutivo y no una revolución (de derecha pero revolución)? ¡Y mire usted que fue anatemizada la insinuación de postular un candidato que contase con la aquiescencia de quienes iban a dejar el gobierno, en caso de ser derrotados! ¿Fue o no una provocación estúpida designar en cambio a quien más encono causaba en ellos? ¿No lo fue aquella sandez de: "Maduro, ven pa’cá, yo lo que quiero es verte preso"? Queda la duda ahora ‑al menos la duda‑ de si con otro abanderado las cosas hubiesen sido o no diferentes.
Necio había que ser para pensar siquiera que unos camaradas que se creen revolucionarios bolcheviques de la vieja escuela, elegidos por los dioses, poseedores de un destino manifiesto, y amenazados con cárcel, sobre cuyos cuellos pende la espada de Damocles de millonarias recompensas gringas, y a quienes se amenaza con juicios en la CPI y persecuciones universales y eternas, iban a entregar las llaves de Palacio envueltas en celofán y con un lacito arriba. Es como si se hubiese buscado instrumentalizar la ruta electoral para, desvirtuándola, ponerla al servicio de la ruta extremista de la fuerza. Porque si de ruta democrática hablamos, no debemos olvidar que ella es una moneda de dos caras: por un lado el voto, por el otro el acuerdo; sin éste, aquél es una cáscara vacía.
—A nadie hubiesen entregado, hiciésemos lo que hiciésemos —me dice desencantado un buen amigo de compartida militancia centrista.
—No lo sé, no lo sé —contesto yo—. No habría estado de más despejar la duda sin tanta memez.
Derrocado Allende en 1973 por unos militares felones, cierta izquierda se apoltronó en la fácil explicación por medio de la obviedad: el imperio, la CIA, el destructor USS Jesse L. Brown paseándose como parsimonioso escualo frente a la bahía de Valparaíso, la oligarquía más cruel de Latinoamérica, la infame traición de Pinochet… ¿Y la izquierda, nada tuvo que ver en aquello? ¿La exacerbación de los ánimos, el discurso exaltado, las estatizaciones innecesarias, la catástrofe económica, el desabastecimiento y la inflación desatada, la ocupación de viviendas, las intemperancias de Altamirano, el aventurerismo del MIR, el extremismo de la ultra, la falta de acuerdos con el centro, los necios desencuentros con la Democracia Cristiana, los ¡veinticuatro! días de Fidel como una ventisca por sus ciudades, fábricas y campos, etc., etc.: nada de eso incidió en el trágico final de aquel experimento? Es lo que tocaba revisar, como escribió Teodoro entonces, pues "es el término de la ecuación que como izquierda nos compete". Luego, de igual modo…
…no todo cuanto aconteció el 28J es a cuenta del chavismo gobernante. Han de examinar su conciencia los oposicionistas díscolos, turbulentos, alborotadores. Revisarse sería coraje. Cada uno tiene ante sí una ruda escogencia existencial. Se rinde usted, baja la cerviz, y se resigna a la hegemonía de un régimen autoritario de partido‑Estado, y tal vez cavila acerca de la selva del Darién y elucubra en el "sueño americano"; o sigue la pelea. Pero los pueblos nunca se rinden. No hay pueblo vencido. En cuyo caso se plantea otro dilema:
● Se convence usted de que sólo a sangre y fuego estos capitostes del poder serán echados de Palacio, y entonces coge su morral y su fusil y sube al monte, y dedica sus horas a la melancólica búsqueda de una conjura militar quién sabe para cuándo, y va y se hinca ante la columnata del Departamento de Estado, en Foggy Bottom, Washington, y clama por una invasión gringa, a ver si le hacen caso (improbable ignominia);
● O, ¡ay, PUD del invisible extravío!, constata que se equivocó, que desde las primarias todo fue un clamoroso desaguisado, incluyendo la patochada del candidato sustituto …y su burda "titerización" por el extremismo, y regresa con armas y bagajes a la ruta democrática (voto y acuerdo), aunque haya que volver a empezar, y acude a los comicios de 2025 sin asco alguno para salvar lo que sea salvable del naufragio, y torna a la mesa de negociaciones, dispuesto a ofrecer lo que sea menester… a trueque de un futuro y eventual cambio de gobierno, aunque se comparta el poder por muchos, muchos años, respetando y reconociendo y reconciliándose con el adversario chavista. ¿Son menos persuasibles Maduro y cía. que Pinochet, o que los blancos racistas de Sudáfrica, o que los comunistas de Europa oriental, o que los fascistas de la Falange franquista? En lo personal, no lo creo… sino todo lo contrario. Eso sí, sospecho que esto es a diez, a quince años plazo.
