La derrota es un plato que hay comerlo frío. De lo contrario se corre el riesgo de deprimirse o de perder los estribos. De la victoria no vale la pena hablar. Un jefe político se prueba en la derrota y no en la victoria. Acaba de ocurrir con Hugo Chávez, a raíz del descalabro electoral del pasado 2 de diciembre. Su propuesta de reforma de la Constitución del 99 no logró la mayoría. En definitiva, fue un revés cuyas causas se siguen debatiendo. Mas lo que ahora importa es analizar la reacción de los protagonistas. De aquellos que estaban a favor de la reforma y de los que la rechazaban.
1) Chávez ante la derrota Por un lado Chávez, el derrotado, no reaccionó como tal. Tan pronto conoció el resultado comicial adverso, procedió a reconocerlo. No se enredó en consideraciones subalternas ni actuó con reticencia ante unas cifras que, si bien daban pie a interpretaciones subjetivas y a todo tipo de especulaciones, eran suficientes. En democracia, en procesos electorales transparentes, se gana o se pierde por un voto. Como el mismo Chávez lo dijo en la madrugada del 3 de diciembre: unas cifras favorables, pero precarias, son inaceptables para sustentar iniciativas gubernamentales. Haberse aferrado a ellas, en el caso de que ese mismo margen hubiera favorecido al No, o condicionar la aceptación de la derrota a una revisión exhaustiva, significaba lanzar el país a la violencia. Una primera conclusión que deriva de la actitud del Presidente ese día, es que actuó como un estadista. Fue capaz de sacrificar lo personal, la visión restricta del problema, en función de la paz pública. El reconocimiento de ese ejemplar comportamiento no es posible obtenerlo en un ambiente cargado de odio. Pero con el tiempo la colectividad nacional terminará por hacerlo. Otro aspecto importante es que, inmediatamente después de la derrota y sobre la marcha, Chávez puso en la calle una política que con el correr de los días ha estado desarrollando. En otras palabras: tomó la iniciativa y colocó una agenda a la consideración de la gente. La política de las 3R es producto de una seria reflexión de lo que le ocurrió a él como líder del proceso bolivariano, sobre la oportunidad del momento en que planteó la reforma constitucional, las condiciones del país, las fallas del gobierno y la subestimación del adversario. Por eso la importancia de la "revisión", la "rectificación" y el "reimpulso" de la política.
Tres elementos tácticos y estratégicos a implementar a partir de la realidad, de los problemas concretos de los ciudadanos y del diálogo con diversos sectores.
2) La oposición ante la victoria ¿Qué ocurre con el otro factor, con la oposición? Una vez más ésta muestra la precariedad de su liderazgo y su crónica incapacidad para formular políticas acordes con las circunstancias. La victoria de la oposición es lo más parecido a una derrota. Ante todo transmite la impresión de que entre sus cálculos no figuraba ganar. La sensación que uno tiene es que el triunfo la sorprendió. Su política después del 2D carece de creatividad. Se reduce a la repetición de un discurso voluntarista y desactualizado, y se muestra incapaz de promocionar una agenda renovada. Si Chávez ha tenido el acierto de encajar la derrota y extraer de ella iniciativas, la oposición incurre en el desacierto de no tener respuestas tanto para el país como para aquellos que votaron por el Sí. ¿No necesita la oposición, con urgencia, asumir algo parecido a las 3R que Chávez acaba de someter a la consideración de los venezolanos? Chávez ha tenido el coraje de reconocer errores propios y en la gestión de gobierno, es decir, llama a "revisarse" por fuera y por dentro.
Ha dicho que está dispuesto a "rectificar" lo que haya que rectificar -que es bastante según opinión de muchos-, lo cual es positivo ya que el planteamiento recoge un sentimiento nacional. Que además está en plan de reimpulsar la acción de gobierno y a relanzar con realismo el proyecto del Socialismo del Siglo XXI, lo que denota consecuencia ideológica. ¿No es la oportunidad de que la oposición, por ejemplo, acepte debatir racionalmente este proyecto? Al mismo tiempo, el Presidente habla de diálogo abierto, sin reservas, sin exclusiones, sobre cualquier tema y ha dado una demostración palpable de lo que desea hacer con la Ley de Amnistía. ¿Pero cuál ha sido la respuesta de la oposición a esta señal? El desprecio. La subestimación. Cuando no el argumento, similar al que empleó ese mismo sector cuando Chávez llamó a diálogo después del 11 de abril. Arrogancia que se expresó en la sórdida conseja de que el Presidente lo hacía porque estaba "chorreado"; porque estaba caído. De ahí la fatal estrategia, que tan funestas consecuencias le acarreó a la oposición, de embarcarse en los preparativos del golpe petrolero de finales de 2002.
Jamás los factores políticos que hoy conforman la oposición, que ejercieron el poder por más de cuatro décadas, fueron capaces de aprobar una Ley de Amnistía; ahora esos mismos factores cuestionan la amplia ley promulgada por Chávez. ¿Qué significa esto? Que la oposición no evalúa las características de su victoria. Que la sobrevalora y, lo que es peor, que avanza sin las definiciones indispensables para convertirse en alternativa respetuosa del orden constitucional. Es imperioso que la oposición recapacite, no ya en el marco derrota-victoria del 2D, sino sobre su comportamiento en general. Que lo revise. Que rectifique, y repotencie la conducta democrática que le permitió imponer el Sí en el referéndum de diciembre. Las cartas, para el chavismo y la oposición, están echadas. Están sobre la mesa.
LABERINTO
Chávez caminó
durante semanas como el equilibrista sobre una tensa cuerda. De uno y otro lado estaba el abismo: Uribe y las Farc. E, internamente, la oposición apostando desesperadamente al fracaso, incluso burlándose con descaro, de una actitud humanitaria impecable, que dice mucho de los venezolanos y de quien dirige el Estado...
Finalmente se impuso
la justeza de una política: abrir caminos a la paz en Colombia...
Desafiando
la satanización de su papel en este esfuerzo clave para las relaciones de los dos países, y para la región en general, Chávez avanzó con serenidad y firmeza. En cambio, Uribe maniobró para frustrar la operación, llegando al extremo de bombardear la zona escogida para la entrega de los secuestrados el propio 30 de diciembre. Claro, detrás de Uribe están grupos oligárquicos, los mandos militares guerreristas, los asesores gringos del Plan Colombia...
Para esos sectores
el éxito de la operación fue visto desde el ángulo miserable de evitar que Chávez se beneficiara políticamente, sin importar la suerte de los secuestrados...
A su vez
-y hay que decirlolas Farc jugaron al equívoco por razones desconocidas ocultando que el niño ya no estaba en su poder...
Pero, en fin,
los enemigos de la paz se quedaron con los crespos hechos: no pudieron impedir el logro del evento humanitario y se impuso, no la política de Chávez, sino la de la paz. La que sienten, por igual, los pueblos de Colombia y de Venezuela.
jvrangelv@yahoo.es