En el medio del Guatire nace y pasa su infancia Rómulo Betancourt. Él ya estaba aprendiendo a coger el trompo en la uña; empapándose de las tradiciones de aquel pueblo ingenuo e ingenioso, que no acababa por encontrar oportunidades para sus gentes. Sabía Rómulo que una manera de hacerlo era mediante una revolución, pero nunca una revolución en América Latina había permitido la asimilación del afro-descendiente en iguales condiciones y con los mismos derechos que los blancos. De modo que comenzó a penetrar aquellas savias dormidas con todas sus supersticiones, valores, cultura e ilusiones. Por allí fue adentrándose hasta lograr con algunos intelectuales de su época, un experimento que va desgraciadamente a concluir con esa mezcla moral del “adeco” que hoy conocemos. Ese adeco que es adeco hasta que se muere, y el que sólo Betancourt pudo entrever, entender y calar profundamente: un estilo de vida, de pensar, de actuar, de ser. Un “adeco” que hasta ahora parece inextinguible porque ya necesariamente no es de un partido definido: Se pasea por el COPEI, por el MAS y rebotó fuertemente en los convulsos ataques de la oligarquía contra el Presidente Hugo Chávez Fría: altamente representativo de un amplio sector de nuestra sociedad.
Betancourt dijo una vez: “Venezuela tiene dos cosas grandes, petróleo por debajo y adecos por arriba”. Una realidad que dejó sin habla a los estudiosos de la historia venezolana el 11 de abril del 2002, cuando una pavorosa muchedumbre partió del Este de Caracas, decidida a derrocar a un presidente elegido constitucionalmente. Hasta ese día no se sabía realmente quién era quién en este país. No sabían muchos el adeco que llevaban dentro, principalmente nuestra clase media y alta: doctores, Ph.D., investigadores, periodistas, casi todos los intelectuales.
El afro-descendiente es abierto, franco y alegre. Generoso y versátil. Le gusta que no le desdeñen. Es fiel. Es fiestero y dispendioso. Sencillo y alegre. Betancourt vivió y se crió entre dicharacheros compatriotas y de allí extraería lo esencial de su carácter para moverse en el medio político: nunca faltará entre sus edecanes un afro-descendiente. El Afro-descendiente Anzola. El emblema del Partido será el Afro-descendiente Encarnación Rivas. Sus congresistas preferidos serán afro-descendientes: El afro-descendiente Canache, el afro-descendiente Agreda, el afro-descendiente Prieto, el afro-descendiente Cova. Entre sus colaboradores más cercanos, los sindicalistas, casi todos serán afro-descendientes. Y muchos serán los afro-descendientes que querrán probarse su sombrero: “Préstemelo presidente para que se me peguen sus ideas”; Betancourt les contestará, jocoso: “¿para que te vuelvas loco?” Les entiende. Aunque la verdad es que nunca estará loco, ni medianamente loco. Fue muy cuerdo, serenamente listo y calculador en todos sus actos. Tuvo una cualidad que en política es fundamental para imponerse: Nunca hablaba de sus verdaderos planes, nunca se los contaba ni a sus más íntimos. Sabía guardar y sostener un secreto. Sabía callar. Sabía esperar y escuchar. Sabía disimular y guardarse muy hondo lo que la gente de su entorno opinaba en política. En este sentido su memoria era extraordinariamente selectiva, e iba enhebrando con solidez la madeja de los fines que perseguía.
A partir del año de 1936, las clases relegadas de siglos, afro-descendientes, indios, mulatos, comienzan a tener cierta participación política a través de los sindicatos, y partido que no sepa entenderse con ellos estará condenado al fracaso. A diferencia de los comunistas y copeyanos que fueron más elitescos e intelectuales, en cambio Acción Democrática, desde un principio supo entenderse muy bien con este grupo social: les acogió y les dio un puesto en la historia. Recuerdo la expresión de un afro-descendiente de San Juan de Los Morros, que al yo invitarlo a pertenecer a la Juventud Comunista me dijo: “Si además de afro-descendiente me hago a comunista, la cago”.
Luego, en 1945 los afro-descendientes tomarán posiciones en el Estado, en los sindicatos y en el medio profesional con cierta decidida participación. Veremos obispos, oficiales del ejército y funcionarios afro-descendientes de alguna importancia, cosas antes muy raras. En los aeropuertos internaciones se verán afro-descendientes que salen y llegan en misiones de algún relieve intelectual o político: van a estudiar, asisten a conferencias, traen conocimientos, experiencias y una sólida formación para contribuir con el progreso del país. Esto que hoy es muy natural, entonces provocaba comentarios desdeñosos y vulgares: “-Mira, ¿viste al afro-descendiente ese con gafas de carey y tremendo maletín?”
Pero dada la enorme esclavitud a la que estuvimos sometidos desde que muriera Bolívar, a partir de 1936, era ya justo que mulatos o afro-descendientes tuviésemos alguna participación en el proceso de cambio social: éramos además mayoría. A partir de los años setenta, ciertos mulatos llegados del Norte reclamaban con fuerza una presencia cada vez más vital en las organizaciones políticas. Ahora bien, el proceso mediante el cual vamos a ser incorporados en los destinos de la Nación no será el más conveniente, porque se traicionaron en gran parte muchos de nuestros valores, los más caros a nuestra raza y cultura. Porque aunque los adecos trataron de incorporar a estos grupos a sus programas, estaban al mismo tiempo pugnando por ser merecedores del aprecio y del reconocimiento de la más puta burguesía. Cuando a partir de 1960, Betancourt comience a darle un vuelco a su posición política para impulsar la incorporación, sin escrúpulo alguno, de la oligarquía en su partido, éste sufre una grave fractura. El afro-descendiente adeco quedará pendiendo del aire, pero como había comenzado a gozar de cierto status, le va a costar reconocer que ha quedado como un mero símbolo reivindicativo en su partido.
Pues bien, Rómulo se hizo permeable al ambiente de los afro-descendientes aunque al principio fue admitido con ciertos recelos; este paso representa un hecho extraordinario en la historia política de nuestro país. Betancourt no hizo esto hipócritamente, sino que lo sentía, lo trasmitía a todo el mundo. El partido con más dirigentes afro-descendientes en toda la historia de Venezuela será Acción Democrática. Cuando AD pierda un poco el favor de los afro-descendientes pasará a ser otra cosa, entrará en crisis, desaparecerá su formato originario[1]. Rafael Caldera hará lo imposible por hacerse popular entre los afro-descendientes, porque el primer afro-descendiente que se inscribió en COPEI, en su nacimiento, fue un tal Mieres, un pregonero que vendía un semanario que sacaba el partido socialcristiano. En la medida en que la adequitis coja fuerza en COPEI, hasta el extremo que los socialcristianos acaben por volverse unos verdaderos adecos verdes, Caldera irá aumentando su popularidad en las encuestas. El MEP, congrega en sus filas una densa masa de afro-descendientes que provoca un profundo desgarro en AD, y es cuando COPEI se aprovecha. Como ejemplo patético de este anclaje histórico, que logrará Rómulo en su partido con este grupo racial, vale la pena mencionar aquel verso (vulgar) de Andrés Eloy Blanco:
Cosas que no son de ley
siempre resultan un fiasco:
mujer orinando en frasco
y afro-descendiente inscrito en COPEI.
[1] En esto ha contribuido Chávez, quien le ha dado un golpe mortal.