Sin ser crisálida la oruga no se transforma en mariposa

Si el capitalismo es la oruga y el socialismo la mariposa, la transición –para que haya transformación de la primera en la segunda- resulta ser necesariamente la crisálida. Desde que Chávez lanzó su consigna o idea de socialismo del siglo XXI, no existe venezolano o venezolana (desde los más cultos a los menos cultos) que no hablen o escriban sobre socialismo. Incluso existen “orates” que fijan su posición respetable y la expresan públicamente en pancartas sobre el gran dilema a resolver en este siglo. De esa manera hemos podido apreciar múltiples concepciones o visiones del socialismo que, ¡por ahora!, no nos ocuparemos de analizar para determinar cuál es científicamente la correcta, porque de lo que trata este artículo es sobre el papel de la estatalización (parte de la crisálida) para la construcción del socialismo.

Voceros principales de partidos políticos, que incluso pertenecen a la Internacional Socialista pero son radicalmente opositores al gobierno de Chávez, han expresado -no en pocas oportunidades- compartir algunas ideas socialistas pero bien alejadas y antagónicas en relación con las propuestas por Marx y Engels y hasta del mismo presidente Chávez. Todos los políticos del mundo –hombres y mujeres- saben que la actual Internacional Socialista está mucho más cerca del centro-derecha que aquellos movimientos religiosos que cuestionando –casi radicalmente- el comunismo alegan algunos principios del evangelio para defender al pobre contra el rico.

La esencia del socialismo es y será siempre, en todo tiempo y en todo lugar, la transformación de la propiedad privada en propiedad social. Pero para llegar a ese fin es necesario, es inevitable, que se convierta primero en propiedad del Estado, que es lo que se conoce como: estatalización. Y ésta, para matamoforsearse en socialista –propiamente dicha- tiene obligatoriamente que dejar de ser propiedad del Estado. Sólo de esa manera y no de otra podrá construirse una sociedad sin clases y sin sus aditamentos, lo cual se traducirá inobjetablemente en la desaparición de toda expresión de explotación y de opresión del hombre y de la mujer por el hombre o la mujer.

Existen opositores al gobierno de Chávez que sostienen estar de acuerdo en socializar las empresas del Estado. Como idea o –tal vez- como sueño, no está mal, pero sabemos que –partiendo que lo dicho no sea oportunismo parcial por circunstancias políticas del momento- eso no es posible, eso no puede hacerse realidad ni que se junten en una misma voluntad todas las corrientes del pensamiento social venezolano mientras perdure –globalmente- el dominio del capitalismo imperialista altamente desarrollado sobre el mercado mundial, la economía de mercado, la sofisticada tecnología de producción y esté el planeta repartido en áreas influenciadas por los más poderosos y ricos monopolios de la economía capitalista. Si esa idea o ese sueño fuese posible ni la Unión Soviética ni el llamado campo socialista del Este se hubieran derrumbado y el mundo –lo más seguro luego de la segunda guerra mundial- fuera totalmente socialista; y, tal vez, Lenin y Trotsky, viejos ciertamente, aún vivirían alargadas sus vidas por los logros de las ciencias universales puestas al completo servicio de la prolongación de la salud individual y colectiva.

Creer, mientras en el mundo no predomine el socialismo ya superada la transición del capitalismo hacia él, que las empresas en poder del Estado puedan ser socializadas en el sentido de la propiedad social, no está concebido ni en la dinámica de la lógica de la economía política, ni en la dialéctica materialista de la revolución proletaria, ni en la doctrina marxista y, mucho menos, en la realidad histórica.

Ideólogos o voceros de oposición sostienen que esa socialización de las empresas permitirían “… que sean todos los venezolanos los verdaderos dueños, y no el gobierno de turno bajo un sistema de capitalismo de Estado, que es lo que está desarrollando el gobierno actual”. Si Lenin estuviese vivo y fuese venezolano en este tiempo tal como funciona, respondería con pocas palabras más o menos diciendo lo siguiente: “Pero si el capitalismo de Estado en las circunstancias actuales de Venezuela es un paso de avance en relación con cualquier país que tenga todos sus recursos naturales y todas las empresas fundamentales de la economía en manos del capital imperialista y de la oligarquía criolla”. El hecho que PDVSA, PDVAL, Electricidad de Caracas, CEMEX, las empresas de Guayana, CANTV, Banco de Venezuela, Lácteos Los Andes y muchas otras de importancia sean de propiedad del Estado venezolano es algo significativo en este momento histórico que vive el país. Es un paso de avance y no de retroceso para la economía venezolana. Lo importante es lograr que sean productivas y que la producción vaya –esencialmente- al consumo de los venezolanos y las venezolanas; que se mejoren las condiciones socioeconómicas de los trabajadores y las trabajadoras; que aporte ganancia al fisco nacional; que se capaciten los obreros y las obreras en el manejo de la tecnología; que se amplíen sus escenarios y se creen nuevas y numerosas fuentes de trabajo; y que tengan participación en la solución de diversos problemas de la vida social del pueblo. Eso nos indica que el Estado que pretenda conducir la sociedad hacia el socialismo debe ir ganándose para la idea de convertirse en el más poderoso, grande y rico monopolio bancario, industrial, comercial y financiero en su nación Esto garantizará, llegadas las circunstancias propicias mundialmente para el desarrollo del socialismo, el pase de las propiedades del Estado y de la misma propiedad privada a propiedad social sin mayores traumatismos sociales Esta es la más humana y avanzada solución a las múltiples problemáticas de propiedades sobre los medios de producción y la riqueza social.

