¿Devaluar, revaluar o buscar el equilibrio?

El pasado 9 de diciembre, la Asamblea Nacional aprobó la Ley de Presupuesto para el Ejercicio Fiscal del año 2004, el cual fue calculado a una tasa de cambio promedio de 1.920 bolívares por dólar, lo que representa una depreciación del 20% de la moneda nacional.

Ésta decisión del ejecutivo ha sido rechazada por un conjunto de compatriotas bolivarianos que con la mejor de las intenciones se oponen a tal medida en su "Carta abierta al Presidente Hugo Chávez Frías, con motivo de la anunciada devaluación del bolívar", pero coincidiendo con las acérrimas criticas que desde la oposición acusan al gobierno de efectuar una "devaluación salvaje" cuando antes lo culpaban de mantener la moneda artificialmente sobrevaluada.

La carta

La carta en cuestión asegura que la decisión de devaluar la moneda es "forzada e impuesta", pero omite decir cuales fuerzas o personas han forzado tal medida. Sin embargo, en este aspecto parece contradecirse mas adelante cuando señala que sobre las políticas monetarias "no existe consenso ni siquiera entre los mejores especialistas."

Es cierto que la experiencia mas reciente indica que una devaluación podría repercutir negativamente sobre la situación socio-económica y las clases "más desfavorecidas", pero el contexto actual es muy distinto al que se vivió durante la era cuarta-republicana y las recientes asonadas golpistas. Actualmente, la depreciación de la moneda programada por el gobierno obedece a un plan estratégico que comprende la aplicación de medidas en su conjunto de manera integral, y no se realiza necesariamente como producto de la presión económica que existía en el pasado y que ciertamente tuvo un costo político bien elevado.

La carta además señala que la devaluación no se justifica debido a "un claro repunte de la economía venezolana para el año entrante", tal y como lo han afirmado instituciones del gobierno e internacionales como el FMI y BM. Sin embargo, este "repunte" depende precisamente de la aplicación de la política económica en su conjunto que entre otras cosas incluye la depreciación de la moneda.

En su primer punto, la carta argumenta que "no existen las condiciones objetivas que justifiquen tal medida", pero menciona únicamente las variables socio-políticas y no analiza la repercusión que tendría la devaluación en la economía nacional. La ausencia de una "presión exagerada" y "compra insaciable de divisas", el nivel de las reservas, la manejable deuda externa y el control de cambio, no son argumentos suficientes para detener una política de corte monetario.

En los puntos dos y tres, la carta argumenta que "la gran mayoría de las naciones del continente han revaluado su moneda" y menciona como ejemplo a Canadá, que para felicidad de los turistas pero para al desconcierto de su clase productiva, amaneció el 31 de diciembre con su moneda por los cielos, registrando el valor mas alto en 10 años. En Canadá, así como en otros países del continente, la revaluación de la moneda no se da necesariamente como resultado de una política monetaria revaluacionista, sino por el comportamiento del mercado que en el contexto económico actual evidencia un desgaste del dólar estadounidense. La política económica de cualquier gobierno es lograr el equilibrio, y para ello, Canadá juega con su tasa de interés y con el aumento o reducción de subsidios a fin de revertir los daños que puede ocasionar una moneda sobrevaluada en su producción nacional.

En el punto cuatro la carta sostiene que "la devaluación traerá mayor inflación, puesto a que nuestro país importa más del 80% de lo que consume", lo cual resulta difícil de determinar. Siendo un país monoproductor, la percepción es que las importaciones deben ser en realidad muy altas. Sin embargo, los datos presentados por el BCV para 2000 y 2001, años en que las importaciones se mantuvieron constantes en contraposición a la disminución experimentada en 2002 y 2003, se puede observar que el porcentaje de la relación de las importaciones con respecto al PIB es de apenas un 30%, muy similar a la situación en el continente. Lo que sí resulta revelador es la relación porcentual entre los bienes importados y el PIB de bienes no petroleros que llega al 72%, muy cerca de lo que afirma la carta. No obstante, esta relación es incompleta puesto a que no toma en consideración el PIB petrolero que incluye productos e insumos producidos y consumidos en el país como lo es la gasolina y el gas, por mencionar dos ejemplos. Debido a que las cifras presentadas no están lo suficientemente desagregadas para darnos un mayor acercamiento a la realidad, resulta muy audaz determinar a cabalidad el porcentaje importado de los bienes que se consumen en el país.

