Una verdad incompleta puede resultar tan falsa como una mentira. Es lo que ocurre con el informe que sirvió de base al periodista William Echeverría, de Globovisión, para su performance en la entrega de premios de periodismo otorgados este año por el Cabildo Metropolitano.
Los hechos fueron más o menos así: el colega asistió al acto de entrega, pidió la palabra sin que estuviera previsto y le fue concedida –cosa que sólo pasa en Venezuela-; leyó un discurso donde citó una serie de cifras tomadas de ese informe para argumentar que este país vive sumergido en un océano de restricciones a la libertad de expresión que le impedían a él recibir el premio con el que fue galardonado, aunque sí el cheque respectivo para donárselo a una orden religiosa.
El rocambolesco episodio es ya un periódico de ayer, un escandalito más en el epiléptico pugilato nuestro de cada día, pero vale la pena traerlo de nuevo a examen para posar la mirada, no en el acto y su actor, sino en el documento sobre el cual se montó el desaire televisado, sorpresivo para todos, excepto –¡qué casualidad!- para las cámaras de Alberto Federico Ravell.
Me refiero al informe “Situación del Derecho a la Libertad de Expresión e Información en Venezuela 2007”, del cual Echeverría transcribió un conjunto de cifras supuestamente desoladoras sobre el ejercicio de tales derechos en Venezuela. Un documento –atribuido a la ONG Espacio Público y a su coordinador, Carlos Correa- que es, en realidad, un esqueleto minado por la osteoporosis: no aguanta una zarandeada porque cae desmenuzado como galleta de soda.
Aumentó la libertad
Los cerebros de la Operación Desaire tal vez pensaron que nadie se tomaría la molestia –literalmente hablando- de abrir las páginas del informe citado para constatar tales cifras en la fuente original, como manda el periodismo. Mucho menos que ese alguien revisara, también, los informes correspondientes a años anteriores –pues el de este año pertenece a una saga que comenzó a publicarse en 2002- para ver el bosque y no sólo los árboles, las tendencias y no sólo un fotograma.
Lejos de servir de fundamento para argumentar un deterioro de las libertades de expresión e información en Venezuela, estos informes arrojan una reducción sostenida en el número de casos de supuestas restricciones a dichas libertades en los últimos dos años.
La comparación arroja una disminución, no de las libertades, sino de lo que sus autores llaman “restricciones a la libertad de expresión e información” (-14,18% en 2005 y -12,4% en 2006), así como en número de “víctimas individuales” de tales supuestas restricciones (-29,77% en 2005 y -7,6% en 2006), incluyendo aquellos casos en que las supuestas víctimas son “medios de comunicación (-5,36% en 2005 y -26,4% en 2006). La reducción de supuestas “violaciones al derecho a la libertad de expresión admitida en el informe fue de -52,79% en 2005 y el aumento en 2006 de sólo 4,9%.
Osteoporosis metodológica
Ni siquiera la endeble metodología del informe permite un abultamiento mayor de tales cifras.
Y la llamamos endeble porque no aguanta un examen, ya no de un estadístico, sino de cualquier observador con sentido común.
La “investigación” se viene construyendo desde 2002 sobre una serie de categorías que mueven a la confusión e incluso al engaño del lector desprevenido.
Intimidación, amenaza, hostigamiento verbal, hostigamiento judicial, agresiones, son algunas de tales categorías, dentro de las cuales se supone que están contabilizados casos que con justicia encuadran en ellas, pero también otros que no soportan un examen.
Por ejemplo, entre las “violaciones a la libertad” se incluyen las críticas formuladas a medios de comunicación por parte de simpatizantes del gobierno, y sus peticiones de información veraz, que son contabilizadas allí como “intimidación” y “amenaza”. Si Jesse Chacón responde un ataque de Marcel Granier recordándole su participación en el golpe del 11-A, el informe engorda sus números contabilizándolo como un “hostigamiento verbal”. Si alguien fue a los tribunales a demandar a un columnista por difamación, entonces su caso se cuenta como “hostigamiento judicial”.
