Uribe llegó al lugar del encuentro antes de las 11,30 am del 11 de los corrientes, recibido por Maduro y Ramírez sin que muchas expresiones de euforia se vieran reflejadas en sus rostros. Allí chacharearon y se realizarían los saludos de estilo y se lanzarían sonrisas algo variadas en cuanto a expresividad. Luego, en caravana, iría Uribe al encuentro de Chávez que lo esperaba a las puertas de las oficinas de PDVSA, en el complejo refinador, quien lo recibiría –se notó bastante- de manera muy formal y sin ninguna porción de afecto en la expresión. (La foto vendió el rostro muy serio de Chávez, por cierto). No obstante, las dos banderas flameaban alegres en sus respectivas astas.
A Uribe sólo se le notó -como cosa curiosa- una como peñíscola o quizás mejor como un cabo puntiagudo de pelo en el cogote, no pudiendo asegurar si de confección. Pero el ambiente se iría distendiendo en presencia de Socorro Hernández, que a Uribe le hablaba, y luego con Árias Cárdenas. Uribe mostraba en todo momento una sonrisita antiestética. Y no sé si en homenaje suyo, Izarra portaba esa mañana un notorio carriel azul monótono. Las banderas continuaban flameando alegres estimuladas por una brisa que también sería anfitriona, y además, muy propicia para volar un buen papagayo, y, aún así, Chávez se notaba muy mosca…
Uribe saludaba con frialdad emotiva a los chavistas que a su vez lo saludaban, pero verbalizaba sin embargo diciéndoles que lo hacía con “inmenso cariño”, por lo que Chávez quizás comenzaría a ponerse alegre. Hasta que llegó la grande y peligrosa lisonja de Uribe: “Creo que aquí se violan los derechos humanos”, diría de improviso, viéndolo Chávez entonces con más resquemor, hasta que, aclarara con manifiesta habilidad de oligarca, “que era porque sospechaba que a las mujeres feas las tenían secuestradas, porque, lo que era allí, lo que se apreciaba era pura belleza enguerrillada·… Y Chávez entonces respiró, procediendo ambos a internarse dentro de una soledad bilateral, para conversar y aprovechar decirse algunas cosas durante unas dos horas más o menos.
Como remate vendría la rueda de prensa, donde Chávez diría, delante de los expectantes periodistas, que Venezuela y Colombia estaban destinadas (no condenadas) a estar juntas, lo que siempre es el punto de partida de la relación. Acordarían ambos voltear la página completamente. Comenzaría una nueva etapa. Todo positivo. Se harían reclamaciones públicas a los efectos de dinamitar los entrepechos y espaldas: que por qué no tú me llamaste para cancelar la mediación; y Uribe admitiría el error. Y que por qué tú me dijiste tantas cosas, dentro de las cuales la única que te faltara sería la de coño e`madre; diciéndole Chávez, entonces, que fue por lo herido que se sintió. Uribe insistía en que éramos hermanos, y que su reunión había sido un buen ejercicio, y que, mientras no surgiera el odio, todo era superable. Abogó por un proceso de paz supervisado y garantizado por la comunidad internacional, y, destacaría además, la complementariedad de las dos economías
Por todo esto, Uribe se mostró extraño. Y ojalá pues que no haya un próximo zarpazo.
Pero todo terminaría, no obstante, con Chávez negándole el abrazo.
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