El PDV vacila en lanzar al ruedo a su candidato, porque sabe que en cuanto lo haga caerá bajo los dardos implacables del articulista estrella de El País, Rómulo Betancourt. El 1º de abril de 1945 asoman las primeras sangrantes burlas de Betancourt, quien le echa estas perlitas al supuesto candidato del PDV: “Inconcebible resulta que pueda sustentarse con seriedad semejantes desatinos. Poca confianza revela en sus hombres el pedevismo cuando presume que puedan “gastarse” por la crítica que se le formule antes de llegar a Miraflores [...] en una democracia legítima y no bastardeada como es la venezolana, esa consulta se hace en los comicios”.
Medina Angarita tiene que hacer profundos ejercicios de meditación para poder tragar diariamente aquellas protuberantes raciones de charca, que sin cesar le lanzan desde los diarios La Esfera y El País. Él nunca se había preparado para este tipo de batalla. Hubo momentos en que quiso despojarse de su alta investidura y salir a la calle para, como un ciudadano cualquiera, plantarse con un foete frente sus enemigos. Le hizo falta a Medina haber pasado una buena temporada en medio de la diatriba infernal de los insultos y de los debates políticos. Aquella resaca, de rayos, le provocará irreparables males a su organismo.
Se estaba armando el bochinche típicamente adeco que luego lo degradaría todo en el Estado. Hay que reprocharle a Andrés Eloy Blanco el haber sido uno de los que contribuyó con estas chanzas vulgares y miserables. A medida que transcurren los días, se va elevando el tono de sus agresiones. Se habla de la politiquería tarada del gobierno con su “Constitución cojitranca”, con un Congreso que sesiona pero que no trabaja. Un Congreso que no se diferencia del Reichstag alemán; de lo turbio, socarrón y fementido de la gestión electoral; de proposiciones medinistas suscitadoras de náuseas, de la creciente e intolerable asfixia nacional; de los censos bajo control totalitario de juntas inscriptoras (sic) de filiación pedevista [...][1]”
De modo, pues, que ya a Medina lo estaban inmovilizando desde la prensa, una técnica que tiene un efecto devastador en la llamada civilización occidental. Bolívar vivió en carne propia esta pavorosa guerra que lo dejó sin habla, sin movimiento y sin capacidad siquiera para poder aconsejar ni orientar a nadie en su gobierno. Llegaría incluso a decir que le daba miedo opinar porque todo se lo malinterpretaban, se lo tergiversaban. Aquellas cadenas cercaban y oprimían a Medina más que la tiranía de los godos y cuanto hacía, comenzaba a verse como catastrófico, y a su propia figura la mostraban sus enemigos como la suprema representación del despotismo. A fin de cuentas –decían- con Gómez vivíamos mejor.
Ya veremos las maravillas que hará Rómulo cuando tenga el toro agarrado por los cachos.
Betancourt fue uno de los políticos venezolanos que inició esa absurda y maliciosa manía de querer equiparar nuestro sistema con el de los Estados Unidos, para mostrar todo lo malo que somos, nunca buscando aquellas comparaciones, por ejemplo, que nos afectan, como es la de que en Norteamérica tiene un costo y un castigo político muy alto la insidia, la mentira reiterada, la canallada miserable de la calumnia y del insulto. Literalmente le gritaba Rómulo a Medina: “En países como Estados Unidos, gobernado por Rooselvelt y regido por una de las democracias más avanzadas de tipo capitalista, causaría escándalo que pudiera exhibirse semejantes cifras.[2]” Sigue insistiendo que el haber aplazado por parte del PDV, hasta el tercer trimestre de 1945, la postulación de su candidato, creaba un clima de “soterradas zozobras y subterráneas inquietudes”, signo de que el zorro estaba en plena actividad golpista, y para no olvidar lo de la chirigota añadía: “esa repetición del juego entre Páez y Soublette, ese téngame la silla aquí, que yo vuelvo a buscarla dentro de cinco años [...][3]”
En mayo se realiza la Tercera Convencional Nacional de AD, y Betancourt exclamará ufano, como si estuviese recordando el futuro (y por ello exculpándose), que se ha hecho sin pasajes gratuitos por Aeropostal, sin hoteles pagados a los asistentes, sin cócteles en el Pabellón del Hipódromo, todo lo que supuestamente hace para sí el PDV. Se ufanará que su partido no tenga fuentes de ingreso inconfesables.