PIB e importaciones en Venezuela
(Millones de bolívares)

2001

2000

PIB

600,488

584,195

PIB no petrolero

424,961

408,801

PIB bienes

164,553

156,948

PIB servicios

264,681

256,104

Importaciones

139,398

125,564

Imp. de bienes

119,913

108,823

Imp. de servicios

17,488

16,741

Imp. del PIB

23.21

21.49

Imp. del PIB no Pet

32.80

30.72

Imp. de bienes

72.87

69.34

Imp. de servicios

6.61

6.54

PIB e importaciones (Billones de US$)

EEUU

Canadá

México

2001

2002

2001

2002

2000

2001

PIB

10,208

10,442

705

737

580.1

617.8

Importación de bienes

1,146

1,167

226

227

174.5

168.4

Porcentaje

11.23

11.18

32.06

30.80

30.08

27.26

Argentina

Brasil

Chile

2001

2002

2001

2002

2001

2002

PIB

264

235

510

451

57.7

54.3

Importación de bienes

20.32

8.99

55.6

47.2

18.34

15.83

Porcentaje

7.70

3.83

10.90

10.47

31.79

29.15

Aun asumiendo que la importación de bienes es alta, esto no significa que la política monetaria deba ser la de revaluar la moneda, ya que con la revaluación las importaciones se abaratan acentuando nuestra dependencia del exterior.

La carta argumenta que la devaluación beneficia a pocos y afecta a muchos, lo cual también puede decirse de la revaluación, donde quienes mas ganan son las empresas importadoras y la clase media.

Quien mas pierde en un escenario de revaluación es el aparato productivo necesario para la diversificación de la economía, fin del proyecto económico bolivariano. El país no podrá diversificar su economía con una política revaluacionista porque mas allá de las empresas que han vivido de la teta del petro-estado, están las empresas nacientes que frente a un mercado limitado no podrán colocar sus productos en el exterior debido a que serán muy costosos, ni en el mercado nacional ya que al Venezolano le saldrá mas barato comprar importado que nacional.

Por su parte, la clase de menos recursos no gana ni pierde con la depreciación del signo monetario, siempre y cuando esta medida vaya acompañada de programas sociales. En el contexto actual, la población de menos recursos esta vacunada contra la devaluación gracias al control de cambio, control de precios, asistencia social medica y educativa, programas de vivienda y alimentarios, y empleo a través de la inversión publica. Todo lo contrario a la situación de 1989 que conllevó a la sublevación popular del 27-F, y de la situación pre-11-A, cuando no se había avanzado lo suficiente en lo referente a programas sociales.

En el punto cinco, la carta sugiere negociar con la banca para cambiarle el perfil a la "cada vez más creciente deuda pública interna", pero no desarrolla ni propone alguna alternativa. Imaginamos que la carta se refiere a bajar las tasas de interés bajo la amenaza de estatizar la banca.

La idea de estatizar la banca no puede llevarse a cabo por razones fiscales y monetarias, sino como parte de una estrategia para el desarrollo. En un país en proceso de desarrollo, la banca debe servir como institución intermediaria para la inversión y desarrollo del aparato productivo, y no para especular como ha sido el caso en Venezuela por largos años. Durante años la banca justificó sus altas tasas de interés por los altos índices de inflación, pero cuando ésta bajó a 12 puntos, las tasas de interés permanecieron altas y el gobierno le dio preferencia a la "negociación" que no condujo a nada ya que el propio presidente de la asociación bancaria, Ignacio Salvatierra, se plegó al golpe de Estado del 11 de abril.

En el punto seis, los compatriotas hacen una serie de sugerencias para evitar la devaluación, como "eliminar de manera contundente todos los gastos superfluos en Ministerios e Institutos Autónomos". No obstante, ésta no es una tarea fácil ya que los presupuestos no contienen una partida de esta naturaleza y una eventual reducción solo podría llevarse a cabo de acuerdo a lo que considere correcto cada ministerio, quienes siempre abultan sus estimaciones sabiendo que recibirán menos dinero que el presupuestado.

La carta también pide "detener o minimizar las inversiones faraónicas que está acometiendo la CITGO en los Estados Unidos", aunque estas inversiones coadyuvan evidentemente a la diversificación de la economía e incluso al fortalecimiento de la moneda. Además, la carta pide parar la importación de petróleo para CITGO, o lo que sería mejor, venderla para que le aporte al fisco mas dinero.

Resulta sumamente contradictorio que una carta autodenominada anti-neoliberal, se adhiera a la vieja receta fondomonetarista de la privatización, siendo que CITGO anunció recientemente haber excedido en un 100% sus ganancias como consecuencia directa de haberla rescatado de quienes precisamente pretendían llevarla a la quiebra para venderla a precio de gallina flaca.

