Los valores perdidos que vagan la calle absorbidos del entrenamiento televisivo y la descomposición social, son apenas una parte de la muerte moral que carcome la sociedad venezolana. La doble moral que conjuga el mensaje violento de una pantalla de televisión que exige al mismo tiempo paz y seguridad, es parte importante en el comportamiento de esa misma acción hamponil, dejando claro; que el estado es la punta de lanza responsable en su seguimiento, acción de control y corrección. La familia que es base de esa misma sociedad, pasa a un nivel de responsabilidad compartida, la pérdida en la calidad humana y el bajo sentido de solidaridad son apenas muestras de la inseguridad y violencia de las calles productos de la inestabilidad en el hogar. El estado, los medios de comunicación y la familia deben actuar en corresponsabilidad.
En Venezuela cada hogar ha sido tocado por un hecho violento una y varias veces, secuestros, robos, violaciones, homicidios o cualquier tipo de violencia, se convierten en constante de las calles y el entorno. Cuando una figura pública cae victima de una situación sangrienta, como el vivido a diario en una sociedad que pierde sus valores a consecuencia del alimento de conducta importada de enlatados televisivos y la crisis de valores, entonces el dedo de la denuncia apunta unidireccionalmente al estado, bajo el lavado de manos de los medios de comunicación y la esquiva responsabilidad de la familia. La conmoción se absorbe en manipulación y carroña noticiosa que venda cuando se trate figuras públicas.
El día jueves pude ver en el extracto de una película gringa en televisión por cable, la forma certera de asesinar con un cuchillo; explicada al detalle, apuntando el corazón y las piernas (coincidencialmente la misma forma como aparentemente asesinaron a Javier García) a propósito del homicidio no aclarado de este joven periodista de Rctv Internacional. Producto de este hecho, se hizo un análisis serio en el programa “La Hojilla” donde precisamente Mario Silva, puso al desnudo la carroña periodística que promueve subliminalmente una situación de violencia diaria, en este sentido, se utilizó la mensajería de texto de algunos programas televisivos para direccionar la situación de culpabilidad al proceso revolucionario liderado por Chávez, los titulares de algunos medios escritos internacionales señalaban: “asesinado periodista venezolano”, “conmoción en Venezuela por asesinato de periodista” con una SIP (Sociedad Interamericana de prensa) presta a promover a Venezuela como perseguidora de los periodistas, mas allá de la asquerosa promoción subliminal que apetecen algunos de sus miembros para acceder a la dirección del Colegio Nacional de Periodistas venezolanos, aprovechando la coyuntura del despreciable, triste y bochornoso episodio ocurrido contra Javier García.
Ser revolucionario no significa ser diablo o asesino, nuestras camaraderías radican especialmente en la solidaridad, el valor de la vida y sensibilidad en el desarrollo de un ser humano lleno de valores. Puedo evocar un hecho mientras amanecía la tragedia de Vargas en 1999, en la que, pese a tener posiciones políticas distintas, tuve la oportunidad de estrechar mi mano a la del periodista Javier García en una iglesia de Catia, donde ambos dejamos correr lágrimas de nuestros ojos por la situación conmovedora que nos rodeaba aquel momento fuerte; hoy, siento las mismas lágrimas por la pérdida de este joven venezolano, tan igual como la de obreros, profesionales, hombres, mujeres y niños que han caído victimas de la delincuencia desbordada y que pasan a ser números y estadísticas manejadas por un periodismo sin ética de doble moral, en unos medios promotores de la violencia, el consumismo y sexo de los nuevos tiempos, a los que se hacen la vista “gorda”, lobby por el “show” y el billete que generan en publicidad, arropados en una muerte moral tan despreciada como la física.
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