Ante la falta de analistas sesudos que se niegan a ver los logros del Gobierno nacional, creo pertinente escribir acerca de una reflexión que no me pertenece, es del presidente de la República, Hugo Rafael Chávez Frías y bien vale la pena repetir, recalcar y profundizar en ella.
En un discurso que pronunciaba el líder del proceso revolucionario, comentó -no recuerdo con quien ni donde ni cuando- que al comenzar hablar de la pobreza en el país, le advirtieron que lo característico de tocar ese tema actualmente, es que ahora hay una diferencia: somos pobres, pero con la Misión Robinson y Rivas, Mercal, Barrio Adentro, Negra Hipólita, Identidad, Cultura, Ciencia, entre otras que indudablemente han contribuido a mejorar la calidad de vida de los venezolanos de menos recursos.
Luego Chávez comenzó a efectuar observaciones a la forma de cómo se siguen realizando los cálculos de la pobreza en el país, pero hasta allá no llegó, eso es imposible para quien aprendió a multiplicar y a dividir ya cuando usaba pantalones largos y le habían salido los bigotes.
Pero lo cierto es que estos son detalles que se pasan por alto, nadie dice y la oposición sigue tomando la pobreza como un arma para atacar, confundir, conspirar y dañar la gestión gubernamental.
Es innegable que ese flagelo continúa siendo un problema, pero considero que también es injusto no admitir el trabajo que se hace a través de las misiones, para ayudar a la gente humilde.
Es una necedad negarse a ver lo que está a la vista. Desconozco la experiencia en otras regiones, pero aquí en Maracaibo son increíbles las toneladas de comida que todas las semanas se expenden a precios solidarios.
Lo mismo ocurre con la salud. Son frecuentes las noticias de los módulos de Barrio Adentro, Centros de Atención Integral (CDI) y muchos otros mecanismos que sólo tienen como finalidad rescatar a la gente de la miseria.
De la misma forma, resulta asombroso la cantidad de becas, la gente que se gradúa y se especializa en áreas específicas, que pasan a ser puntal del proceso revolucionario que encabeza Chávez y esa gran mayoría de compatriotas que lo acompañan rumbo al Socialismo del Siglo XXI.
Por algo todavía tiene un respaldo de 64,7%, según la última encuesta de Datanálisis que he visto por la prensa, evidenciando que aún mantiene intacta su popularidad.
La razón, para mí, es elemental. No se necesita ser un analista sesudo, para darnos cuenta, que esos números se mantienen, sencillamente, porque mientras un sector de la oposición llamado a cogobernar, a cooperar, se encuentra gastando su tiempo en urdir estrategias para desestabilizar, Chávez mantiene la mente ocupada en planes que fortalezcan a los más débiles.
Quizás se cometan errores, algunos proyectos no se cumplan como se esperaba, pero el comandante no abre la boca sino para hacer planteamientos, aportar soluciones en función de esas mayorías que estaban excluidas cuando asumió la Presidencia.
Tal ha sido el empeño, que sobran los ejemplos acerca de las buenas informaciones que se originan a propósito del avance del proyecto de Chávez. Por ahí leí- y permítanme reseñarlo de nuevo-, porque creo que las notas gratas hay que destacarlas tanto como la oposición resalta las malas.
Cito textualmente: “Con la incorporación de 259 mil 218 personas al trabajo, el desempleo se ubicó en 9,5% en marzo pasado, lo que representa una baja de 0,6 puntos con relación al mismo mes de 2006”.
Un escrito definitivamente, alentador, aunque no faltará el analista sesudo diciendo que se trata de incrementos de empleos ficticios, producidos por la venta de papita, maní y tostón en Carnaval y Semana Santa.
Por eso, la oposición sigue en picada. Además, se niegan a ver que esa gente que antes pasaba hambre, ahora llega a Mercal con cinco mil bolívares y puede resolver el almuerzo con un paquete de caraotas, sal, ají, una ramita de cilantro y otra de cebolla larga. Es más, si tiene los diez mil, puede acompañar la sopa con unos buenos plátanos o unas arepitas asadas con mantequilla.
(*)Periodista
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