En los conciertos musicales, así como en el concierto de la vida, sobretodo en la vida de las colectividades, de los grupos humanos organizados, cualquiera que sea su tamaño, es fundamental el establecimiento de prioridades que permitan armonizar la dinámica de su vida.
La vivienda, el trabajo productivo, el alimento, la salud, el orden social, el imperio de la ley y un cristalino y solido conjunto de reglas que permitan el avance y la evolución de sus miembros donde el futuro se les presente como un océano de posibilidades reales y susceptibles de alcanzar.
Donde quien luche y se esfuerce vea resultados concretos y quienes por alguna razón no puedan hacerlo o se encuentren en minusvalía sean protegidos y guiados responsablemente por la sociedad en su conjunto y no abandonados y puestos de lado como si no existieran.
Esta unidad ideal, por darle algún nombre, no debe seguir por la senda de una ejecución estricta de una partitura ideal, debe estar abierta a los cambios sin perder su norte, su objetivo.
Cierto orden, disciplina y sentido colectivo son fundamentales para la ejecución de los proyectos que garanticen la satisfacción de las necesidades de la vida colectiva.
Necesidades de todo orden, más allá de las básicas, que por supuesto deben ser cubiertas.
En países de mayor desarrollo relativo, lo que podríamos denominar como sociedades más organizadas, observadas objetivamente y sin complejos de inferioridad, la planificación, el control y el seguimiento de planes maestros y su elaboración realista, con todas las fallas que nos muestra la historia, han permitido el avance de sus vidas hacia niveles de mayor seguridad y confort de sus habitantes.
Tropicalizemos los métodos que podamos utilizar y nos ayuden a avanzar y a lograr mayor bienestar en nuestra población.
No hay fórmulas mágicas, se requiere de esfuerzo continuo y sostenido, de gran disciplina colectiva, de trabajo y más trabajo, pero determinados parámetros deben seguirse para que ese concierto de la vida en común tenga un desarrollo armónico y una ejecución apropiada.
Que no sea disonante ni desordenado, que no hiera los sentidos sino que nos nutra y fortalezca, queque se utilicen los recursos disponibles de forma racional y ordenada orientados al beneficio colectivo.
El establecimiento de un plan de acción común donde todos los ejecutantes realicen sus partes y se tenga una clara visión común del destino que se persigue impacta o debe impactar la armonía que debe sentirse en la ejecución de este concierto colectivo.
Algunos lo llamaran fantasías de soñadores y tal vez eso sea, pero si no soñamos con un mundo mejor no avanzamos.
La disonancia constante es clara evidencia que hay instrumentos desafinados o ejecutores sin pericia o faltos de suficiente práctica, se le podría atribuir a ensayos ineficientes, a mala conducción o que la concepción de la obra, su diseño original no tiene la madurez necesaria, ni ha adquirido, no ha llegado a la etapa, dentro de su vida interna que permita una ejecución precisa.
La definición del proyecto colectivo está en relación directa con su impecable ejecución.
Se debe definir hacia a donde vamos y cuales son las etapas que debemos seguir.
No podemos viajar sin mapa.
De otra forma, la audiencia, que en este caso, también es ejecutante no podrá seguir una partitura que o no sabe leer o ha sido malamente escrita.
Con errores, que para ser corregidos deben ser detectados y aceptados con el fin de superarlos y avanzar en un concierto donde la vida de todos está en juego.
La vida y la calidad de vida que todos nos merecemos, sin agotar los recursos disponibles en este planeta azul que nos alberga y que nos afanamos en maltratar.
Y pensando en el presente, no solamente en el presente sino también en el futuro, sin mitificar el pasado, eso si, aprendiendo de él y por supuesto, afinando los instrumentos.