No es una crítica a nadie. No sabemos quién podría tener la culpa. Allí está ella, la Sultana del Guaraira Repano con su incuantificable número de millones de seres indefensos que corren por túneles, por aceras, por terrazas, galerías oscuras y pavimentadas de miasmas.
1- Torrentes de seres que ni con cinco Metros como los actuales se darían abasto. En cada rostro una historia, un drama, una lucha.
2- A las 8 de la mañana, en El Silencio, anduve buscando un sitio para desayunar y sólo encontré un McDonalds en el que, claro, no me metí. Luego más adelante, frente al Capitolio, hay una venta de sanduches con rellenos raros que tampoco quise.
3- No hay donde orinar, porque la inmensa mayoría de los negocios carecen de orinarios. Finalmente me coleé en el Hotel El Conde.
4- Me dirijo a Miraflores: en la puerta Prevención 2, encuentro a dos señoras (una de ellas embarazada) con niños en los brazos; una viene de Maracay, la otra de Cabimas. Necesitan ayuda. Me cuentan sus desgracias. Necesitan casas. La embarazada me dice que requiere que le den dinero para sobrevivir hasta que el muchacho le nazca y que de allí en adelante ella verá cómo se defiende. “Llevo aquí tres días sin parar porque yo tengo que ver al Presidente. Yo sé que ellos me pueden ayudar, pero se hacen los locos. Ellos no quieren que pase para allá porque si Chávez me ve, él les va a formar un gran zaperoco.” Yo les pregunto que cómo hacen para pasar la noche, y me contestan que al oscurecer, como a las 7, los guardias le buscan un hotel y le arreglan también la comida.
5- Asisto a la Feria del Libro en la Universidad Metropolitana. Presento junto con mi amigo Ricardo Romero el libro “Desde la ventana” (recopilación de escritos de reos, de distintas cárceles venezolanas). En la sala hay señoras muy bien vestidas con elegantes bufandas. Hablo de un candidato presidencial que en su programa de gobierno, para salvar al país, prometió la construcción de 25 mil cárceles al año…
6- En la California tomo un taxi. Son casi las 9 de la noche. Conduce el taxi un joven colombiano de unos 25 años de edad. Me dice que tiene seis meses viviendo en Caracas y que antes se desempeñaba también como taxista en Bogotá. Me cuenta que vive en Plaza Venezuela con su mujer y dos niños. Que odia a Chávez porque Chávez ha hecho cosas horripilantes. Vamos hacia Las Mercedes y le advierto que no coja por el canal de la derecha porque hay unos fiscales que nos pueden detener: “Mire usted, yo no le paro a los fiscales. Yo les rompo en sus caras las multas. Ellos no pueden hacerme nada porque tienen que encargarse de dirigir el tránsito, que ese es su problema.” Le pregunto si alguna vez ha tenido un percance y me dice que nada le ha pasado mientras ha estado trabajando como taxista, pero cuando sale con sus amigos todos salen armados. “La otra noche, en el hotel XXX, el de los peruanos, tuvimos un gran enfrentamiento, pero les dijimos: O se quedan quietitos o los matamos a todos. Y hasta allí. Nosotros tenemos muchos amigos en la policía. Me chocaron el carro el otro día y me llamaron “maldito colombiano” y no me querían pagar. Llamé a un pana policía, y listo. Me gusta Caracas porque se rumbea más que en Bogotá.”
Todo lo decía de la manera más natural y directa.
jrodri@ula.ve