Sin perder mucho tiempo en el nuevo año, monseñor Porras volvió por sus fueros y arremetió contra el gobierno del presidente Chávez al calificarlo de autoritario, demagógico, fanático, excluyente, anti-venezolano, anacrónico, subversivo y demás elucubraciones míticas, continuando así con la campaña de descrédito que había iniciado desde la muerte del cardenal Ignacio Velasco, y que llegó a su clímax cuando en medio de las fiestas navideñas pretendió relacionar al gobierno con la "profanación de imágenes religiosas" en la Plaza Altamira de Caracas así como en el interior del país.
Porras llegó a calificar la actuación de los manifestantes bolivarianos que "tomaron" de manera simbólica la Plaza Altamira durante la marcha del pasado 5 de diciembre, como un hecho de "verdadero desprecio al cristianismo… de quienes todavía viven en el primitivismo" (Unión Radio, 8 de Diciembre de 2003), pero declinó referirse a las actividades poco cristianas de los paramilitares sublevados contra el orden institucional, quienes de acuerdo a la señora Edith Altuve (Tal Cual, 25 de Febrero de 2003 o www.aporrea.org/dameverbo.php?docid=5329), madre de la menor de 14 años que sobrevivió a los asesinatos y torturas ordenados por el jefe de seguridad de la plaza, mantuvieron un centro de prostitución infantil frente a las imágenes de la Virgen María y la Rosa Mística.
«[Mi hija] tiene los pechos mordidos y moreteados, como si la hubieran pellizcado o torturado, los golpes de la cabeza probablemente se los infringieron con un tubo y los atacantes fueron entre 15 y 20. Tiene arañazos en la cara y el cuerpo, fue maniatada y amordazada, pero no violada... [la plaza Altamira] es prácticamente un centro de prostitución de menores.»
Porras tampoco ha querido referirse a los antisociales que de acuerdo al dirigente de oposición Domingo Alberto Rangel, fueron atrapados "in fraganti" cuando se disponían a colocar explosivos en una iglesia del estado Falcón. Aparentemente, estos delincuentes recibían ordenes de un empresario de la pesca de arrastre, quien los había contratado "para romper imágenes de vírgenes y poner bombas en los templos [con la intención de] desencadenar protestas, pronunciamientos militares y un golpe, esperando que el nuevo gobierno derogara la Ley de Pesca." ("El deslinde necesario" Quinto Día, 26 de Diciembre de 2003)
Los acérrimos ataques así como sus claras omisiones para criticar los desmanes de la oposición, han hecho que Porras se yerga como el detractor mas vehemente e intolerante del gobierno venezolano, pasándole por encima a los partidos políticos de oposición, analistas antichavistas y medios de comunicación privados, por lo que vale la pena preguntarse ¿de donde le viene a Porras tanto talibanismo?
La respuesta a esta interrogante se encuentra en la "Ley de Concordato Eclesiástico", acuerdo firmado el 6 de marzo de 1964 por el gobierno de Raúl Leoni y representantes del Papa Paulo VI, en el cual el gobierno venezolano se "reserva el derecho a vetar el nombramiento de obispos y arzobispos en el territorio de la ahora República Bolivariana de Venezuela" (Panorama, Julio de 2003), y que incidirá de manera determinante en las ansias de monseñor Porras de convertirse Cardenal.
Aunque si bien es cierto que el gobierno nacional no tiene facultad para elegir a un nuevo Cardenal venezolano, que entre otras cosas podrá participar en la elección del próximo Papa - lo cual parece ser inminente -, éste alto nombramiento ha sido reservado, como es la tradición, para quien ostenta el Arzobispado de Caracas, el cual se encuentra vacante desde la muerte del cardenal Ignacio Velasco a mediados del año pasado y que de acuerdo a la "Ley de Concordato Eclesiástico" solo podrá ser llenado con la anuencia del gobierno nacional.
En un extraordinario trabajo de investigación, el periodista Ylich Carvajal Centeno (Panorama, Julio de 2003) explica el proceso para nombrar al próximo Arzobispo de Caracas.
