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Hay que reconstruir la historia a partir de la visión de los oprimidos, de los sometidos, de los torturados, de los vilmente asesinados, de los desplazados. A partir de la mentira en la historia se creó el molde que imponen los imperios para que veamos de rodillas sus inventos, sus negocios y sus falacias. Mienten los medios, miente la iglesia, mientes los académicos, mienten los explotadores. Mienten los magnates y los dueños del mundo. De allí que exista toda una educación del sometimiento, toda una cultura del servilismo, todo un enanismo moral que acaba produciendo profesionales que para comer el oprobio de su pan sostienen que el único saber posible es el de la globalización que nos quieren imponer los poderosos.
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La gran tarea es ahora revisar nuestra historia, para concientizar a los jóvenes sobre los valores de nuestros orígenes y el valor de nuestros creadores, el sentido de nuestras luchas y resistencias. Aquí, unos personajes educados en los imperios, trajeron sus tratados de filosofía, sus interpretaciones e ideas de progreso atadas a concepciones de dominación, de explotación y del abominable consumismo. Para ellos el fulano "progreso" sólo era posible siguiendo los modelos colonialistas que nos imponían tanto Estados Unidos como Europa. Así lo sostenían, por ejemplo, Carlos Rangel en su libro "Del buen salvaje a buen revolucionario", al igual que los que compusieron aquella bazofia llamada "Manual del perfecto idiota latinoamericano" del colombiano Plinio Apuleyo Mendoza, el cubano agusanado Carlos Alberto Montaner y el sub-peruano españolizado Álvaro Vargas Llosa. Apoyados en las concepciones que hacen propagar el imperio euro-americano, comenzó ese proceso de falsificaciones o adulteraciones de lo nuestro: no pueden concebir el progreso sino como copia siempre en chiquito, miserable, ridícula de lo que son y de lo que hacen los llamados países desarrollados (pero exigiendo que nosotros vivamos colonizados).
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Fue un plan: se quiso hacer de Bolívar un Washington o un Napoleón, se elaboró un concepto sobre nuestra lucha de independencia, pensado a lo europeo o norteamericano; de nuestros centros superiores se quisieron hacer universidades como las de Harvard o MIT. Se creó el Club de Harvard cuyo centro era aquel escabroso personaje llamado Ramón Escobar Salom. Desde afuera se nos adjudicó melosamente el término de tercermundista o de "país en vías de desarrollo", es decir, medio atrasado mental. Nos desfiguraron como lo hacen ciertos artistas que quieren ser blancos, porque se nos querido hacer ver que cuanto hacemos es feo, cursi, degradante y malo, y jamás estaremos a tono con lo refinado y con lo moderno que relumbra en el "Primer mundo".
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Por otra parte, cuando buscábamos organizarnos políticamente, siempre echábamos mano de cualquier armatoste legal copiado de los que estaban levantando los reformadores franceses, gringos, ingleses o españoles. Y esos adulterados venezolanos que no hacían sino mirar hacia fuera para armar lo propio, llegaron a convertirse en oráculos del destino nacional. Eran notables, estaban en todas las comisiones del Estado, y cuando finalmente murieron, nos dejaron al país en la representación del palacio de Satanás, tal cual como estuvo gimiendo durante más de un siglo bajo guerras civiles, traiciones y engaños. De tanto copiar modelos extraños, perdimos todo contacto con lo real, con los que están allá abajo.
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Los "demócratas a la americana" (aquellos del puntofijismo) para recobrar sus viejos poderes, siempre han estado pensando solicitar la intervención de los linchadores de negros del Norte o de la esclavista Unión Europea; han vivido pegando el grito en el cielo pidiendo acciones y sanciones a los organismos internacionales contra nuestro país; urgían que la bota de los mariners entraran por nuestras costas para restablecer la "LIBERTAD". La lista de los intelectuales (traficantes de la censura) que se embanderaron con esta posición o que callaron vilmente, esperando que así se produjera esa monstruosa afrenta revelando su lacayismo más horrendo y repugnante fueron entre otros: Guillermo Morón, Arturo Uslar Pietri, Manuel Caballero, Pedro León Zapata, Elías Pino Iturrieta, Juan Liscano, el mismo Mario Briceño Iragorry, entre otros, en un todo de acuerdo con los poderosos pervertidos de la derecha, con la oligarquía más virulenta. De este modo desde el siglo XIX venían planificando la destrucción de nuestra identidad, para que luego se entrara a saco y se impusieran los modelos de la cultura gringa y europea.
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Ha sido, pues, la política de los partidos reaccionarios un burdo y asqueroso negocio, siempre en busca de dinero, por lo que el fin que persiguen, y ha sido siempre así, el que jamás seamos capaces de ver a la cara de nuestros propios errores, obligándonos a vivir con ellos, resignados a ser eternamente unos parias, unos esclavos y sometidos por siempre.
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Llevamos más de un cuarto de siglo resistiendo, un cuarto de siglo luchando contra la pretensión de someternos a sangre y fuego, a fuerza de bloqueos y sanciones, invasiones y guerras de todos los formatos posibles. Sólo un sentido profundamente patriótico ha impedido que nos derroten, a que esos malos hijos de Venezuela vuelvan por sus fueros. Nosotros sólo presentando la verdad histórica, y volviendo frecuentemente a ella, siempre impediremos que nos conviertan en unos viles dependientes de los negociantes del imperio gringo y europeo.