Tenía
tiempo que no oía una intervención del presidente Chávez que me
recordara sus discursos iniciales, los de su primer gobierno en el
período 1999 - mediados de 2004. Discursos centrados claramente en los
problemas y dificultades existentes, en sus soluciones precisas y
concretas, sin puntos débiles que pudieran volverse en su contra,
llenos de argumentos imbatibles y demoledores, que dejaban
prácticamente desnudos y mudos a sus críticos, donde la verdad brillaba
transparentemente y las contradicciones de los enemigos les eran
lanzadas certeramente, con una dosis de ironía que los ridiculizaba y
terminaba por aplastar sus rebuscados argumentos.
Fue
en la proclamación de los candidatos del PSUV, en la parte de su
exposición sobre los ataques contra el Decreto-Ley Presidencial del
Sistema Nacional de Inteligencia y Contrainteligencia reciente. El
Presidente aceptó parte importante de las críticas al instrumento
legal, iniciando su reflexión con la lectura del polémico artículo 16 y
diciendo con transparencia y valentía que “(...) se nos pasó la mano”,
“(...) nos equivocamos, yo me equivoqué”. Tomó como ejemplo su propia
experiencia de conspirador de años dentro de las Fuerzas Armadas y sus
múltiples negativas a declarar, a presentarse ante los tribunales, a
incurrir en la delación de sus compañeros de aventuras.
Suspendió
la aplicación del instrumento y señaló su decisión de modificarlo, para
no dejar dudas ni temores sobre su carácter democrático y respetuoso de
las libertades individuales. Señaló la necesidad de tener un sistema de
inteligencia legalmente constituido, que evite las violaciones de
antaño con gente secuestrada, asesinada, torturada y desaparecida
durante los gobiernos de AD y COPEI. Fustigó con mucha razón a aquellos
críticos que, como la Iglesia y la oposición perversa, mienten y
calumnian en su condena de la nueva legislación y callan con hipocresía
ante la Ley Patriota de EEUU y las cárceles militares de ese país en
Guantánamo y en Eurasia, en las que se violan salvajemente los derechos
humanos de miles de personas, condenadas sin juicio ninguno y sin
derecho de defensa.
La
actitud de Chávez debe hacer reflexionar a sus aduladores de siempre,
quienes ya condenaban cualquier crítica al decreto-ley en cuestión.