“Ningún inmoral puede pretender que un pueblo lo acompañe en su indignidad”
Si Teodoro hubiese nacido en Polonia algunos siglos atrás, sin duda que un precipicio (algo inhumano, por cierto) hubiese sido su fin. Muchos fueron enviados a ese inevitable epílogo, segundos antes de que el oxígeno de la vida se hubiera encaminado por su órgano biológico, sencillamente para evitar que en el futuro sus taras fueran parte de la simetría humana.
“Hay hombre que hablan porque el cerebro los obliga a dar sonidos incoherentes para así evolucionar la torpeza y que se difunda el monólogo”
A Teodoro no se le puede decir que es un “enfant terrible”, porque es un octogenario, cuya senectud lo lleva a sentir un gran temor. Nadie sabe, pero es posible que en su alocada vida de traiciones, pesares, muertes y desequilibrios, Teodoro haya hecho algún pacto con Satanás y sienta miedo, ese miedo que siempre lo acompañó desde que irresponsablemente se dedicó a la política.
“Cuando entre las paredes de tu ataúd tu cuerpo sienta el gélido abrazo del no retorno, tal vez pueda haber un rictus de la vida que despreciaste, circundando el espacio de tu eterno deshonor”
Teodoro ha sido un espía espiado. Su vida ha transcurrido entre trapisondas, equivocaciones, perjurios. No se puede escribir en el diario de Teodoro que ha tenido una micra de bondad, de paz, de cariño, de HOMBRÍA. Es largo su historial de traiciones y entregas a la sumisión. Fue un efebo de lírica voz, al que castraron, los seductores de la orgía, para hacerlo eternamente gritón en sol mayor. Teodoro es un viborezno, que no ha crecido, que se arrastra, que se encuentra entre peñascos, para atacar sin ser visto. A él le parece, en ese mundo virtual que lo mantiene a duras penas, que meter su cuchara en lo que no sabe, es una nota.
“¿Quién lloró cuando el carnaval sin luz, sintió el orine en el túnel, por donde sus atropellados pasos de cobarde, fueron dejando el rastro de los miserables?”
Ahora ataca a Alí Rodríguez y a Jorge Rodríguez. Es el peón del imperio, con las manos siempre listas, para sobarle los escrotos al criminal de pueblos. No hay pena ni patriotismo en su vulgar accionar al mando del foráneo. En China, en esos lugares, donde la traición a la patria, se paga con la muerte, Teodoro, para bien del ornato humano, no existiera, porque cualquier hombre que se sienta congénere de Teodoro, siente escozor en la piel cada vez que este hombrecito de la indignidad emite cualquier sonido.
Es un esclavo de la mentira, de la ruindad. Un vil anciano que va por ahí con la torpeza propia de los inmorales. Un octogenario gritando al mundo, que, sin duda, le perdone los días aquellos de LOS GUARDIAAS ASESINADOS EN EL ENCANTADO, que le quite la eterna imagen de los adolescente a los que entregó a Rafael Caldera para que los torturara y los desapareciera.
Se pone de parte de Exxon Mobil. Le importa un bledo el país que lo observó nacer. Su recalcitrante deshonor, alimentado por esa oligarquía a la que una vez juró borrar del mapa cuando se la daba de COMUNISTA, es una muestra palpable, un inequívoco de que las cualidades mentales de este anciano han sido atrapadas por el desajuste que producen los años entre los que no han podido jamás elevarse entre la verticalidad del honor. Pobre anciano. Su muerte, que ha de ocurrir sin duda como a todos, sólo dejará entre quienes son y se sienten BOLIVARIANOS, porque nacieron en la patria de Bolívar, un apestoso recuerdo de lo que nunca puede ser un hombre.
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