Retazos de la historia oculta

El acuerdo millonario de Betancourt con la CIA para lograr la extradición de Pérz Jiménez

Betancourt se sentía sofocado de alegría en su propia piel al conocer la noticia de que el 15 de agosto de 1963, Pérez Jiménez había sido entregado a nuestra policía judicial para ser trasladado Venezuela. “¡Lo logramos, carajo! ¡Lo logramos!” Resultaba realmente extraña la presteza judicial con que se había cumplido esta orden: el juez norteamericano que se ocupaba de la causa de la extradición casi inmediatamente que le llegó el expediente dictó el auto de detención. A Pérez Jiménez lo encerraron en una cárcel de Miami. El ex dictador se encontró perdido a pesar de las decenas de cartas de gobernantes y políticos importantes de Latinoamérica que trataron de interceder por su libertad. Nada se tomó en cuenta, ni el prestigio militar del gobernante, el asunto de las leyes internacionales, sus enormes esfuerzos por haber logrado la Declaración de Caracas, los principios de doctrina gringa que establece la importancia de conocer y calificar actos que se puedan considerar actos de gobiernos ejecutados por gobernantes que hayan mantenido relaciones los Estados Unidos. Mucho menos que se estaba humillando a un hombre que había recibido una de las mayores condecoraciones militares otorgadas con aprobación del Congreso estadounidense. Esa extradición negaba la secular política del asilo territorial, prácticamente símbolo de los valores de la libertad que tanto por el mundo pregonaban los Estados Unidos.

Se estaba sentando allí el valor de la venganza política, la consagración del odio.

“El General Pérez Jiménez tenía la firme convicción de que el Gobierno de los Estados Unidos, consecuente con la tradición nacional y con los mismos orígenes históricos de la gran nación, jamás se rebajaría a ser instrumento y medida de la venganza de unos de sus Quislings[1]. Siempre fui pesimista al respecto. Conocía al espontáneo empeño que el Gobierno de los Estados Unidos puso en entregar al heorico General Cipriano castro al Presidente Juan Vicente Gómez. En Castro, la Administración americana ensayó vejámenes y torturas morales que, muchos años después, aplicaría al general Pérez Jiménez.[2]

A Pérez Jiménez lo habían encerrado humillantemente en una cárcel del condado de Dade, toda hecha de acero, con temperaturas de calor horrendo, incomunicado; se le negaban las visitas, a la señora la dejaban pasar creo que una vez por semana, etc., etc. Todo esto, ¿por que? Conseguido por Betancourt a través de sus influencias y como pago por los servicios que él le había prestado y le sigue prestando a Estados Unidos. Betancourt ha sido el presidente más entreguista en la política venezolana que han tenido los americanos[3]. Por su parte Leonardo Altuve Carrillo añade: “Vejámenes físicos y torturas morales sin precedentes en una nación como los Estados Unidos, sufrió Pérez Jiménez en la cárcel de Dade. A un ex jefe de Estado, distinguió con la más alta condecoración militar de los Estados Unidos, los carceleros empujábanle con los pies por debajo de las rejas del calabozo la malísima comida que debía consumir. En su calabozo hacinaban balandros, drogados, borrachos y criminales. La cadavérica fotografía que le tomaron en el aeropuerto de Miami cuando fue trasladado a Venezuela, y reproducida en los periódicos del mundo, conmovió multitudes y provocó rechazo y asco contra quienes, con tanta saña se cebaron en un hombre caído, que confió en la hospitalidad de un pueblo generoso en la protección sagrada del asilo.”

Pero el Departamento de Estado consideró necesario dar una explicación a sus amigos en Latinoamérica, sobre los inmundos procedimientos que le aplicaba a uno de sus aliados. Entonces dijo que el famoso prisionero de Dade en esos días se había convertido en un fomentador y protector del comunismo en Venezuela. Hizo circular el Departamento de Estado un telegrama que entre otras cosas decía: “Además hay indicios de que en los años finales de la dictadura de Pérez Jiménez, éste mimaba a los comunistas de las organizaciones obreras, la prensa y la enseñanza. Mientras que Betancourt es un enconado adversario político de los comunistas venezolanos y blanco del ataque comunista internacional.[4]

Fue una operación que nos costó más de trece millones de dólares. Solamente al escritorio de abogados de Dean Acheson, quien había sido agente de la CIA y jefe del Departamento de Estado (durante el mandato de Harry “El Sucio” Truman) se le pagaron siete millones de dólares, y unos cinco se utilizaron para los manejos de chantajes, sobornos y papeleos. En esta rebatiña, el abogado David Morales Bello recibió una buena tajada.