Hechos como la ratificación de la vigencia de la Ley de Ejercicio del Periodismo por parte del TSJ también son mostrados como una “violación” a la libertad, a pesar de que dicha ley fue aprobada en 1994, bajo el gobierno demócrata cristiano de Rafael Caldera, y el tribunal lo único que hizo fue ratificar su plena vigencia ante una demanda de nulidad de los dueños de los medios. Para el informe, sin embargo, es un número útil para engordar sus tablas y tortas “estadísticas”.
Una investigación seria permitiría al lector conocer específicamente cuáles son los casos, por ejemplo, de “agresiones” que el informe enumera. Pero esto es misión imposible, porque el documento sólo presenta un análisis de unos números que nadie sabe de dónde salen ni a qué casos concretos corresponden. Cualquiera creería que el cuerpo del informe contiene precisamente eso, pero no. En lugar de esto, lo único que se consigue como soporte de las cifras es una cronología de “hechos” –narrados de manera bastante peculiar- a los cuales no se les identifica en categoría alguna.
Sólo se mencionan lo que sus autores muestran como “casos emblemáticos” o “casos ilustrativos”, que le permiten presentar situaciones excepcionales, como la guarimba, como realidades cotidianas.
Manifestaciones en los alrededores de los medios privados pidiendo información veraz son consideradas intimidaciones. En cambio, disparos hacia VTV son descritos como una “visita”.
La mano que pone la plata
El informe, como ya se apuntó, es la continuación de una saga de documentos que comenzó a publicarse en 2002, donde Carlos Correa, coordinador de Espacio Público, aparece firmando conjuntamente con Andrés Cañizales, director de otra ONG creada ese año con financiamiento de la NED: el Instituto Prensa y Sociedad (Ipys).
La NED paga el sueldo de Cañizales, así como de varios corresponsales del Ipys en el interior de Venezuela, sus gastos de viajes domésticos y hacia el exterior, el alquiler de una oficina en el hotel Hilton Caracas, y hasta sus tickets de estacionamiento, tal como lo demuestran documentos oficiales desclasificados en EEUU, disponibles en la página web www.venezuelafoia.info.ve.
En el informe 2007, el nombre de Andrés Cañizales y el logotipo del Ipys desaparecen por completo, como coautor el uno y coeditor el otro, de la carátula del informe. Tal desaparición ocurre luego de la divulgación de los documentos que revelan la relación económica entre el Ipys-Cañizales y la NED.
Cañizales inicialmente aparece como integrante de Espacio Público. Carlos Correa, a su vez, pertenece al consejo asesor del Ipys.
Para comparar los datos del informe 2006 es necesario ir a la página del Ipys (www.ipys.org.ve), porque cada informe sólo hace referencia a las cifras del año inmediatamente anterior.
Todos los informes cuentan con el patrocinio de la Democracia Cristiana de Alemania, partido político gobernante en esa nación europea, a través de la Fundación Konrad Adenauer.
¿Dólares y euros invertidos desinteresadamente?
Taquitos
DESCANSO. Esta columna tendrá un receso la próxima semana. Volvemos la siguiente, cuando habremos terminado de leer el libro al que pertenece la siguiente cita, muy apropiada para estos tiempos en que los hombres de Dios andan ultra terrenales. CITA. “Hace Unos 30.000 años Dios aún no existía, pero la especie humana llevaba ya más de 2 millones de años enfrentándose sola a su destino en un planeta inhóspito; sobreviviendo y muriendo en medio de la total indiferencia del universo. Unos 90.000 años atrás, una parte de la humanidad de entonces comenzó a albergar esperanzas acerca de una hipotética supervivencia después de la muerte, pero la idea de la posible existencia de algún dios parece que fue aún algo desconocido hasta hace aproximadamente 30 milenios y, en cualquier caso, su imagen, funciones y características fueron las de una mujer todopoderosa. La concepción de un dios masculino creador/controlador –tal como es imaginado aún por la humanidad actual- no comenzó a formalizarse hasta el III milenio a.C. y no pudo implantarse definitivamente hasta el milenio siguiente”. Pepe Rodríguez en Dios nació mujer. La invención del concepto de Dios y la sumisión de la mujer: dos historias paralelas.
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