¡Piensen, señores teóricos de la página pasada, piensen! ¿De qué otra manera se lee la trama de un libro si no se continúa con el siguiente folio? ¿Quiere eso decir acaso que se olvida lo leído? ¿Cómo entender la historia de una novela si no se recuerda lo que ha sido narrado? Pasar la página no implica amnesia sino movimiento… y sin movimiento no hay vida pues lo estático está inerte, es decir, muerto.
Entonces este cronista echa la mirada al otro extremo del tablero. Allá los tozudos mandamases del poder que, a troche y moche, quieren imponer a la fuerza su proyecto chavista autoritario y militarista a una sociedad democrática y libertaria que lo es por naturaleza y heredad histórica. Son dos países que se muestran los dientes como mastines furiosos. Uno está en el gobierno y el otro no. Estado y sociedad civil. Pero ninguno ha vencido.
El 10E Nicolás Maduro será juramentado en Capitolio, acaso abollada su legitimidad de origen, es cierto, pero con todas las instituciones a sus pies, magistrados, fiscales, rectores, diputados, y los generales y almirantes a sus espaldas, y los jefes policiales a sus costados, y la llave de la bóveda presupuestaria en el bolsillo. En ese mismo instante, un venezolano llamado Edmundo tal vez se "juramente" en la Plaza Mayor de Madrid, rodeado de esa Corte de los Milagros que son los políticos venezolanos exiliados, morriñosos exalcaldes, reconcomiados exdiputados, y con la Ayuso, convidada especialísima, sentada a su diestra. Pero, como decimos, ninguno habrá vencido.
Sombrías sospechas de fraude por aquel lado. Inanición de poder por este otro. "Empate catastrófico", lo llaman algunos. Y esta lacerante, opresiva, pesarosa realidad venezolana, esta devastación que por eufemismo llamamos patria, alargará sus días y sus noches, dolor a dolor, muerte a muerte, reproduciéndose a sí misma ad infinitum. Se cuenta que Aureliano Babilonia comprendió estando en el ojo del bíblico huracán que arrasaba de la memoria de los hombres a Macondo, la ciudad de los espejismos, que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. Ojalá no sea nuestro caso.
El gobierno
Mediten los señores chavistas del partido‑Estado qué revolución es ésta que, ¡cinco lustros después!, ofrece como legado una sociedad más injusta, más pobre, más dependiente y más atrasada que la de 1998. ¿Cuál ha de ser su huella en la historia? Pero a ver, no piensen solamente en esta abstracción de una posteridad con honor. Consideren con maquiavélico pragmatismo sus intereses mediatos. ¿Qué gloria hay en apenas administrar esta devastación, humana y física, política, económica y social, sin poder transformarla? ¿Qué les ayuda más a prolongar su condición de fuerza política determinante en los quehaceres de la república: atrincherarse o cambiar? ¿Cómo conservan su capacidad de hegemonía, a decir de los comunistas italianos? ¿Llega acaso a príncipe moderno (Gramsci dixit) este PSUV parasitario, obediente y leninista?
Pueden, sí, consumir sus horas en la ruda faena de "no dejarse tumbar". Cierto heroísmo hay en ello, ¿qué duda cabe? Pero, ¿a esa patética condición van a reducir su ejercicio de la cosa pública? Mirar siempre tras sus espaldas. Sospechar que un conspirador se esconde debajo de cada piedra. Reprimir, reprimir, reprimir... Curiosa revolución ésta que veinticinco años después produjo dos mil jóvenes dizque "terroristas".
