“Motociclistas desatan caos. Cerraron la Bolívar y la Francisco Fajardo, tiraron piedras, quemaron grúa y cometieron robos”. Así tituló el diario Últimas Noticias el 7 de diciembre de 2007, lo ocurrido en la avenida Bolívar de Caracas. Un funcionario del Vivex que colisionó con un motorizado produjo el “desorden”. Fin de la historia. O más bien el comienzo. Mi contacto diario con el abuso de motorizados, conductores de automóviles particulares y de transporte público, llega a niveles que me conducen inexorablemente al paroxismo. La plaza Bolívar, el mismísimo Bolívar, es mudo testigo de la trasgresión a las más elementales normas de urbanidad. Lo que otrora fuera un lugar dedicado a los peatones, hoy es una zona de alto riesgo.
Y no se puede invocar la presencia de las autoridades, porque ellas lideran el caos. Decenas de motos y camionetas pertenecientes a funcionarios de las alcaldías (la mayor y la menor) se ven estacionadas a los costados de las sedes de estas instituciones. De Torre a Veroes se concentra buena parte de los males de la ciudad en perfecta armonía con la Alcaldía Mayor. Lo mismo ocurre de Monjas a San Francisco, en perfecta armonía con la Alcaldía del municipio bolivariano Libertador.
Esta armonía basada en la trasgresión es el ejemplo, la guía que recibimos día a día los conductores de motos, taxis, camionetas de pasajeros y carros particulares que pretendemos convivir en Caracas. Por eso no me extraña lo sucedido en la avenida Bolívar. Es el resultado lógico de la dinámica de una ciudad en la que ya no se respetan las normas de convivencia. La actitud de las legiones de conductores de carros que creen que circular por el hombrillo de las autopistas es una hazaña, se corresponde perfectamente con la actitud del motorizado que entra al bulevar, de Torre a Veroes, a hablar por teléfono sentado en su moto.
En la avenida Bolívar vimos sólo la consecuencia natural de alimentar, de darle de comer diariamente a un monstruo con mil cabezas. Cuando las camionetas y motos de los funcionarios de las alcaldías mayor y menor dejen de circular y estacionarse en los alrededores de la plaza Bolívar, sólo ese día, volverán a merecerse el respeto de la ciudadanía y, tal vez, puedan ejercer el control perdido. De lo contrario, que Dios me agarre montada en una moto.
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