En las garras de la impaciencia y el extremismo

La oposición se ha sumergido en un verdadero laberinto de contradicciones y fraccionamientos. Las diferentes versiones sobre la cantidad de firmas reunidas y la cada vez más extendida convicción de la imposibilidad de cubrir las exigencias de la Constitución y las normas del Consejo Nacional Electoral han creado un verdadero caos en los diferentes niveles de la vieja política.

La verdadera situación es que los grupos más extremistas presionan cada vez con mayor fuerza para dar una especie de ultimátum al Consejo Nacional Electoral: o se acepta que obtuvieron cinco o seis millones de firmas y que estas firmas no requieren actas ni verificación o, de lo contrario, la oposición pone en práctica un plan de desconocimiento del CNE y rebelión armada.

La amenaza no es ficción. Uno de los dirigentes de la oposición declaró hace unos días que no entregarán las firmas al proceso de verificación del CNE hasta tanto no “estén seguros de las reglas del juego”. Es decir, hasta tanto no se acepten sus firmas y el número que dicen tener en depósito sin inventario ni verificación. Esta demanda es inaceptable.

La única regla invariable y legítima es la aceptación de la decisión del Consejo Nacional Electoral y de sus normas. Si la oposición está segura de haber reunido las firmas requeridas por la Constitución y las normas del CNE, debe aceptar al árbitro cuya transparencia y equidad no han sido puestas en duda.

Las mentiras sobre mutilación de imágenes religiosas y destrucción de recintos católicos, las campañas cada vez más agresivos en la TV, son señales de desesperación. La vieja política fracasó en el proyecto de convocar el referendo revocatorio. Ahora está en las garras de los grupos extremistas, irracionales e impacientes cuya única política es la violencia y la intervención extranjera.


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Guillermo García Ponce


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