Finalmente la carta también pide acoger otras medidas que surjan de la "imaginación creativa de nuestro pueblo mediante una consulta popular", lo cual resultaría sumamente dañino para los intereses de la nación. En las escuelas de pensamiento político-filosófico mas progresistas del planeta, aun no existe formula o consenso en como hacer para que las comunidades participen de manera efectiva y razonada en materias de índole estratégico y de seguridad nacional. Recordemos que la Constitución Nacional, base del proyecto bolivariano, no pretende la erradicación de la representatividad sino el fortalecimiento de la democracia mediante la participación ciudadana.

En búsqueda del equilibrio

La devaluación y la sobrevaluación son meras políticas monetarias que sin un contexto o estrategia de desarrollo que las justifique, pueden ser igualmente dañinas. Lo importante es que cada medida vaya acompañada de un "porqué", y que este "porqué" sea parte de una estrategia hacia el desarrollo.

Durante años, la cuarta republica ejecutó políticas devaluacionistas con fines netamente fiscales y privados (corrupción). El Estado se comprometía con una deuda interna que no podía soportar y financiaba el hueco fiscal con maxi-devaluaciones y emisión de dinero inorgánico que producía gran inflación. Este no es el caso que hoy nos ocupa.

En los meses anteriores al 11 de abril, el gobierno tuvo que devaluar obligado por la coyuntura; no tenía muchas opciones para lograr mayores ingresos (otros gobiernos hubieran llevado el dólar a 3 mil en ese momento). En la actualidad, no existe la misma presión económica, por lo que se puede presumir que la devaluación anunciada ha sido bien estudiada por quienes los bolivarianos hemos depositado toda nuestra confianza, y en este sentido cabe destacar la encomiable gestión del ministro Giordani, quien es el que marca la pauta del trabajo del Ministerio de Finanzas.

Por otro lado, la sobrevaluación de la moneda simplemente para evitar la inflación (aunque con el control de cambio y el dólar anclado a 1600, e incluso control de precios, no evito que la inflación anualizada de los últimos seis meses llegara al 20%) profundiza los problemas estructurales de nuestra economía monoproductora. Los productos nacionales se encarecen y no pueden competir con las importaciones adentro ni afuera, profundizando la dependencia de los bienes importados y deteriorando aun mas los términos de intercambio. Como consecuencia, la balanza comercial se hace deficitaria y la moneda nacional se debilita, pero como está revaluada artificialmente, se producen serios desequilibrios económicos que al momento de ser corregidos ocasiona un gran impacto en la sociedad.

De acuerdo al economista Xiong Ye-Tian, Ph.D. del "Institute of Latin American Studies" de la Academia de Ciencias Sociales de China,

« Como consecuencia [de la revaluación], no solamente la importación puede contar con el apoyo de divisas suficientes, sino también los productos importados son cada vez mas baratos. Convertido en la moneda nacional el superávit de la cuenta de capital, los bancos han otorgado enorme cantidad de créditos de consumo en búsqueda de ganancia. De esa forma los bienes importados baratos encuentran cada vez mas compradores generando así una falsa prosperidad comercial. Entonces unos capitales nacionales y extranjeros que originalmente se proponían destinar a la inversión productiva y a la modernización de los sectores productivos se han extraviado sucesivamente a los sectores de comercio y servicio. Este fenómeno no corresponde a la ley natural de mercado y puede provocar una crisis que perjudicara notablemente a toda la economía si el Estado no toma la iniciativa para rectificarlo. »

En cambio, el neoliberal y pro-caja de conversión Carlos A. Sabino, quien además de ser furibundo antichavista que pelea "por la libertad en Venezuela" es miembro de dos comisiones económicas de la llamada Coordinadora Democrática que trabajan en el programa económico de la "transición", también defiende la revaluación:

« La tendencia a la sobrevaluación, si es compensada por la entrada de capitales externos que equilibran la balanza de pagos, ejerce una presión en sentido contrario [a la inflación]: va forzando a la industria local a adaptarse a los menores precios del mercado internacional, a ser más productiva y eficiente y a incorporar tecnología más moderna. Las obliga a competir, para decirlo en una sola palabra. Es verdad que los países que adoptan esta política resultan entonces muy vulnerables al flujo y reflujo de los capitales externos, lo que acarrea ciertas dificultades internas, pero la experiencia muestra -especialmente en Argentina- que tales problemas se superan en el corto plazo y que, gracias a la política de anclaje del tipo de cambio, existe hoy una continua tendencia hacia una mayor productividad. »

Sin embargo, la experiencia en Argentina demostró cuan equivocado estaba.