Cada día Betancourt se siente más a sus anchas: lo buscan, lo consultan, de todas partes le llegan felicitaciones por sus sesudos artículos. Dicta conferencias casi todos los días, y la más significativa es la que lleva por título: “Venezuela, el mundo de postguerra y la sucesión presidencial de 1946”. Inicia esta conferencia citando al peruano González Prada: “Romper el pacto infame de hablar a media voz”. Y suelta frases confusas sobre “optimismo en mangas de camisa” y “babiecas inefables”, advirtiendo a los golpistas (en referencia directa a López Contreras), de que antes de lanzarse a una aventura dictatorial que sepan que los pueblos están resueltos a hacerse justicia. Para tostarse por los dos cabos habla de un volcán en actividad que es la “balcanizada Centro-América, en la que una serie de dictadorzuelos, armados con ametralladoras suministradas por Estados Unidos al amparo de la Ley de Préstamos y Arriendos, dominan brutalmente los pueblos.[4]” Como presume que don Eleazar puede estar preparando un Golpe, él quiere adelantársele.
No da descanso a la descarga de su pesada artillería contra el PDV, insistiendo en que éste es un partido que carece de simpatía y respaldo colectivo. Y como si se estuviese acusando a sí mismo por los actos que desarrollará en el futuro, exclama: “De ese desprestigio suyo son responsables sus procederes nada limpios en los procesos electorales; su vocación hegemónica y con sus ribetes totalitarios cuando de acaparar cargos legislativos se trata; su conllevancia (sic) con el peculado y otras lacras de la administración pública. En cuanto a UPV (comunista), partido que comenzó enarbolando consignas de interés colectivo, ha terminado por convertirse, al verse repudiado y resistido por el pueblo, en un disgregado archipiélago, donde en cada isla hay un jefecito con seis soldados.[5]”
Quiere hacer sentir que no hay por qué preocuparse si es un civil el que llega a Miraflores, pues él “tendrá en el ejército apoyo sin regateo, respaldo sin reserva.”
Y para no perder el buen humor que provoca carcajadas y levanta el ánimo en una larga conferencia, le vuelve lo de la vulgar chirigota: “Pero, ¿cuál será su candidato? Lo tiene insaculado (sic) en una campana neumática para que el sol y las briznas de suciedad flotantes en el ambiente no lo maculen; para que las moscas irreverentes no entren en contacto con su humanidad intocable; protegido de la apasionada curiosidad pública por ese mosquitero político a que tan donosamente aludiera nuestro compañero Andrés Eloy Blanco. Pareciera como que este partido considerara a los venezolanos cual piara (sic) de caníbales hambrientos, dispuesta a darse con su candidato un banquete antropofágico.[6]”
Si el general López Contreras hubiese sido menos ambicioso, más prudente y sereno, quizás no se habría dado el Golpe del 18 de octubre; pero andaba desesperado por volver a ser Presidente, haciendo declaraciones declaradamente conspirativas y escandalosas, y estas locuras les dieron armas a los jóvenes oficiales para adelantársele y lanzarse a la aventura. Se hacía correr por los cuarteles la alianza de Medina con los comunistas como si se tratase de algo monstruoso. En aquel ambiente no había nadie que les dijera a los jóvenes oficiales cómo había sido el coloniaje que a través de las compañías petroleras nos había impuesto Estados Unidos. Eso sí lo conocía muy bien Medina, el Presidente había sufrido en carne propia aquellos ultrajes de los gringos cuando se presentaban en Maracay para imponer la ley de su imperio y adueñarse de todas las tierras donde se suponía había petróleo, y ellos mismos decidir sobre el tema de las concesiones. Medina había conocido muy de cerca los crímenes de los chantajes, abusos y demandas contra la nación arregladas por los propios ministros de Gómez para satisfacer a los jeques de aquellos truts. Por eso Medina comprendía mejor que nadie las luchas de los comunistas aunque no supiera nada de marxismo. Por eso les simpatizaba y sentía que en verdad había que acabar con aquella imposición bestial del Norte. Que Bolívar, por lo mismo, no quería a los yanquis. Que si Bolívar viviera también hubiera simpatizado con las ideas comunistas. Medina se sentía un hombre del pueblo y en nada se parecía a don Eleazar quien odiaba a los comunistas por su ligazón con la oligarquía. En aquellos días Medina comprendió profundamente por qué Betancourt se había hecho anticomunista. Era la mejor manera de llegar al poder. Así no tendría necesidad de molestar a nadie, principalmente al peor enemigo de nuestros pueblos: los gringos. Lo que provocaba ataques de bilis de Betancourt, a Medina le enorgullecía, sobre todo aquella consigna de los comunistas que decía “Medina contra la Reacción”, que también sonaba como un foetazo a la cara de López Contreras. Añadía que la consigna debía leerse: “Medina contra López Contreras”, “Medina contra los tránsfugas”, “Medina contra los traidores”.
[1] Ibidem, Pags. 78, 79.
[2] Ibidem, pag. 80: Se refería a que de los 2.861 concejales y diputados a las asambleas legislativas sólo 142 fuesen independientes. Luego cuando el gobierno todos serán adecos, principalmente los copeyanos.
[3] Ibidem, pag. 81.
[4] Ibidem, pag. 90.
[5] Ibidem, pag. 94.
[6] Ibidem, pag. 98.
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