El lunes 5 de noviembre se produjo la aparentemente sorpresiva deserción del general Baduel del campo de la revolución bolivariana; ese día, lo dijimos en la rueda de prensa que dieran los generales y almirantes patriotas García Carneiro y Maniglia, “se había quebrado el bambú”.
En efecto, el misticismo, los modales suaves, el discurso espiritual, la alusión permanente al bambú que no se quiebra sino que se dobla cuando sopla el viento del huracán; todo aquel discurso supuestamente místico del general Baduel resultó engañoso, evidentemente falso, pantalla para encubrir sus vacilaciones ideológicas y debilidades políticas más profundas de una personalidad que vivía una aguda crisis existencial de orden político, ético y de clase, porque él representa un sector burgués nacional que aceptó los cambios hasta la Constitución de 1999, constitución nacional burguesa avanzada, progresista, pero que no admite ni los cambios ocurridos en Venezuela posteriores al golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y menos aún los cambios más profundos que vienen en el país con la reforma constitucional y el camino socialista, la legitimación del poder popular, la economía socialista, diversas formas de propiedad por encima de propiedad burguesa exclusivamente.
El de Baduel es un deslinde de clase; él, como demócrata burgués defendió la legalidad constitucional el 12 de abril de 2002, una constitución avanzada pero que consagraba aún el capitalismo y la propiedad privada. Cuando el golpe, vaciló, sobre él los fascistas ejercieron enormes presiones para que se sumara al golpe, y dudó, las dudas, las vacilaciones espirituales y políticas se hicieron presentes, se tardó casi dos días en tomar una decisión que ya otros militares, menos comprometidos con los poderosos y sí con los intereses populares y la lealtad al presidente y al amigo, habían decidido al lado de Chávez.
¿Qué lo hace tomar partido por el campo de la revolución ese 12 de abril? ¿Su amistad y compadrazgo con Chávez, su lealtad a las leyes y a la constitución bolivariana?
En ese oleaje de conflictos ideológicos y político el giro hacia la izquierda y hacia la lealtad presidencial lo presionan las masas populares que en toda Venezuela rodean los cuarteles militares, toman las calles, se movilizan de manera impresionante y se asumen como poder originario; esa realidad de masas tumultuosas en la calle, exigiendo el retorno de Chávez, que en las calles caraqueñas y de otras ciudades se enfrentan a la policía represiva y asesina al servicio de la naciente despotía, hace definir a muchos militares vacilantes, que como él, no sabían qué hacer. Igualmente los conflictos y agudas contradicciones en el seno de los golpistas divididos en varios grupos que se disputan el poder, de generales golpistas sin tropas que mandar ni movilizar, debilitan la contundencia del golpe y los facciosos no resisten la presión de las masas en la calle. Esa realidad política, conocida por Baduel a través de sus contactos en Fuerte Tiuna, lo hacen definirse con la causa revolucionaria.
Otro aspecto en juego a considerar es el del poder. Nunca como antes Baduel estuvo tan cerca del poder y tan lejos del mismo, pese a haber sido Ministro de la Defensa y tener en sus manos la inmensa posibilidad de desarticular por dentro el ascendiente y el poder de Chávez dentro de la institución armada. A medida que el imperialismo, después que salió derrotado del golpe de abril, arreció sus ataques y conspiraciones contra el proceso, superado como fue el segundo golpe con la larga huelga petrolera, el proceso se radicaliza, se proletariza, primero con el antimperialismo, luego con la propuesta socialista y las políticas de redimensionar la distribución de la riqueza petrolera –depurada Pdvsa de golpistas– se inicia en gran escala la política de las misiones (Barrio Adentro, Robinson, Ribas, Sucre, Guacaipuro, etc.), y el dinero que antes se lo llevaba el imperialismo y la oligarquía, se le da al pueblo en salud, educación, viviendas, alimentación, trabajo, trenes, servicios, etc.
Esos cambios estructurales, superada la etapa nacional burguesa, resienten la personalidad vacilante y escurridiza de Baduel que, desde el mismo ministerio, comienza a deslindarse de Chávez, a separarse del proyecto, criticar la propuesta socialista y aparentar ver fantasmas del socialismo soviético donde sólo hay propuestas humanistas de un socialismo endógeno que, para su pesar, reivindica a Marx, a Lenin, a Gransci, Mao, el Che, a Fidel como también a Guacaipuro, a los dos Simones, a Zamora, a Alí Primera y Pío Tamayo, a Mariátegui, Allende, Sandino, Zapata y Pancho Villa.
A Baduel, como reza el dicho popular, se le salió la clase, sí, la clase burguesa, la ideología burguesa y, en un giro torpe a la derecha, copió, casi al calco, el discurso de la extrema derecha contra la reforma constitucional y llegar al exabrupto de decir que si el SI gana el referéndum eso será un golpe de Estado.
Baduel es un hombre sin ángel, sin carisma; su discurso, su oralidad, es extremadamente monótona, casi se diría que fastidiosa, es decir, su decisión, no se sabe si desesperada, parece más un salto en el vacío que el surgimiento de un líder carismático que capitalizará el descontento de la clase media y de la oligarquía. Su presencia en la política presiento que será efímera.
(humbertocaracola@gmail.com)