Decir u ofrecer a los venezolanos y las venezolanas, en procura de obtener votos para procesos electorales, una “… Venezuela de propietarios de verdad verdad…” es, en este momento de la historia humana internacional y nacional, como ofrecerle el cielo negándole la tierra, como decirle mucho sin decirle nada, como prometiéndole una paella le sirvan sardina. Cierto es que “propietarios” es plural, pero tendrían que explicarnos o darnos respuesta a muchas interrogantes, entre las cuales podemos destacar: ¿qué métodos, políticas o fórmulas, usarán o aplicarán para hacer que los monopolistas privados de la economía acepten -¡no vayamos muy lejos!- que sus obreros y obreras pasen a ser propietarios de sus empresas?, ¿cómo harán para que la plusvalía sea repartida entre todos y todas que laboren en una empresa sin que el propietario o los propietarios de los medios de producción y del capital variable y capital constante no se quede o queden con ella execrando del reparto a sus trabajadores y trabajadoras?, ¿qué porcentaje en las acciones, como propietarios, tendrá cada trabajador y cada trabajadora en relación con el del dueño de la empresa privada?, ¿será el socialismo una sociedad de propietarios donde los que laboren, por decir algo, en una empresa textil pequeña tengan los mismos derechos económicos de quienes lo hagan en una gran empresa industrial con una técnica altamente desarrollada productora de ferrocarriles?, ¿a que otras sociedades de propietarios les van a vender la producción si se supone que al ser todos propietarios no deben haber explotadores ni explotados o es que un grupo de personas será de propietarios y otro grupo –se entiende mayoritario- será de obreros y obreras, ¿en esas empresas de propietarios, éstos serán al mismo tiempo trabajadores intelectuales y físicos o seguirá la misma división del trabajo entre lo espiritual y lo material? Esas interrogantes deben tener explicaciones y respuestas concretas. Eso, en verdad, no es socializar empresas, sino una consigna del revisionismo o del reformismo que siguen creyendo que el modo de producción ideal para la felicidad del burgués y del obrero es el capitalismo de Estado democrático. Y no digamos absolutamente nada, por ser más disparatado, sobre la idea de una Venezuela de copropietarios como si una nación pudiera entenderse el resultado de una suma de parcelas, parcelitas y parcelotas. Y deberían aclarar también ¿si en esa Venezuela de propietarios o de copropietarios van a aceptar a cuanta persona venga al país y quiera meterse en la pomada para garantizar su pedacito de geografía y de riqueza?, ¿o es que antes que se construya en el mundo el socialismo se va a dar por concluida la nacionalidad venezolana por una sociedad universal de propietarios y copropietarios?, ¿y quiénes disfrutarán de mayor riqueza: los propietarios o los copropietarios? Lástima que Roberto Owen no esté vivo para que dictara conferencias magistrales sobre el socialismo utópico.

¿Será posible construir una sociedad donde todas las personas sean propietarios con la existencia del Estado? Marx y Engels, lo publicaron en 1848, nos dijeron que no. ¿Existen argumentos científicos actualmente para contradecirlos? El proletariado mundial dice que no, pero la burguesía igualmente dice, con su práctica explotadora, que no, y, además, la realidad histórica dice mil veces no.

Lo Que sí es cierto es que el socialismo es una sociedad de propiedad social y no de esclavos pero tampoco de esclavistas, porque desaparece para siempre la propiedad privada sobre los medios de producción. Así es y será siempre, por lo menos, el socialismo marxista o verdadero. Sin embargo, quién pretenda que eso surge de la noche a la mañana y, especialmente, independiente del contexto internacional, fracasará por tanto encantarse de sus encantos.

Ahora, no sabemos si los científicos sean capaces de clonar una mariposa sin que pase por las fases de oruga y de crisálida, pero hasta el momento no ha habido científicos –que queriendo suplantar al proletariado y sus formas de organización- se hayan ocupado de crear en un laboratorio un modo de producción comunista sin tomar en cuenta –absolutamente para nada- las realidades del capitalismo y de la transición de éste al socialismo. Si eso fuese posible, los comunistas serían los primeros en creer en Dios y sus milagrosos científicos. Y con las hojas de “El capital” habría que hacer pequeños papagayos –agregándole el retrato de Marx- para que sean volados en los parques de la felicidad imaginativa de los trabajadores cobrando y disfrutando la vida sin hacer uso de su fuerza de trabajo. Y en ese caso la inteligencia, la salud, el desarrollo físico y el conocimiento serían producto de una milagrosa vacuna a disposición de toda la humanidad. La igualdad perfecta que ni siquiera al marxismo se le ha ocurrido ni indagarla ni proponerla.


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Freddy Yépez


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