En Venezuela se ha constatado, a diez años de la presidencia de Hugo Chávez, la inédita posibilidad de que las fuerzas populares de América Latina conquisten y sostengan el gobierno por vía electoral, impulsando un radical proceso revolucionario. Este acontecimiento, unido a la resistencia de Cuba y a intensas luchas contra el dramático costo social de los dictados del Consenso de Washington, abrió el camino a una prometedora coyuntura en la región. Surgieron nuevos gobiernos populares o más independientes de Estados Unidos y cambió la correlación de fuerzas a favor de la reafirmación de la soberanía nacional y la unidad latinoamericana. El mismo nacimiento de Unasur y su reciente plan de apoyo al presidente Evo Morales frente a la subversión yanqui-oligárquica es una prueba incontrovertible. Ello explica los persistentes y criminales intentos desestabilizadores de Washington y la oligarquía local contra el gobierno constitucional de Venezuela, victorioso y fortalecido en cada ocasión.
La revolución bolivariana se enfrenta, por eso, a un gran desafío estratégico en las elecciones del próximo 23 de noviembre. Están en juego 22 de 23 gobernaciones de estados y la alcaldía mayor de Caracas, 246 escaños de legislaturas estadales y el distrito capital, entre ellas 8 de circunscripciones indígenas, así como 326 alcaldías(casi todas). Cabe recordar que después de arrasar a la oposición de derecha en nueve comicios consecutivos, el chavismo sufrió su primera derrota electoral en el referendo constitucional del 2 de diciembre de 2007, aunque por un margen aritmético insignificante. Ningún dato permite poner en duda el gran apoyo popular que continuaban gozando el proceso revolucionario y su líder en aquel momento. La derecha no ascendió en votación, lo que subió fue la abstención, que ha hecho a Chávez decir: “nos derrotamos nosotros mismos”, en alusión a actitudes burocráticas, corruptas, o adversas de funcionarios del aparato del Estado que indujeron a la no concurrencia de parte importante de los electores chavistas.
En la justa electoral del domingo próximo se miden los candidatos bolivarianos con su proyecto de emancipación nacional y social de vocación latinoamericanista y los de la oligarquía servil al imperialismo, genuina representación del retorno a la dependencia de Estados Unidos y a las políticas neoliberales causantes de la gran debacle económica y social, que los acuerdos del G20 agravarán. De allí que constituya virtualmente un plebiscito del proceso y las ideas revolucionarios y exija al movimiento bolivariano lograr una victoria contundente. Es decir, no sólo conservar las gobernaciones, alcaldías y curules que detenta, sino arrebatar a la oposición de derecha la mayoría de los que ostenta, en algunos casos debido a deserciones en las filas revolucionarias.
El gobierno ha rectificado errores, fortalecido el poder popular entregando recursos y poder de decisión a los consejos comunales, estimulado la combatividad del movimiento sindical nacionalizando sectores clave de la economía y la emblemática siderúrgica Sidor, remozado las misiones sociales y construido numerosas obras de infraestructura. El novel Partido Socialista Unido de Venezuela ha demostrado gran capacidad de movilización y debate ideológico en sus bases. Desde ellas fueron electos sus voceros y candidatos, casi siempre con gran aceptación.
Por supuesto, quedan muchas deficiencias e inconformidades. No hay proceso revolucionario libre de contradicciones pero lo importante es la resolución de su liderazgo por solucionarlas a favor del pueblo y es el caso de Venezuela. El presidente Chávez ha realizado una extraordinaria labor de crítica y educación política en el fragor de la campaña electoral dedicando cientos de horas a la explicación de los problemas nacionales e internacionales.
A Washington no se le ha escapado la importancia de estos comicios en la decisión del rumbo de América Latina y el Caribe y así lo confirma el recrudecimiento de la descomunal campaña internacional de su maquinaria mediática y sus más connotados plumíferos hispanoparlantes contra Chávez. Pero el chavismo se presenta a las urnas con renovados bríos y la moral alta y si logra abatir la abstención no hay duda que conseguirá una resonante victoria.