"La Nunciatura Apostólica, tras hacer una consulta privada entre las autoridades eclesiásticas y civiles del país, presenta una terna de arzobispos al Papa. El Vaticano puede además solicitar opinión a los obispos de la Conferencia Episcopal o a miembros seglares de la Iglesia y finalmente, Roma escoge al nuevo arzobispo. Antes de hacerlo público… el Vaticano consulta al gobierno por si tiene alguna objeción y es entonces cuando el Presidente interviene y da o no el place."
Carvajal Centeno también cita al doctor Jesús Hernández, especialista en derecho canónico, cuando sostiene que "el convenio entre la Santa Sede y el Estado otorga derecho de veto al gobierno. El Ejecutivo no puede decir quién será (arzobispo) pero sí puede decir quién no lo será."
De acuerdo al artículo seis del concordato, "antes de proceder al nombramiento de un arzobispo u obispo la Santa Sede le participará el nombre del candidato al Presidente de la República, a fin de que éste manifieste si tiene objeciones de carácter político que oponer a ese nombramiento. En el caso de existir objeciones la Santa Sede indicará el nombre de otro candidato para los mismos fines."
Este fue el procedimiento empleado el 27 de mayo de 1995 que culminó con el nombramiento de monseñor Ignacio Velasco como Arzobispo de Caracas en sustitución del cardenal José Alí Lebrún, no sin antes recibir el beneplácito del gobierno de Rafael Caldera. Según relata Carvajal Centeno, monseñor Velasco fue escogido de una terna conformada por Porras, arzobispo de Mérida, Tulio Manuel Chirivella, arzobispo de Barquisimeto y Ovidio Pérez Morales, arzobispo de Maracaibo, donde Porras figuraba como el gran favorito para hacerse del codiciado cargo. Sin embargo, el Vaticano prefirió al Arzobispo de Puerto Ayacucho, de mucha menor jerarquía que el de Mérida y de quien nadie hablaba.
Porras asumió la derrota, pero desde ese entonces se dispuso a cuidar muy bien sus relaciones con el gobierno de Caldera para asegurarse su puesto como el "substituto oficial" deVelasco y futuro Cardenal.
A principios del mes de Enero de 1996, el sacerdote jesuita Roberto Martialay realizó una denuncia sobre la venta de indultos que supuestamente se había preparado por intermedio de Porras entra la Iglesia y el Ministerio de Justicia con motivo de la visita a Venezuela del Papa Juan Pablo II. (El Nacional, 20 de Enero de 1996) Porras intercedió para que el padre Martialay dejara la huelga de hambre que había emprendido como protesta y llevara la denuncia "a la PTJ y a los organismos competentes", pero en lugar de abrir una investigación, se le abrió mas bien un expediente (477.182) y se le acusó de ser un extranjero que se involucraba en los asuntos internos de Venezuela. (El Nacional, Enero de 1996)
Con la vehemencia que lo caracteriza, Porras también exhortó a la población venezolana para que respaldara el paquete de medidas económicas neoliberales ejecutadas por el gobierno de Caldera, asegurando que "si bien son duras, son necesarias y en un futuro permitirán el mejoramiento de la situación social." (El Nacional, 22 de Abril de 1996)
Sin embargo, Porras no pudo predecir el cambio trascendental que experimentaría Venezuela con la llegada del presidente Chávez al poder, lo cual originó la quiebra de la red puntofijista de relaciones clientelares y corruptas entre el Estado y sus instituciones con la sociedad; y mucho menos vaticinar que al Vaticano le tocaría nombrar al nuevo Arzobispo de Caracas en estas circunstancias.
En este contexto, Porras entendió que la única forma de abrirse camino hacia el Arzobispado de Caracas era salir de Chávez como fuera, y es así como se involucra de manera activa y directa en la conspiración golpista del 11 de abril y el sabotaje petrolero que colocó al país al borde la quiebra económica e institucional. Pero tras el fracaso de las aventuras golpistas y fallido intento por solicitar un referéndum revocatorio, a Porras no le ha quedado otra opción que incrementar su distorsionado talibanismo esperando que el gobierno negocie su prudencia a cambio del beneplácito que lo convierta en Arzobispo de Caracas y eventualmente en Cardenal.
Para Porras es ahora o nunca, ya que en cualquier momento el Vaticano podría escoger a un candidato mas joven – léase monseñor Mario Moronta – que termine de enterrar su gula por el poder.
Antonio Guillermo García Danglades
Internacionalista