Dean Acheson era de los más furibundos propulsores del intervencionismo de los Estados Unidos en América Latina, y su consigna era: “Nosotros siempre debemos negociar desde una posición de fuerza.” En el contrato con su bufete se contemplaba el pago a los servicios prestados desde la Agencia Central de Inteligencia a las aspiraciones y ambiciones políticas de Betancourt desde los años cincuenta. Acheson fue el más importante arquitecto de la Doctrina Truman, y uno de los estrategas claves para el nuevo proyecto anticomunista e intervencionista del imperio en el hemisferio.

Acheson había cursado la carrera de leyes en Yale y Harvard (donde se encuentran las mayores canteras de agentes de la CIA). En 1933 ocupa el cargo de subsecretario del Tesoro, con Roosevelt. En 1945, es nombrado subsecretario de Estado. Se declara furibundo anticomunista por lo que crea un programa para ayudar económica y militarmente a países como Grecia y Turquía para frenar la expansión rusa. Con Marshall (1947-49) accede a la Secretaría de Estado, donde trabaja estrechamente con Truman quien luego le elige Secretario de Estado, desde el cual él sienta las bases de la Guerra Fría . 

Cuando, el 12 marzo de 1947, Truman se dirigió al Congreso y habló sobre la situación en Grecia, sus apreciaciones apocalípticas sobre una nueva era de intervenciones estadounidenses en el mundo, venían estratégicamente diseñadas por Acheson. Dijo Truman: “En el presente momento mundial, casi todas las naciones han de elegir formas de vida excluyentes. La elección, con demasiada frecuencia no hace libremente. Una forma de vida se basa en la voluntad de la mayoría… la segunda… se basa en la voluntad de una minoría impuesta a la fuerza sobre la mayoría. Se fundamenta en el terror y en la opresión, en el control de la prensa y de la radio, en unas elecciones amañadas y en la supresión de las libertades individuales. Pienso que la política de los Estados Unidos ha de ser apoyar los pueblos libres que se resisen a ser sometidos por minorías armadas o por presiones exteriores. Pienso que debemos ayudar a los pueblos libres a forjar sus propios destinos en la manera que ellos elijan.[5]

Después de estas palabras, Acheson se dirigió a los congresistas y les expresó: “Hemos llegado a una situación que no tiene precedentes desde la Antigüedad. Desde los tiempos de Roma y Cartago no se ha producido una polarización tal de poder en el mundo. Además, las dos grandes potencia están separadas por un insalvable abismo ideológico[6]”.

Ese era el jefe del bufete, que Betancourt había contratado para traer como un abominable mono de las nieves, a Pérez Jiménez.

Pero hay todavía mucho más, cuando la CIA en los años cincuenta, decidió convertirse en todo un Ministerio de la Cultura de los EE UU, repartiendo a diestro y siniestro dinero para comprar intelectuales en el mundo, Acheson tuvo en esto una fulgurante figuración. En América Latina los jefes supremos de este consorcio fueron como sabemos José Figueres y Rómulo Betancourt. El mecanismo de este fulano consorcio consistía en movilizar una gran red de grupos privados y amigos del Norte, con tapaderas que ostentasen los delicados y finos títulos de fundaciones filantrópicas, empresas, ciertas instituciones y sociedades civiles muy parecidas a las ONG’s que proliferan tanto hoy en día. El objetivo era defender los intereses del gobierno de Norte en el extranjero, y luchar por “los ideales de progreso y libertad” que sostienen y representan esa gran Nación. El gran gurú y financista de este poderoso consorcio era nada más y nada menos que Allen Dulles, y Acheson desde el Departamento de Estado expresó que este despacho “ve con buenos ojos la formación de este grupo. Cree que los fines de esta organización son excelentes, y aprueba esta actividad y le da su firme apoyo[7]”.

