Efectos del fallido debate: “¡tremenda cabilla!”

No ha dejado de generar cierta malquerencia hacía mí, aun dentro de mi modesto círculo, el espíritu crítico que he poseído desde niño sin saber por qué. Ese espíritu crítico pienso que me ha hecho como inmanipulable (no obstante la “estupidez” que pudiera exhibir sin intención alguna) al no haberme sentido ganado casi nunca para la “calmada” corriente de las grandes humanas estupideces, la mayor parte de las veces, inducidas.

El inmenso mierdero conceptual de este mundillo que vivimos hoy en el apogeo de la contemporaneidad, ha hecho para colmo que me considere un estúpido elitista, y todo, por verme tan incitado a ir contra la gran corriente de esa humana estupidez premeditada, porque es bueno aclarar, de una vez por todas, que los únicos seres vivos en esta realidad cósmica, que podemos darnos el inconcebible lujo de ser estúpidos deliberados, somos los benditos humanos, incluso, hasta aquellos presuntos ungidos de la sapiencia infalible e infinita de Dios...

Y es que, además, la corriente se me ha presentado siempre como un “río que va a dar a la mar que es el morir”… Quizás no haya forma más estúpida de morir, que dejarse llevar (ni siquiera arrastrar) por la corriente… Ahora, ¿por cuál corriente? He aquí un pequeño rompecabezas: ¡por cuál corriente!..

Pues, este sencillo hombre del pueblo siempre ha concebido la llamada corriente como todo doblez humano, como toda hipocresía delictiva, como todo aparentar (ser sin ser). También, como toda esclavitud intelectiva producto de la comodidad y del aburguesamiento. También como aquello que concibe la vida cual chiste de canalla para a la vez pretenderlo convertir en filosofía como por arte de una magia bien pendeja… También concibo la corriente como todo aquello que, tratando de privarme expresa o tácitamente de mi libertad (de una libertad que nunca negocio) me impide enrumbarme hacia objetivos de grandeza; es decir, hacia objetivos desprovistos de toda humana miseria aun que pueda ser víctima o presa transitoria de ella. En fin, veo la corriente como el más claro escenario de una suicida e inducida estupidez colectiva...

Y la condición de estudiante viene a constituir, en principio entonces, como el revulsivo a esa tentación de caer en la mala corriente: primero, porque están en conflicto con la estúpida vida que se les pretende vender, pues, se asombran de la “estupidez” de sus padres para luego ir a compensar esa catastrófica desilusión en la corriente de otros estúpidos que le venden un mundo no menos gaseoso y atrabiliario; y, segundo, porque al ser estudiantes se supone que estudian, y que, mediante el estudio aprenden a descubrir un mundo que va mucho más allá -cuando se estudia con seriedad- de las visiones que tienen dentro de los linderos muy próximos que seguro poseen sus pequeñísimos universos.

En Estados Unidos -con toda seguridad el escenario ideal para una modesta parte de los estudiantes de hoy en Venezuela- hay en su escena literaria actual una revelación. Justo, un adolescente de ancestros japoneses cursante aún de la primaria, que se lanzaría a la bonita aventura de escribir una novela con el título en inglés, “War Boys”, que, castellanizado vendría a ser “La guerra de los muchachos”, mediante la cual denuncia -en su país- un perfecto automatismo como sistema educativo generalizado, que, a la larga, lo que ha hecho es generar una desnaturalizada juventud llena de ira y por consiguiente de violencia homicida. En la novela, un grupo de estudiantes de secundaria, que hállanse sumidos bajo un régimen opresor imperialista y totalitario, responde a ese sistema con sucesos muy similares a las espeluznantes masacres que ocurrieran en Columbine antes, y en Virginia recién.

Pero ya en lo personal, su tempranero autor, Isamu Fukui espeta, sin nada de misericordia por cierto: “que es el sistema educativo el principal responsable de un proceso de deshumanización que ocurre en Estados Unidos con el apoyo de las estructuras familiares, donde el alumno no tiene ningún control sobre su educación”. Al tiempo que, en las universidades británicas se ha determinado mientras tanto y mediante estudio, que las mujeres que esperan a sus maridos primero con un pote de talco en la mano para entalcarle las “mochilas” luego de la ducha, y acto seguido, con un plato e` comía bien resuelto, son más aceptadas por los hombres… Y todo porque éstos, a fin de cuentas, las prefieren bien “barbies” y tontas para que no les generen desagradables complejos de inferioridad. Vale decir, una sociedad de esclavas “amorosas”…

Pero en el debate que presenciáramos ávidos de estudiantes timoneros, lo que habría sería una gala abortada, dado que los que acudieran a ella, con un ímpetu objetante y expectante, utilizarían la tribuna de oradores de la Asamblea Nacional (para más vainas en cadena de radio y televisión) sólo para exhibir una barbita bien criada, amén de una mentecita bien subordinada… El orador de orden por ellos, perteneciente quizás al instituto privado universitario más garrapatón desde el punto de vista neoliberal que hay en el país, se remitiría a leer un guión ni siquiera escrito por él (y no es que criminalice los guiones), cuyo néctar conceptual y expresado a través de meras frases hechas a manera de spots publicitarios, sólo pretendía cuestionar el “cierre” de RCTV (con quien se declaraban muy resteados), quejarse de algunos “insultos” recibidos, aclarar que no iban a discutir y que se “morían” por ir a Miraflores tal vez algo resentidos porque su jefe político hubiera de estar allí, con traje informal aquel 12 de abril, abrazándose con fruición victoriosa con todo cuanto bicho o bicha golpista lo abordara. Presencia que por cierto él negara con forastero cinismo, pero que encuéntrase hoy, bien documentada por cierto, como para formar parte de esa siempre engrosable “Historia universal de la infamia”...

Para colmo, Chávez la víspera había reconocido la encomiable labor de nuestro canciller Maduro en la reunión de la OEA en Panamá, sobre todo ante una propuesta fuera de todo orden de la Condolencia y que, justo actuara como lo hicieran sus discípulos oposicionistas: retirándose derrotados y con ellos el imperio en decadencia, y anunciando que, dentro de la renacida “guerra fría”, Venezuela tenía ya una alianza estratégica con Rusia al más alto nivel.

crigarti@cantv.net




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Raúl Betancourt López


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