El director alzando las manos daba la señal de que el programa había terminado. El general Raúl Salazar no podía creerlo, “¿tan rápido? ¿y yo cómo quedo en todo esto?”. Nitu se incorporó, le hizo unos reclamos a los mozos de las cámaras que no la enfocaban en momentos en que se dirigía de manera franca y decidida al entrevistado, cuando el General, musitó:
-Nitu, ¿para qué me invitas a un programa para humillarme, para degradarme y no dejarme hablar? ¿Qué clase de periodismo es ese? ¿Merezco que me trates así como si yo fuera un vulgar funcionario del gorilismo oficialista? Por favor.
Nitu le pidió perdón, pero, lástima, el programa ya había terminado. El general estaba rojo de indignación, quería que Nitu le diera una prórroga, pero “el tiempo, usted lo sabe, en televisión es implacable”. El general bajó la cabeza y recorrió rápidamente cada una de las andanadas de barbaridades que Nitu le había vomitado sin clemencia. Eso no se le hace a un hombre mucho menos a un general.
Se sentía vejado como un crío, recordaba a su señora madre, recordaba a una tía que le había dicho cuando era niño que tenía porte de valiente, de cruzado, de guerrero, de todo un macho.
Cuando Nitu le dio la espalda para buscar su jersey, Raúl se sintió desconsolado, “se va, carajo…”; le siguió para ver de qué manera podía reparar el show tan bajo que había hecho; pero sabemos cómo es Nitu, que todo lo arregla frontalmente:
-Ay, General, va a seguir usted con esa cantaleta. Mire, se lo voy a poner en dos platos: aquí este zoológico o gallera nadie le para a nada. Si usted se matara ahorita mismo delante de mí; si usted se da un pistoletazo aquí, correrán miles de escándalos, alarmas, estallidos de rumores de todos los calibres, pero en doce horas ya nadie hablará más del asunto, listo. En un año nadie sabrá quien fue un ex ministro de la Defensa llamado Raúl Salazar, ni a nadie le interesará saberlo; que si fue ex embajador en España, gran experto en leyes marciales, etc., etc. Déjese de tonterías General, por favor que está grandecito, y me perdona pero es que estoy harta de que aquí no haya hombres y que por eso nos tengamos que calar hasta el 3.000 a esta maldición de comunismo. Me indigna saber muy bien que usted ha tenido gran culpa en todo esto, y no puedo ocultarlo; pareciera que usted no supiera nada de cómo se baten las cosas en política.
- Me siento muy agraviado –balbuceó el General- No debiste haberte alterado como lo hiciste. Aquí todos tenemos culpa. ¿Qué tengo yo que ver con todo eso que trajiste a colación sobre las Fuerzas Armadas cuando tú sabes que hace tiempo yo no formo parte de esa institución?
-¿Institución? Ah no, General. O usted se hace el tonto o se pasa de cínico: ¿no sabe en qué país vive?, ¡Institución!
- ¿Entonces, cómo la llamamos?
- Como lo que es: ¡BURDEL! Un burdel. Eso es un burdel, General. Abra los ojos que bastante mayorcito está. Realmente no sé como aquí los generales se ganan las charreteras. Con razón. ¿Cómo llamamos donde se reúne gente que anda consumiendo whisky de 18 años, que anda metida en garitos jugando lo que tiene y lo que no tiene, que traga a cuatro carrillos en los restaurantes más caros? ¿Cómo?
- No estoy de acuerdo, y por favor déjame que te explique.
- Bueno, General, estemos de acuerdo en estar en desacuerdo, y permítame decirle que usted perdió su tiempo en las Fuerzas Armadas. Usted no formó a nadie; usted no hizo escuela; a usted nadie hoy en ese antro, y no sé si darles las gracias a Dios, nadie le oye ni nadie lo respeta. Y lamento decirle que debo retirarme.
- Pero es que hay cosas que yo tengo derecho a explicar porque quedé demasiado mal.
- Usted ha quedado demasiado mal no desde ahora, sino desde que dejó que Chávez se le montara encima desde 1992. Después que ese inmundo mono trató de asesinar al presidente Carlos Andrés Pérez; que destruyó sádicamente a los sagrados principios y símbolos de la democracia arremetiendo contra las rejas de Miraflores, que mató a mansalva a cuantos soldados se les atravesaron en esa maldita sublevación, usted, General; usted, oígalo bien, y no tiene perdón de Dios: además, Usted tuvo los santos nísperos de venir a encargarse del Ministerio de la Defensa bajo el mando del supremo MIKO, y además, además, encontrándose usted, ¡qué insolencia!, en Estados Unidos… Usted no convence a nadie, y es mejor General que no vaya a quedar peor en un segundo programa.
- Pero al menos tengo derecho a réplica.
. Ya la tuvo, y la desperdicio. Usted ya no tiene remedio. Oiga lo siguiente, General: para que alguien no necesite jamás un derecho a réplica debe comportarse en la vida con mucho coraje y rectitud. Sería inútil que ahora tratara de explicarse.
- Merezco un reparo, lo exijo o me quejaré directamente con Federico Alberto Ravell.
- Está bien, si eso le da tranquilidad, me retracto, buenas noches, General. Buenas noches.
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