La señora que le lanzó a la cara el arroz a Eduardo Samàn, refleja un color ajeno o está en el marco visual del gato.
Eligio Damas
Vojtech Jasny, es un realizador y director fílmico checo de una larga trayectoria, quien en 1963 obtuvo un premio especial en Cannes por "Casandra El Gato", película que llegó a nosotros con el poético titulo de "Un día, un gato".
El felino de Jasny, era como le han llamado muchos, mágico. Un día, el curioso animalito apareció en un pueblo. Uno como tantos, poblado por gente común y corriente; tal como las poblaciones nuestras, con sus estratificaciones o diferentes grupos clasistas. Como su especie al fin, solía merodear por los tejados. Y desde allá arriba fisgoneaba a las personas.
Su magia consistía en que al mirar directamente a una persona le pintaba de un color según sus rasgos personales. Así, asignaba uno a los embusteros; otro a los agiotistas y ladrones; igualmente tenía colores para las mujeres y hombres adúlteros, los chismosos, ladrones; en fin, la policromía del felino era inagotable. Había para todos. También para los bondadosos, sinceros y esforzados por el bienestar colectivo. Cada defecto o virtud se expresaba en un color en la visual del minino. Para él pues no había "gato encerrado" que no descubriese y pusiese en evidencia.
Desde que apareció en el pueblo y la gente pudo percatarse que al salir a la calle y verse manchada toda de un color, estaba relacionado con la mirada del gato; y lo que es más, cuando todos entendieron el significado del asunto, aquel pueblo entró en un gran conflicto. Unos y otros fueron conociéndose; los doblegados, aplastados y marginados de derechos, empezaron a entender el origen de aquel orden. Lo que creyeron designio divino y natural, lo descubrieron como causa de muchos de aquellos vicios, injusticias y defectos que la pintura del gato ponía en evidencia. Los aprovechadores se volvieron agresivos y violentos porque el gato les puso al descubierto.
Las gentes que transitaban por cualquier espacio que el gato tuviese bajo su mirada, al verse pintadas de colores reaccionaban de maneras diversas. Muchos corrían con desesperación a ocultarse y salir del campo visual de aquel extraño e indiscreto cuadrúpedo. Otros sonreían y se sumergían en aquel espacio, moviéndose con lentitud, cuidando de no salir de él, felices.
Por eso el mágico animalito, atrajo sobre sí mucho amor y bendiciones. Otros, los menos, se llenaron de odio y rencor contra aquel.
Chávez, como aquel gatito, que como tal no deja de tener las uñas afiladas, le ha puesto a cada quien su color. El proceso que dirige, se llenó de gente venida de todos los rincones, con sus proyectos, ideas, vicios y hasta malas costumbres. Muchos de los primeros que cerca de él estuvieron y dentro su campo visual, les pintó de colores y hasta llegó a hacer algo que el felino de Jasny, no hizo, les despojó de vestimentas, por lo que salieron despavoridos a esconderse en la multitud y entre gente como ellos para allí esfumarse o complacerse de estar entre iguales. Aquí no apestamos o por lo menos los circundantes no se percatan de nuestros malos olores e impudicias, se dijeron complacidos y se aprestaron a montarle una trampa al pintor.
Pintó a los especuladores; a quienes quieren seguir robando, negociando con el dolor ajeno y la miseria popular. A aquellos que se empeñan en ver a la educación y la salud como un negocio y como tal, lo importante es la rentabilidad. A los políticos que insisten en creer que deben ser servidos y beneficiados en lugar de servir y beneficiar. A "productores" que creen que su función es ganar por encima de todo, hasta de la de producir. A los acaparadores empeñados en hacer el sucio juego de la oferta y la demanda, guerreristas, apegados a una muy brutal forma de obtener sucios beneficios que, junto a los otros, procuran que el gato se caiga del techo, justo en medio de la jaula donde tienen encerradas sus fieras.
El odio contra el gato se ha vuelto irrefrenable y hasta irracional. Algunos que mentirosos no son, tampoco ladrones ni mafiosos; menos políticos venales o mercaderes del templo, pero que por andar entre ellos suelen reflejar el color de sus malas compañías, creen que el gato les juzga.
La señora que le lanzó en la cara, a Eduardo Samàn, jefe de la oficina que cuida a consumidores de la jauría especuladora, arroz del decomisado en supermercado por ser vendido de manera irregular y especulativa, como aquella que alguna vez protestó por que el Seniat detectó que en un restauran le cobraban el IVA sin intenciones de tributarlo al Estado, pueden ser simples "vapores de la fantasía", reflejos de colores ajenos, pero también, por otro caso o lado, pintadas por el gato de colores esmirriados o escuálidos.
Ahora cuando se hacen los ajustes o diseños, se escogen a los candidatos para las elecciones de Noviembre, bastó que la mirada del gato, esta vez montado no en un techo, sino en una elevada terraza, para que los colores que denuncian a oportunistas, mercachifles de la política, revolucionarios del cuanto hay para eso o venales, como ya dijimos arriba, formasen un original arco iris. Y algunos salieron corriendo hacia las madrigueras de sus iguales donde sus colores particulares no resalten.
Pero muchos, todavía, quedaron escondidos en los espacios oscuros. Unos por simple casualidad y otros porque prevenidos corrieron a esperar que escampe o se apague el fuego que emana del colorante.
Este gato descubrió que los colores difamantes o que ponen en evidencia malas cosas escondidas, pueden aparecer en cualquier lado o patio, del lado derecho o izquierdo, de donde se encuentre posado.
Por esto, su mirar no descansa, va y viene. En cualquier momento, alguno calcula mal el instante de salir del tumulto y queda descubierto, de frente a la mirada del gato.
Por esas cosas al gato odian; a éste como al de Jasny. Pero por razones obvias y porque Dios hizo al mundo y al hombre, los más le quieren y le prodigan bendiciones y cuidados.
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