El caso Argentina

Argentina es el caso mas palpable del fracaso que significó la revaluación de la moneda, la cual se produce una vez que se dolariza la economía.

Es cierto. Después de vivir una horrenda pesadilla hiperinflacionaria, Argentina alcanzó, gracias a la dolarización y revalorización del signo monetario, un crecimiento económico, baja inflación y precios estables que la sociedad recibió con las manos abiertas. Pero luego tuvo que pagar un precio mas alto por ello.

La entrada de divisas y reservas internacionales mermaron significativamente cuando las exportaciones se vieron amenazadas por el tipo de cambio.

En su trabajo, "El fracaso de la convertibilidad", el profesor argentino Jorge Schvarzer escribe:

« La sobrevaluación de la moneda local convalidó la entrada masiva de mercancías del exterior, mientras alentaba la salida, no menos masiva, de turistas argentinos hacia todos los rincones del planeta. Ambas demandas reclamaban divisas adicionales que debían obtenerse por medio de mayores exportaciones. Pero, el esperado aumento de la venta de bienes al exterior resultó difícil por la sobrevaluación de la moneda; en los hechos, el monto total de las exportaciones permaneció estable durante varios años cruciales. »

« El ingreso de bienes importados inundó a la plaza local con bienes que podían remplazar a la producción local, a precios menores que éstos (gracias a la sobrevaluación cambiaria), provocando una intensa crisis en la mayoría de las ramas industriales de producción transable internacionalmente. Además, este flujo de mercancías generaba un déficit comercial que tendía, objetivamente, a restringir el stock de moneda local; por lo tanto, las posibilidades de expandir la actividad económica dependían de obtener divisas por otros medios. »

« La devaluación brasileña redujo las exportaciones argentinas a ese mercado mientras aumentaban las compras locales de bienes de ese origen. La balanza comercial con Brasil, que era prácticamente la única positiva del país, tendió a invertir su signo en una clara señal de que mantener el tipo de cambio local perjudicaba a la producción local tanto como al equilibrio externo. »

En conclusión.

La depreciación de la moneda produce presión inflacionaria, que en el contexto político actual podría tener un costo político, mas que social y económico. La clase social que mas pierde en el corto plazo con la devaluación es aquella que ya está identificada con la oposición, la clase media, mientras que la clase de escasos recursos no tiene porque ser afectada por la devaluación debido a que actualmente esta protegida por la red de asistencia social.

La depreciación de la moneda no solo coadyuvará a lograr las estimaciones económicas en su conjunto, si es realizada de manera responsable, sino que el crecimiento económico permitirá que el costo de la devaluación sea asimilada por los agentes económicos evitando una daño mayor si la moderna continua sobrevaluada.

La devaluación con fines fiscales y privados (corrupción), si puede causar grandes perturbaciones a la económica. Sin embargo, si bien la moneda se depreciará en un 20%, no podríamos calificar la medida de devaluacionista siendo que su valor permanecerá sobrevaluado con respecto a su cotización en el mercado negro paralelo. La medida, no obstante, busca el equilibrio.

Una política de privatización o estatización de la banca no puede ser tomada como respuesta a los problemas fiscales, tal y como lo indica la escuela neoliberal y que se encuentra dentro de los planes de la oposición (vender activos de PDVSA). No obstante, la privatización podría ser positiva siempre y cuando los bienes en venta no representen un activo de interés geoestratégico par la nación como lo es CITGO. Por su parte, la estatización de la banca debe estudiarse como mecanismo para fomentar el desarrollo, toda vez que la banca recuperaría su papel como agente intermediario para el desarrollo hacia la diversificación de la economía y no como una institución que vive de la especulación.

La revaluación o devaluación del signo monetario no deben ser vistas como políticas ortodoxas, mucho menos como medidas revolucionarias y bolivarianas o antipatriotas y conspiradoras, sino que deben ser asumidas como instrumentos que respondan a una estrategia de desarrollo integral.

La encomiable actuación del gobierno en materia económica durante el año 2003 ha dado resultados significativos para el porvenir de Venezuela, por lo que hay que darle un voto de confianza a la gestión de Giordani y Nóbrega en su estrategia para el desarrollo y manejo de las finanzas publicas.

Antonio Guillermo García Danglades
Internacionalista, MA



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