"Plan Ávila contra esa marcha oposicionista que viene a Miraflores clamando por mi renuncia al cargo". "Candelita que se prende, candelita que se apaga". "Échenles gas del bueno". "¡Metan presa a esa juez díscola y levantisca!". "Baduel a la cárcel y que se pudra allí hasta el postrero de sus días". "Ésta es una revolución pacífica pero armada". "¡No volverán!" "En polvo cósmico serán convertidos". "Victoria de mierda ésta de los escuálidos". ¡Ah!, las raíces históricas del mal.
Triste, muy triste. ¡Qué solitario debe ser el poder así! Pero pueden cambiar. Todavía están a tiempo.
¿Es que no pueden ponerse sobre la mesa los términos de una amnistía generosa, de todos y para todos, los de allá y los de acá, insurrectos y agentes del orden, como la de 1977 en España, que produzca la inmediata libertad de todos los presos políticos (que no hayan cometido delitos graves como homicidio, claro) y, al propio tiempo, el levantamiento de todas las sanciones, colectivas e individuales, por parte de naciones emparentadas con un sector de la oposición venezolana? ¿Alguien lo ha sugerido durante las agotadoras e incontables jornadas de negociación gobierno/PUD-EEUU tenidas de Bridgetown a Oslo, de Santo Domingo a México, de Doha a Caracas? Imagínese por un instante el efecto catapultador que tendría una decisión de esta magnitud en el crecimiento económico de la nación, es decir, en la mayor abundancia de recursos fiscales y en la mejora consecuente de los servicios públicos, de los salarios y las pensiones y en general de las condiciones de vida de todos los venezolanos. ¿En serio, señores del gobierno, no los tienta la posibilidad de ser protagonistas de lo que sería una epopeya de proporciones históricas planetarias? Superar la devastación que arrastramos como un pesado fardo desde 2007 cuando cayó en barrena TODA la producción agrícola e industrial, ¡diez años antes de las sanciones y con el petróleo a $100! Con una victoria tal, ¿no quedaría así aislada y derrotada para siempre la ultraderecha fascistoide tanto vernácula como mundial?
A otro tema. El partido-Estado. ¿Es una decisión irreductible del PSUV y del gobierno procurar un régimen de esta naturaleza? O sea, ¿es innegociable la obscena y terca violación que se hace de los postulados de la Constitución desde 2006 en adelante cuando el partido de gobierno le puso por primera vez la mano a TODOS los Poderes sin excepción? ¡Atrévanse, señores del gobierno! Destierren para siempre del TSJ a los obsecuentes magistrados-Comisarios-Políticos. Resérvense el Ministerio Público, si quieren, que así se hace en muchos países democráticos (EEUU, por ejemplo) e incluso cuando AD y COPEI, pero nombren un Contralor y un Defensor del Pueblo con algún brillo personal propio y sin ataduras partidistas. El contrapeso les hace bien. Despartidicen a la Fuerza Armada, no la humillen más trocándola en Brigada de Orden del Partido. Acaben, por el amor de Dios, con esa pretensión ridícula de convertir a Chávez en otro prócer de la patria, Padrecito de los Pueblos como Stalin, Gran Timonel como Mao, Gran Héroe de la Paz como Ceauşescu. Déjense de comparaciones grotescas e impías y respeten un poco, por Dios, la memoria del Libertador.
En fin, la lista puede ser larga. Reformas electorales. Sustento consensuado entre gobierno y oposición, derechas e izquierdas, trabajadores y empresarios, Estado y sociedad civil, de una economía social de mercado con un vigoroso Estado de bienestar. Relaciones abiertas al concierto de naciones del mundo, desde Washington a Beijing y desde Moscú a Bruselas. Si la paz es acuerdo, de lo que se trata es de bocetear los términos de éste. Entonces, hagámoslo. Pongámonos de acuerdo para salvar a Venezuela.
Sí. Hagamos el menester de recomponer la memoria que dejaremos a la generaciones por venir. Que los hijos de nuestros hijos digan: "Los abuelos se equivocaron, se equivocaron mucho, pero al final rectificaron e hicieron lo que había que hacer". Sólo se requiere algo de buena voluntad. Cuenta Mateo que dijo Jesús: "Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra… Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque de ellos será el reino de los cielos… Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios". Tal vez a los venezolanos de hoy nos toca interiorizar estas palabras y procurar ser merecedores de ellas.