Un tercer elemento que fue clave para lograr la extradición de Pérez Jiménez resultó Arthur Schlesinger gran amigo del binomio Betancourt-Figueres y quien era el principal asesor del clan Kennedy. Es decir, que los Kennedy jugaron un papel fundamental en este negocio porque en él se movió mucho dinero. Tal fue el negocio que en el informe que envía la Embajada venezolana en Washington a nuestra Cancillería revela un estado de ansiedad por sacarle el mayor jugo a la operación: “Debo señalar –dice el informe- que debido a la urgencia con que hubo que actuar no fue posible concertar de antemano ningúna arreglo sobre condiciones financieras con el bufete Acheson. La Embajada tuvo que hacerle frente a un hecho cumplido: el que el bufete comenzara rápidamente, antes de terminar esas condiciones. Los abogados de dicho bufete han manifestado un celo e interés poco común. No cabe la menor duda de que estos señores han visto en el caso que se les ha confiado un jugoso venero.[8]

La molestia con los Kennedy se debía a los desaires de Pérez Jiménez en relación con el proyecto de apertura del Tunel Altamira-Caraballeda en el que el clan tenía especial interés en participar. Efectivamente, Pérez Jiménez descartó a un poderoso consorcio patrocinado por John Kennedy quien aspiró a obtener la exclusividad en la construcción de esta gigantesca obra. El día en que los gringos llegaron para conocer mejor los intríngulis del asunto se encontraron con que Pérez Jiménez había preferido entregársela a una compañía venezolana. Estas cosas no las perdonan los políticos estadounidenses. Encontrándose en serio aprietos Pérez Jiménez, encerrado en la cárcel de Dade, su amigo Leonardo Altuve Carrillo trató de hacer ingentes diligencias ante el señor Josef Kennedy, el jefe del clan para lograr que la extradición se anulara. En el típico estilo mafioso, este Al Capone le manifestó al señor Leonardo que lo que planteaba merecería el estudio y atención debidos pero una vez que su hijo ganara la Presidencia. Y de la manera más descarada y fina a la vez, le dijo míster Kennedy que en lo inmediato lo que Pérez Jiménez debía hacer era contribuir con algún capital para la campaña electoral de John[9].

Esta extradición de Pérez Jiménez a Venezuela, era pues además producto de un bochornoso pago a la CIA por sus servicios a Betancourt, una venganza personalísima de este jefe máximo. Pero aún más, pretendió presentarlo como un precioso “regalo democrático y de justicia” a Venezuela, aunque el pueblo realmente no lo veía así. Betancourt pudo palpar este frío horrible de la indiferencia su pueblo en contra de su enemigo del alma. El avión que traía a Marcos Pérez Jiménez, aterrizó en la base militar de Palo Negro. En Maracay nadie se molestó por recordar a Pérez Jiménez, ni le interesó saber sí realmente este hombre, como se decía, era un monstruo, un ladrón o un fauno maldito que perseguía deliciosas nenas, semidesnudas, en la Orchila, desde una motoneta. Poco después el ex dictador sería recluido en la Penitenciaría de San Juan de los Morros.

Fuera de los barrotes donde purgaba condena como un delincuente común, nos recuerda don Leonardo Altuve Carrillo que en el otro lado a lo ancho de la patria se encontraban fuertes, intactas las maravillosa obras de ingeniería que había hecho: autopistas, puentes y canales, las inmensas represas, los teleféricos, cimentando el esplendor nacional.

"jrodri@ula.ve"

[1] Se refiere a Betancourt, quisling significa quintacolumnista, traidor.

[2] “Yo fui embajador de Pérez Jiménez”, Leonardo Altuve Carrillo, Libroven SRL, Caracas, 1973, pág. 340.

[2] Ut supra, pág. 437.

[3] “Pedro Estrada Habló”, pag. 219.

[4] “Yo fui embajador de Pérez Jiménez”, Leonardo Altuve Carrillo, Libroven SRL, Caracas, 1973, pág. 441.

[5] “Harry S. Truman Memoirs: Yera of Decisions”, Doubleday, NuevaYork, 1955.

[6] “Fifteen Weeks”, Dean Acheson, citado en Joseph Jones, Viking, Nueva York, 1955.

[7] Dean Acheson, citado en G.J.A. O’Toole, “Honorable Treachery: A History of U.S. Intelligence. Espionage, and Cover Action from the American Revolution to the CIA”, Atlantic Monthly Press, Nueva York, 1991. Citado en “La CIA y la guerra fría cultural”, Frances Stonor Sauder; Editorial Debate, Madrid, 2001, págs. 185-186.

[8] “Yo fui embajador de Pérez Jiménez”, Leonardo Altuve Carrillo, Libroven SRL, Caracas, 1973, pág. 336.

[9] Ut supra, pág. 437.



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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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